domingo, 26 de mayo de 2024

AlfonsoyAmigos en Moncalvillo y Pedrezuela, ¡qué calor!

 

A veces, tanto la vida misma como el deporte nos ponen a prueba, no para mostrar nuestras debilidades sino para descubrir nuestras fortalezas


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Para hoy, sugiero a mis compañeros una ruta que se podría pensar que es de trámite. Una que realicé en solitario allá por el mes de diciembre pasado, época que me obligó a abrigarme bastante más que hoy y con la que creo que ya vamos bastante bien servidos.

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Dispuestos a disfrutar del encuentro, de la ruta propuesta y posiblemente a sudar más de lo acostumbrado, aparecemos en el lugar previsto: Ángel, Enrique, Juan, Luis Ángel, Pedro y Alfonso. Yo he contado seis.


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Quien con una sonrisa se levanta, un buen día le espera

La preocupación es inevitable al pensar en el calor que nos aguarda, con el sol calentando desde temprano. Antes de partir, ya vemos a quien no duda en darse protector solar en cara, brazos y piernas. ¡Ojo con las orejas!

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Iniciamos la ruta y nos enfrentamos al primer obstáculo, un rampón, pero ¡alto! Que no es por ahí. ¡Menos mal!, suspira alguno. Tenemos que tomar un sendero que, aunque difícil de encontrar, emerge por nuestra derecha.

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Yo me adelanto, seguido por Juan, mientras los demás nos observan con expectación. A medida que conseguimos avanzar, nos adentramos en una auténtica selva de hierba alta por encima de nuestras cabezas que parece querer engullirnos, con zarzas y cardos de afiladas espinas y muy mal carácter. ¡Menudo recibimiento!

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En este momento, comprendemos la sabiduría de aquellos amigos que siempre abogan por el uso de equipamiento largo, sin importar la estación del año.

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Una vez que nos ha dejado su firma, el sendero se despeja y se vuelve entretenido hasta que, ahora sí, tenemos un desvío por la derecha que nos hará entrar en calor, 200 metros de repecho al 16%.

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Rodando con buen ritmo por el camino de Guadalix, nos adentramos en la Dehesa de Moncalvillo, en busca de las charcas de Hilo Peñas y la del arroyo de la Retuerta, donde haremos una primera parada. Después, siguiendo senderos que serpentean bajo el sol o se internan en zonas arboladas, con cortos toboganes de distintos desniveles que se superan con facilidad.

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Luego, tomamos la Vereda de las Tapias del Monte de Viñuelas, donde realmente se complica nuestra marcha. Fuertes desniveles del 10, 12, 13%, la tierra suelta, las zonas de escalones, los pedrolos y las lanchas de piedra requieren una fuerza y habilidad para avanzar, que no siempre bastan para mantenernos sobre la bicicleta en momentos puntuales.

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Por los walkies se sugiere parada a medio ascenso para recobrar fuerzas o tomar una barrita, pero se escuchan dos respuestas casi inmediatas: “Cuando lleguemos arriba” “Cuando estemos bajando y hayamos recuperado pulsaciones”. Dicho y hecho, aunque no es fácil encontrar una sombra.

Alcanzamos la solitaria Cruz de la Boca del Valle, (humilladero), restaurada en 1999. Aquí se cruzan los caminos de Pedrezuela a Colmenar Viejo con el de San Agustín de Guadalix. Desde este punto podríamos acortar ruta y no será la única oportunidad que tengamos, pero seguimos adelante.


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Avanzamos con velocidad por el camino de Guadalix, tomando un desvío a la izquierda tras abrir y cerrar puerta, para disfrutar de divertido descenso y aproximarnos al río Guadalix, cerca del embalse de Pedrezuela o del Vellón. Continuamos nuestro camino por un sendero con formidables vistas que nos lleva a cruzar el arroyo del Valle y atacar sin remedio un tremendo ascenso.

