El viaje empieza con una pedalada. De ti
depende que se convierta en una aventura
Madrugas y te
levantas esta mañana sin ser consciente de que afrontas el último fin de semana
del verano y, sin embargo, el día ya amanece más fresco de lo habitual.
Tal vez una
camiseta interior, puede que unos manguitos, acaso ya una chaqueta fina de
manga larga o un cortavientos. Tiempo habrá de quitarse ropa según
vaya la ruta que hoy se propone.
Hoy nos
desplazamos un poquito más lejos, unos kilómetros más allá, casi media hora más
de recorrido en coche. Pero seguro que la ruta valdrá el
esfuerzo o al menos así lo hemos pensado: Ángel, Enrique,
Fer, Luis Ángel, Miguel Ángel, Nacho, Rafa y Alfonso.
Nos hemos vuelto
hábiles en abrazarnos con alegría a la par que damos los últimos retoques de
montaje a nuestras bicis. Estamos en el aparcamiento, junto a
un Embalse del Pontón Alto ansioso
de que lleguen las lluvias del otoño, con aguas abundantes que empapen y cubran
las mismas orillas de arena que ahora se muestran sedientas y secas.
Arrancamos la
marcha, en fila de a uno, para atravesar el Puente Nuevo de Segovia, entre el
pretil de piedra y los guardarraíles, vigilando la trazada y disfrutando
siempre de las vistas de un río Eresma cuyas aguas desembocarán en el río Adaja
antes de acabar en el Duero.
Nos acercamos
hacia la localidad de San Ildefonso, pero nos desviaremos antes por la derecha
para cruzar por el puente del Niño y tras pasar puerta de dehesas ganaderas,
coger el margen del arroyo del Rastrillo en busca del puente de los Álamos a
fin de cruzar la carretera CL-601 con precaución.
No podremos ver
nada por la alta vegetación, pero estamos muy cerca de las tapias de los Jardines del Palacio Real de la Granja.
Abandonamos los
senderos para tomar ahora caminos y pistas forestales, cruzando los puentes Blanco y Negro, que me recuerdan canción de Malú “Blanco y Negro”.
Decidimos tomar
desvío por la derecha, justo antes de llegar al puente del Vado de los Tres Maderos. ¡Si será por
puentes!
Avanzamos por
pista bien asfaltada que va tomando desnivel poco a poco. Unos compañeros cogerán buen ritmo y otros se lo tomarán con más calma.
La mañana está más que fresca y aún no hemos entrado
en calor.
Estamos en la
ladera del Cerro del Puerco (1422 m),
que ya nos atrevimos a atacar en iguales fechas de hace 3 años, con recorridos
que volveremos a realizar pero con un destino tal vez prohibido en la
actualidad, el Chozo de Aranguez.
A nuestra derecha
se nos ofrece la fuente del Milano,
pero todavía vamos sobrados de agua. No paramos y
seguimos rodando en busca de nuestro primer objetivo de la ruta, a unos 9 kms
desde el inicio.
A nuestra derecha
comienza un camino que va a dar a un claro en el bosque en el que podemos
localizar los bloques de granito de formas caprichosas que forman la Cueva del Monje. Más podría ser un refugio de pastores que realmente una cueva, pero no
faltan al menos un par de leyendas en las que, como es habitual, el diablo
quiere apoderarse del alma de algún paisano. En este caso, de
la de Tomás Segura, vecino de la zona.
Pasamos por encima
del arroyo de Peñalara que, curiosamente, nace en la Majada Aranguez donde se encuentra el Chozo que ya hemos comentado,
en un paraje precioso y de aspecto muy particular.
En curva
pronunciada encontramos el Puente de los
Quebrados, con un gran depósito de agua y más arriba, teniendo que visitar
a pie si se desea, la fuente de la
Cabaña del Tío Levita, que seguro que tendrá también una historia
interesante que contar. Arroyos, fuentes y
puentes que se muestran o se cruzan a nuestro paso de manera continua, así es
el Monte de Valsaín, distrayendo un
pedaleo que en ocasiones se vuelve tenso y pesado.
