A veces, tanto la vida misma como el deporte nos ponen a prueba, no para mostrar nuestras debilidades sino para descubrir nuestras fortalezas
Para
hoy, sugiero a mis compañeros una ruta que se podría pensar que es de trámite. Una
que realicé en solitario allá por el mes de diciembre pasado, época que me
obligó a abrigarme bastante más que hoy y con la que creo que ya vamos bastante
bien servidos.
Dispuestos
a disfrutar del encuentro, de la ruta propuesta y posiblemente a sudar más de
lo acostumbrado, aparecemos en el lugar previsto: Ángel,
Enrique, Juan, Luis Ángel, Pedro y Alfonso. Yo he
contado seis.
Quien con una sonrisa se levanta, un buen día le espera
La
preocupación es inevitable al pensar en el calor que nos aguarda, con el sol
calentando desde temprano. Antes de partir, ya vemos a
quien no duda en darse protector solar en cara, brazos y piernas. ¡Ojo
con las orejas!
Iniciamos la ruta y nos enfrentamos al primer obstáculo, un rampón, pero ¡alto! Que no es por ahí. ¡Menos mal!, suspira alguno. Tenemos que tomar un sendero que, aunque difícil de encontrar, emerge por nuestra derecha.
Yo me
adelanto, seguido por Juan, mientras los demás nos observan con expectación. A
medida que conseguimos avanzar, nos adentramos en una auténtica selva de hierba
alta por encima de nuestras cabezas que parece querer engullirnos, con zarzas y
cardos de afiladas espinas y muy mal carácter. ¡Menudo
recibimiento!
En este momento, comprendemos la sabiduría de aquellos amigos que siempre abogan por el uso de equipamiento largo, sin importar la estación del año.
Una
vez que nos ha dejado su firma, el sendero se despeja y se vuelve entretenido
hasta que, ahora sí, tenemos un desvío por la derecha que nos hará entrar en
calor, 200 metros de repecho al 16%.
Rodando con buen ritmo por el camino de Guadalix, nos adentramos en la Dehesa de Moncalvillo, en busca de las charcas de Hilo Peñas y la del arroyo de la Retuerta, donde haremos una primera parada. Después, siguiendo senderos que serpentean bajo el sol o se internan en zonas arboladas, con cortos toboganes de distintos desniveles que se superan con facilidad.
Luego,
tomamos la Vereda de las Tapias del Monte de Viñuelas, donde realmente
se complica nuestra marcha. Fuertes desniveles del 10,
12, 13%, la tierra suelta, las zonas de escalones, los pedrolos y las lanchas de piedra requieren una fuerza y habilidad para
avanzar, que no siempre bastan para mantenernos sobre la bicicleta en momentos
puntuales.
Por
los walkies se sugiere parada a medio ascenso para recobrar fuerzas o tomar una barrita, pero se
escuchan dos respuestas casi inmediatas: “Cuando
lleguemos arriba” “Cuando
estemos bajando y hayamos recuperado pulsaciones”. Dicho
y hecho, aunque no es fácil encontrar una sombra.
Alcanzamos
la solitaria Cruz de la Boca del Valle, (humilladero), restaurada
en 1999. Aquí se cruzan los caminos de Pedrezuela a
Colmenar Viejo con el de San Agustín de Guadalix. Desde
este punto podríamos acortar ruta y no será la única oportunidad que tengamos,
pero seguimos adelante.
Avanzamos
con velocidad por el camino de Guadalix, tomando un desvío a la izquierda tras
abrir y cerrar puerta, para disfrutar de divertido descenso y aproximarnos al
río Guadalix, cerca del embalse de Pedrezuela o del Vellón. Continuamos
nuestro camino por un sendero con formidables vistas que nos lleva a cruzar el
arroyo del Valle y atacar sin remedio un tremendo ascenso.
Cruce
de caminos que conocemos de otras rutas por la Dehesa de Pedrezuela. El
camino largo y después desvío sin pérdida nos sitúa en la mismísima pantalla
del Embalse de Pedrezuela, que desagua con fuerza por un aliviadero. Nueva
oportunidad de recorte, pero… seguimos adelante.
Si no queda satisfecho, le devolvemos su dinero
Nuestro
siguiente destino es la localidad de Pedrezuela, que parece alejarse
cada vez más a medida que nos enfrentamos a nuevos repechos, o recorremos
senderos plagados de espinas. El calor aprieta y afortunadamente
encontramos una fuente de agua fresca, en un parque municipal arbolado frente
al cementerio. Esta pausa nos da las fuerzas necesarias para seguir adelante.
Aunque nuestras energías están mermadas, debemos descender muy por debajo de la pantalla del embalse y luego volver a tomar altura por carretera. Pero ¿quién ha diseñado éstoooo? Agarrados con fuerza al manillar de la bicicleta, respiramos al ritmo necesario mientras superamos una vez más desniveles continuos del 11 y 12%.
Juan espera
al resto junto al desvío hacia el Camino de Servicio del Canal de Isabel II.
Allí
se despide de los demás. A pesar de que llevamos buena
hora y apenas restan 8 kms, él tiene prisa.
Ya todo llano, en bajada, ¿no?
Los
toboganes del camino siguen haciendo pupa y el sol arremete con fuerza. Solamente
tendremos realmente descenso muy rápido al salir de la dehesa y coger la pista
arreglada del camino de Guadalix. El Torreón
de la Retuerta estaba allí… pero yo ya ni lo vi.
Cansados,
muy cansados, pero caras de satisfacción y cruce de felicitaciones. Muchas
zonas divertidas y otras complicadas que no he llegado a narrar pero que fueron
recorridas con humor y valentía.
¡¡Enhorabuena a todos los presentes!!