Hace unos días, con un dolor sordo en el
corazón, tuve que aceptar lo inevitable: mi vieja mochila de MTB había llegado
al final de su ruta
Aguantó todo lo que pudo, fiel y resistente, pero las cremalleras empezaron a fallar, y la tela, tras tantos años de aventuras, se deshacía entre mis dedos.
Finalmente, acabó cediendo… sin rendirse.
Su despedida me llevó a un viaje en el tiempo, doce años atrás. Un 9 de febrero de 2014 compartíamos una escapada que fue titulada:
Una Ruta en la Mochila
Recuerdo al Alfonso de entonces: más joven, siempre sonriente, con el ánimo encendido y las ganas intactas de descubrir caminos, de hacer amistades, de explorar lo desconocido. Ese día, cuando muchos de los compañeros que hoy siguen pedaleando conmigo ya formaban parte del grupo habitual, decidieron entre todos darme una sorpresa que aún me emociona.
Como muestra de amistad y agradecimiento por haber creado el grupo y el blog, me obsequiaron una magnífica mochila de montaña. No una cualquiera: en ella, grabadas con cariño, las iniciales de nuestro grupo, A&A, como un sello de identidad compartida. La emoción fue tan intensa que apenas pude articular palabra.
Las letras bordadas eran pequeñas, pero el gesto... inmenso.
Desde entonces, esa mochila fue mi compañera fiel. Me acompañó en cada salida, en cada ruta. Fue testigo silencioso de nuestras pedaladas, de las risas, de las decisiones tomadas al borde de un sendero. Estuvo conmigo en días de nieve y frío, de lluvia, de sol abrasador.
Pegada siempre a mí, sintió cada uno de mis latidos. Y en
su interior no solo guardaba herramientas o agua: guardaba historias. Guardaba
vida.
Hoy, la mochila ya no está. Su tela se ha deshilachado y su uso es imposible. Pero el significado de aquel gesto y la amistad que simbolizaba, ese que me dejó sin palabras, sigue intacto.
A veces, las cosas más valiosas no son eternas, pero las emociones que nos dejan… esas sí lo son y me hacen sentir que están presentes en cada nueva historia que escribo.
Los que llevamos mochila entendemos lo útil que es. No solo por lo que lleva dentro, a veces te guarda la espalda de un caída, si la llenas de agua fría te refresca, protege del frió en invierno. Como dije es un útil. Y en tu caso Alfonso, se convirtió, un regalo de cumpleaños, en el cuál queríamos agradecerte, lo primero tu amistad y compañerismo. Y, por supuesto tú comandancia en rutas y rutas y mas rutas, con está mochila en la que guardabas miles de senderos y veredas, trialeras, historias y risas. En fin, agradecerte todo ello, con una insignificante mochila, que fue útil, bonita, bordado con letra de "oro" y un recuerdo inolvidable.
ResponderEliminarBonito texto Alfonso. Habrá que buscarte otra.
ResponderEliminarUn abrazo.
Santa
Que no habrá visto y recorrido esa mochila desde hace 13 años.
ResponderEliminarEn aquel tiempo algunos nos incorporamos a este grupo sin igual. Algunos nos dejaron y otros seguimos y seguiremos, pero la esencia del grupo espero que perdure muchos años. De todos nosotros depende.
Hay épocas y periodos en la vida imborrables y sin duda haber compartido tantos momentos y salidas juntos es uno de ellas.
La mochila importante es la que vas llenando con amigos, experiencias y momentos de tu vida. Esa es la auténtica mochila de nuestra existencia.
Un abrazo.
P.D. Alfonso, no te deshagas de esa mochila, guárdala y algún día ella misma podría incluso “escribir” una crónica interminable.
Luis Angel.