Ya por fin en
descenso, entramos en tramo de pista del Camino
Viejo del Paular, dejando a un lado el duro ascenso para alcanzar el puerto de Cotos, que nos trae a la
memoria duras rutas pasadas que seguro retomaremos en nueva ocasión. Nuestra pista
finaliza en cruce con la carretera CL-601, justo al final del tramo de Las Siete Revueltas, que serpentean
desde el Puerto de Navacerrada y por donde tendremos que descender 500 metros
para cruzar con precaución al margen izquierdo y tomar nueva pista forestal.
Nos acercamos al Cargadero de Minguete y al arroyo y puente
del mismo nombre, que nos recuerdan escenarios de Conan el Bárbaro. Por unos minutos abandonamos la
pista y cogemos sendero que se complica más y más y nos introduce en los
pinares. El arroyo de Royonda hoy se vadea bien,
pero no siempre fue así para este Grupo en años pasados.
Retomamos la
pista, que es el GR 10.1, aunque para nosotros y no sabemos si para algún grupo
más, es “el mortirolo”. Desde este punto, poco más de dos
kilómetros de duro ascenso hasta la fuente
de la Reina, hoy con más visitantes de lo habitual.
En la Pradera de la Venta (de la que solamente quedan apenas los restos
en ruinas de algunos muros) nos desviamos por la derecha buscando un nuevo
ascenso que nos llevaría hasta el Refugio
de la Camorca, si no fuera porque optamos por coger senda bordeando el
Cerro y dejando a la derecha vistas hacia Siete Picos.
La Majada de el
Escorial, la Majada del Cochino, toboganes que ya se resienten en algunas
piernas cansadas, pero un esfuerzo que sientes ha merecido la pena cuando
alcanzas el familiar cerro de La
Camorquilla (1687 m) y puedes disfrutar de tan formidables vistas, más en un
día tan claro.
Tomándonos un
respiro, si acaso una barrita, una, dos, tres y más fotos, dejando que el sol
nos acaricie en una mañana que hasta ahora no se había llegado a templar. Nos quedaríamos en este punto por más rato, pero hay que seguir.
Descender y coger
el trazado del camino de Santiago por el cordel de la Fuenfría, con precaución
pero dejando que las bicicletas se lancen surfeando sobre el manto de piedras y
pedrolos en que se ha convertido el camino en algunos tramos. ¡En la explanada
nos detenemos!... En esta no, en la siguiente, allá donde
muchas veces encontramos pinos cortados, apilados antes de ser transportados.
No hay pérdida ni
extravío, el sendero lo tenemos enfrente… Los Aleonardos. El mismo que hace años bautizó Luis
Ángel como “la madre de todas las bajadas” y que hoy reconocerá “ya hemos hecho
bajadas más complicadas”
Pendiente
pronunciada, donde los frenos se ponen al rojo salvo que seas capaz de cerrar
los ojos y bajar sin frenar. El sendero limpio, con la humedad
justa para no resbalar gracias a las últimas lluvias o al relente de la noche y
allá vamos en fila india, confiando en el buen hacer del compañero que marcha
delante. Chute de adrenalina.
Eufóricos, nos reunimos
junto a puerta alambrada y al arroyo de los Acebos. En esta ocasión, por la izquierda, cogemos senda que encontramos con
mucha piedra suelta y superando varios toboganes nos acercamos al cerro del Picadero, para quedar
nuevamente admirados con las vistas. ¡Claro!, luego hay
amigos ciclistas que nos recriminan que paramos mucho, pero es que no salimos
sólo a pedalear.
A buen ritmo
recorremos senda forestal que nos acerca hasta Valsaín y procurando evitar extravío tomamos camino single por el
Bosquecillo, en un zigzagueo constante y disfrutón, por zona de robledales, que
nos acercará hasta las inmediaciones del río
Eresma.
Poco menos de dos
kilómetros con vistas al embalse y ya estamos de nuevo en el punto de partida. Mi GPS me dice que hemos recorrido algo más de 37 kilómetros con 1026 m
de desnivel acumulado, pero las caras de mis compañeros reflejan que se lo han
pasado en grande, casi tanto como yo. ¡Me alegro!