Los desafíos son los que
hacen que la vida sea interesante y superarlos es lo que hace que la vida tenga
sentido
La
ruta de hoy nos llevó a través de los encantadores paisajes de El Escorial,
Zarzalejo, Robledo de Chavela, Fresnedillas de la Oliva, Peralejo. En
total, recorrimos más de 45 kilómetros, acumulando un desnivel de 709 metros. Poco
después de las 13:30 ya estábamos de vuelta.
Esta
es una ruta que ya habíamos realizado otras veces, también muchos años atrás. Sin
embargo, recordar esos tiempos nos hace darnos cuenta de lo mucho que hemos cambiado
todos. “En
aquel entonces, hacíamos más paradas y avanzábamos a un ritmo más lento”,
recuerda Barri con cierta nostalgia y a la vez asombro.
De
regreso, veo caras de satisfacción a mi alrededor y hay quien comenta en voz
alta: “A ver
con qué crónica nos sorprendes esta vez, Alfonso”. La
respuesta de otro compañero no se hace esperar: “Seguro
que ya la tiene escrita”
Pues
no, amigo, no está escrita. Soy incapaz de escribir con
antelación. Necesito sentarme frente a mi PC y sentir la
presión de tener que escribir para que las palabras fluyan.
¿Qué
ha pasado hoy? Notamos la ausencia de caras
habituales y, sin embargo, en el punto de encuentro nos reunimos un buen número
de amigos: Andrés, Barri, Enrique, Fer, Jesús, Luis
Ángel, Nacho, Pawel, Pedro, Rafa, Raúl y Alfonso.
Cuando
ya estábamos listos para iniciar marchar, nos encontramos a Galo…, o más bien,
él nos encontró a nosotros, sabiendo de donde íbamos a partir y habiendo
madrugado más. Qué alegría, amigo.
Nuestras
primeras pedaladas nos adentran en el Bosque de La Herrería y, con un
quiebro abandonamos la pista principal para tomar un sendero complicado, ya
conocido, que sin duda ayuda a todos a entrar en calor.
Pasamos
de largo la Fuente de la Reina y detengo a un grupo reducido para hacernos foto
a la entrada de la Cueva del Oso. Tras
superar las ruinas de la Casa del Sordo, nos reuniremos algunos más en la Silla
de Felipe II. Lástima que hubo compañeros que continuaron
sin detenerse.
Nos
acercamos a La Estación y Pajares, de Zarzalejo, pasando a los pies de las
montañas graníticas Machota Alta y Machota Baja, parajes en los
que nace el río Perales.
Cruzamos
las vías del tren primero hacia la izquierda y luego hacia la derecha, para
tomar un sendero que nos desafía al frente. Un
tren de mercancías se cruza en nuestro camino y, al vernos, el conductor toca
el silbato varias veces. Tal vez como aviso ante
cualquier imprudencia o quizá enviándonos un mensaje de ánimo y saludo. “Seguro
que es ciclista”, comenta Raúl.
El
sendero es largo, estrecho y muy empinado, justo el que me produce más
inseguridad por miedo a caer de lado con el peso de la e-bike… pero delante de
mí marchan Fer y Raúl con sus musculares y los veo superar con alarde de fuerza
y habilidad cada metro. No me queda más remedio que
intentarlo tras ellos y me alegro, porque así llegamos los tres al alto.
Estoy
seguro de que también lo lograron otros compañeros que marchaban por delante y
a Luis Ángel le veremos llegar por detrás. ¡Bravo,
bravo y bravo!
“Ir
tirando”, nos dice Jesús, que ha empezado a despojarse de ropa de abrigo. Por
delante tenemos un largo descenso de más de tres kilómetros hasta la localidad
de Robledo de Chavela. Breve parada para
reagruparnos.
¿Se
podría evitar subiendo por carretera? Si,
pero donde estaría la gracia. Además, nos perderíamos el encanto de rodar por los
caminos del Cerro de Robledillo, que nos da ocasión de hacernos otra
foto grupal con estupendas vistas. En
pleno esfuerzo, Enrique me pregunta: “¿Cómo
vas?”, señal de que él va sobrado.
Al
abandonar el cerro, alcanzamos la Ermita de San Antonio de Padua, una construcción
nueva que alberga la antigua ermita en su interior. Hacemos
un breve descanso y aprovechamos para repostar agua.
Andrés
y Enrique optan por tomar el siguiente tramo por carretera, decisión más
acertada que la del resto del grupo, que seguimos el trazado propuesto por un
sendero que actualmente está muy cerrado por la vegetación y que provocará
alguna caída.
Un
corto tramo por carretera, en el que oímos rugir motores de coches y motos de
alta cilindrada a gran velocidad, nos lleva hasta el desvío al camino de
Zarzalejo y al camino del Canalizo, que nos permiten rodar rápidos hasta Fresnedillas
de la Oliva, localidad en la que nació mi abuelo paterno en 1888, pero que
se remonta a la Edad de Bronce.
Mejor
cada uno a su ritmo, no hace falta dar consigna, en un tramo muy largo de vía
pecuaria no exenta de repechos y toboganes por el Cordel del Puente de San
Juan, con nuevo puente sobre el arroyo Perales.
Poco
más arriba, en un tramo de la Cañada Real Leonesa, el amigo Galo, al que hemos
visto muy, pero que muy fuerte, se despide para regresar de camino hacia el
embalse de Valmayor y nosotros cogemos senda hacia Peralejo.
Nos
aguardan cuatro kilómetros de auténtico disfrute por el camino de Peralejo a El
Escorial, una zona de verdadero encanto en esta época otoñal y siempre que las
piernas y la habilidad lo permitan. Zigzagueos
rápidos continuos, escalones, lanchas de piedra y las hojas caídas dando color.
Una
auténtica maravilla y, al final, más contentos que unas pascuas, una foto del
grupo con el Monasterio de El Escorial a nuestras espaldas.
Los
últimos kilómetros, adentrándonos de nuevo en el bosque de la Herrería, entre
castaños, robles, fresnos, enebros y sauces, que nos dan la bienvenida y nos
felicitan por la ruta realizada.