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Cruce de caminos que conocemos de otras rutas por la Dehesa de Pedrezuela. El camino largo y después desvío sin pérdida nos sitúa en la mismísima pantalla del Embalse de Pedrezuela, que desagua con fuerza por un aliviadero. Nueva oportunidad de recorte, pero… seguimos adelante.

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Si no queda satisfecho, le devolvemos su dinero

Nuestro siguiente destino es la localidad de Pedrezuela, que parece alejarse cada vez más a medida que nos enfrentamos a nuevos repechos, o recorremos senderos plagados de espinas. El calor aprieta y afortunadamente encontramos una fuente de agua fresca, en un parque municipal arbolado frente al cementerio. Esta pausa nos da las fuerzas necesarias para seguir adelante.

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Aunque nuestras energías están mermadas, debemos descender muy por debajo de la pantalla del embalse y luego volver a tomar altura por carretera. Pero ¿quién ha diseñado éstoooo? Agarrados con fuerza al manillar de la bicicleta, respiramos al ritmo necesario mientras superamos una vez más desniveles continuos del 11 y 12%.

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Juan espera al resto junto al desvío hacia el Camino de Servicio del Canal de Isabel II. Allí se despide de los demás. A pesar de que llevamos buena hora y apenas restan 8 kms, él tiene prisa.

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Ya todo llano, en bajada, ¿no?

Los toboganes del camino siguen haciendo pupa y el sol arremete con fuerza. Solamente tendremos realmente descenso muy rápido al salir de la dehesa y coger la pista arreglada del camino de Guadalix. El Torreón de la Retuerta estaba allí… pero yo ya ni lo vi.

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Cansados, muy cansados, pero caras de satisfacción y cruce de felicitaciones. Muchas zonas divertidas y otras complicadas que no he llegado a narrar pero que fueron recorridas con humor y valentía.

¡¡Enhorabuena a todos los presentes!!






domingo, 19 de mayo de 2024

Travesía de tradición y aventura: Ruta MTB desde Zarzuela del Monte

 

Hoy nos aventuramos por las vías agropecuarias y por los caminos que en el siglo pasado se conocían como “caminos de herradura”


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Crónica: Ángel Sierra



El trazado discurre a través del sexmo de San Martín, en Zarzuela del Monte. Allí nos reencontramos un domingo más: Alfonso, Andrés, Enrique, Fer. Juan, Luis Ángel, Pawel, Rafa y quién suscribe esta crónica, Ángel.

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Comenzamos el camino con ánimo, yo con la ilusión de liderar la ruta, ya muy trillada por mí y por “machoteros”, ausentes por lo temprano del inicio de la ruta, y de ver disfrutar a mis compañeros otro domingo más.

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Tenía en mente introducir algunas pequeñas variaciones según transcurriera la jornada, pero se vería sobre la marcha. Dejamos atrás Zarzuela del Monte y nos dirigimos hacia Vegas de Matute, rodeados de verdes campos de cebada, tierras de labranza.

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Llegamos por el camino de las Minas a las cercanías de la ruta de la Risca y del Puente de los Enamorados, sobre el río Moros, en dirección a Valdeprados. (Ver: Valdeprados, el encanto de lo sencillo). Allí hicimos parada para admirar, una vez más, la Casa-fuerte de los Condes de Puñonrostro y su imponente torreón, de sobra conocido y fotografiado por el grupo. 

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Enseguida nos ponemos en marcha hacía Ortigosa del Monte, dónde cuatro gotas de agua de lluvia asustan a algunos y a otros parece importar poco. Diferente será cuando entramos en la calleja que nos lleva a Otero de Herreros, muy divertida de recorrer, aunque el agua nos sorprende al cubrir hasta los ejes de nuestras ruedas. Muy conocido por los del lugar y cercanías que esta zona suele tener agua y barro incluso en verano por ser terreno arcilloso.

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Atravesamos Otero y nos dirigimos hacia unas excavaciones romanas donde se han encontrado numerosos restos prehistóricos. Y seguidamente pasamos al lado de la antigua mina de cobre a cielo abierto, explotada por los descendientes de Rómulo y Remo, los hermanos amamantados por la loba Luperca.

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El descenso en busca del arroyo del Quejigal cambia el paisaje y quizás sea lo más divertido de la ruta. Aunque debemos abrir cuatro puertas seguidas con sus nudos muy bien hechos por los ganaderos lo solventamos con soltura. No tardamos en regresar a Valdeprados donde ahora no pararemos, ya que se escuchan fuertes relámpagos en un horizonte que se va poniendo más oscuro a cada instante.

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Con el cielo amenazante, bajamos al río Moros y decido guiar a mis compañeros por una variante del trazado previsto por el Molino de Matute, allá donde se coció cal para el Escorial, para enfilar con rapidez hacia Vegas. Los relámpagos y el tronar de la tormenta que se acercaba desde Adanero nos alcanzaron, sorprendiéndonos a cuatro rezagados justo cinco minutos antes de llegar a Zarzuela.

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Bajo un solitario chaparro, que apenas lograba cubrirnos, soportamos una granizada cerrada y espectacular. Fue imposible continuar en esos instantes debido a la intensidad de los dolorosos impactos de las “piedras” en manos, brazos y piernas e incluso alguna a través de los agujeros del casco.

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Al entrar finalmente en Zarzuela, sus calles estaban completamente blancas cubiertas del granizo y el hielo recién caído, que rápidamente provocaron una brusca bajada de temperatura. Todos mojados a pesar de los chubasqueros y con frío; unos optan por acurrucarse en sus coches, poner la calefacción a tope y regresar a casa y otros, por acercarnos a la barra de Casa Campana, donde Ramón y Ángel nos ofrecieron refrescos y viandas que nos reconfortaron.

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Gracias a Ramón y a "Angelito" por su siempre atenta hospitalidad.



domingo, 12 de mayo de 2024

Ascenso al Collado del Mostajo desde San Rafael. No por conocido es menos duro

 

Si te ofrecen un asiento en un cohete no preguntes qué asiento. Sólo súbete


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En esta ocasión, carecíamos de un track previo para la ruta en nuestro GPS. La existencia de un track sugiere que el trazado ya ha sido recorrido con exactitud anteriormente o que alguien se ha tomado el tiempo de pintarla a mano meticulosamente.

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En San Rafael, en el lugar habitual, se reúne este grupo animoso: Andrés, Ángel, Enrique, Ernesto, Fer, Luis Ángel, Nacho, Pawel y Alfonso.

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Lo habíamos advertido: en esta jornada, la atención debía centrarse en el guía en cada bifurcación. Aunque las condiciones de los senderos y la estimación del tiempo de retorno imponían ciertas limitaciones, el propósito de la mañana era inequívoco: conquistar el Collado Mostajo.

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Las múltiples rutas trazadas por AlfonsoyAmigos en el corazón de la imponente Garganta del Río Moros despiertan recuerdos singulares en cada uno de los participantes, rememorando rutas ya exploradas. En ocasiones, es la memoria o un impulso instintivo lo que nos impulsa a dirigir nuestras bicicletas hacia la izquierda o derecha, casi sin pensarlo.

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Pocas sendas habrá en estos montes que se hayan podido escapar a nuestro escrutinio y resulta casi doloroso comprobar que muchas de ellas se han perdido recientemente, víctimas de las labores de explotación y reforestación. Sin embargo, es una realidad que no podemos eludir.

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Tras iniciar nuestra ruta de hoy, pusimos especial interés en variar los primeros kilómetros para llegar hasta las puertas de Las Campanillas. No obstante, hicimos una parada previa para fotografiarnos junto a la Casa del Baldío, un lugar que, como bien señaló el amigo Enrique Martín en 2015: “Bien merece una visita” 

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Descendimos por paisajes verdes que sorprendieron a más de uno, dejando a nuestra izquierda el encantador refugio del Vivero y, curiosamente, siguiendo el curso del arroyo Mostajo, que finaliza su viaje en el propio río Moros, cerca del Puente Negro.

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Nos esperaba una subida exigente hacia el Pino Cardosillo, donde hoy no quedará foto de registro, Un destino que no se puede pasar por alto, especialmente hoy, cuando el sendero se muestra más firme tras las recientes lluvias. A pesar de que la inercia llevó a algunos compañeros a buscar la pista alta, decidimos regresar rápidamente al camino principal y seguir adelante.

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Optamos por tomar desvío por la senda que surge por la derecha, pegándonos al curso del río Moros, disfrutando con cada metro recorrido en tan bello paraje y con el primer objetivo de aproximarnos a la base de la pantalla del embalse del Tejo, también conocido como Las Tabladillas.

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Posteriormente, nueva parada larga para deleitamos con las magníficas vistas desde la presa misma. Era impensable no capturar ese momento con una fotografía para el recuerdo.

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Reanudando la marcha, nos distanciamos del embalse de El Espinar tomando ahora el desvío izquierdo, ascendiendo durante un kilómetro hacia una zona más desafiante que siempre nos cautiva.

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Los más osados entre nosotros se empeñaron en cruzar el río Moros y superar el arduo desnivel con destreza, sin necesidad de desmontar. Tras este logro, que todos celebramos, disfrutamos de la hermosa senda que nos condujo al mirador de Las Barandillas.

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De nuevo, la lluvia del día anterior facilita el descenso hasta la pista principal. Ya hay compañeros que miran su reloj con insistencia y no tardan en dar pistoletazo de salida para iniciar regreso, de momento juntos. Arrancan los galgos.

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Siete kilómetros y medio muy veloces, pero sin escatimar extrema precaución por los andarines o ciclistas que encontramos o podemos encontrar por el camino. Es momento de despedirnos de Ángel, Enrique y Ernesto, que no parecen ver con demasiada envidia el ascenso que el resto vamos a emprender.

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Un suspiro largo y allá vamos, con las mejores de las intenciones, tal vez sin recordar bien la que nos aguarda, a pesar de que todos hemos realizado probablemente este recorrido al menos en un par de ocasiones.

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Los repechos con un desnivel del 15% no parecen asustar, porque les aguardan tramos durísimos del 17, del 18 y hasta breve del 23%. Un kilómetro y trescientos metros terribles de esfuerzo sin descanso, con algunos metros muy pedregosos que no han ayudado precisamente.  

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Impresionantes las vistas de La Peñota, que en 2017 desafiaron en ruta bici-andarina el amigo presente Andrés y el hoy ausente Santi, al que deseamos que pronto pueda estar con nosotros.

 

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2018

Y recordando, recordando, en 2018 nos atrevimos, más a pie que montados, con el tramo hasta Peña El Cuervo, pero creo que por hoy ya tenemos suficiente. 

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Si todo es fácil y perfecto. ¿Qué gracia tiene?


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Fue en abril del 2023 cuando volvimos a repetir la escalada y, afortunadamente, entonces dimos con la fuente del Mostajo, que marcaba el inicio del senderillo, transitable en bici, que nos permitió un descenso llevadero que hoy hemos confundido.

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El error, tal vez fruto del cansancio, nos ha obligado a duro regreso, siguiendo a pie sendas perdidas y buen tramo de cortafuegos-arrastradero hasta tomar desvío, ahora sí disfrutón, por la Majada del Pericón.

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La Cerca Montosa y los senderos de los aledaños, algunos muy maltratados por las recientes cortas, ya nos ponen en el camino de vuelta a casa tras una mañana sobresaliente.

Y el domingo que viene. ¿Qué?