La
terraza del Bar La Corredera de El Espinar y el buen trato de Fati (¡un saludo!) acogen hoy
nuestro fin de ruta, que además nos ofrecen un rincón al que le llegan unos
rayos de sol que se agradecen.
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En la terraza del Bar La Corredera |
Pero
para llegar hasta aquí y merecernos unos refrescos y aperitivos, ha sido
preciso recorrer casi 28 kms. Poco ¿verdad?.
Esta
distancia puede ser inferior a las que habitualmente realizamos en otras rutas
y le puede parecer al lector que se ha tratado de una escapada de trámite, pero
nada más lejos de la realidad. No tienes nada más que preguntar a cualquier de
los que hemos sido protagonistas.
¡Ah!,
que no os he dicho quiénes hemos acudido hoy, pues aquí van:
Andrés,
Ángel, Antonio, Daniel, Enrique, Ferluy, Galo, Jorge, José, Juan, Luis Ángel,
Luis Ángel Jr., Samuel, Santi, Sergio, Toño y Alfonso.
Últimamente
se estaba relajando en todos el "sentido de la puntualidad" y por ello hice
hincapié en la convocatoria de que la hora marcada era la de comienzo de ruta.
Curiosamente,
faltando cinco minutos apenas estamos tres en el punto de encuentro y es ahora
cuando empiezan a llegar los que han apurado más.
Unos
minutos de cortesía y damos comienzo a la ruta.
Estoy
con Andrés y vemos partir al grueso del grupo, que pedalean a ritmo suave. Por
detrás se incorporan algunos compañeros de los más fuertes físicamente, por lo
que reiniciamos la marcha.
El
Camino de la Talanquera ha recibido la visita de máquinas que han dejado la
pista más ancha y para un fácil rodar, pero los tres o cuatro repechos conocidos
no te los quita nadie.
Ya
deberían habernos alcanzado desde atrás, pero no llegan. Retrocedemos en parte
y seguimos sin ver a nadie. Juan regresa desde el grupo de cabeza y va en busca
de los rezagados, siempre dispuesto a ayudar.
Minutos
de incertidumbre y es el propio Jorge, al que llamo por teléfono, el que me
informa de que ha sufrido avería que no han conseguido arreglar y que prefiere
regresar. También recibo llamadas del grupo de cabeza, que ya esperan preocupados
al final de La Talanquera.
Nos
agrupamos junto a la puerta donde se inicia el Camino de Peguerinos. Las
máquinas también han pasado por aquí y han dejado la larga y dura pendiente más
asequible para todos. El desnivel continúa, pero las piedras que complicaban
cada pedalada han desaparecido o han sido enterradas.
Empezamos
todos juntos, pero el grupo se va estirando. La dureza del recorrido marca el
ritmo de cada uno. Algo más de 2 kms hasta la primera parada.
Un
breve descanso y reagrupar se agradece justo en el punto en que la pista que
llevamos se cruza con la Vereda de los Serranos y la Vereda del Guijo. Estamos
a 1422 m y hemos empezado la ruta a 1194 m.
Pero
no os engañéis, tenemos por delante algo más de cuatro kms de ascenso por un
camino muy quebrado, pedregoso y por el que discurre el agua.
Según
tomamos altura, el suelo y los arbustos se tiñen de blanco por el rocío de la
noche y el viento es frío y fuerte, aunque en ocasiones se nos coloca de cola y
se nota su ayuda.
Pido
nueva parada al paso de la siguiente puerta y aprovechamos para realizar foto,
pero realmente hace frío y es mejor continuar.
¿Qué
pasa? Mis compañeros han encontrado un
perro abandonado que cuida de una cría reciente. Cuatro crías más yacen muertas,
según parece.
Se hace intento de que alguien acuda en ayuda, pero sin éxito.
Nuestra
ruta nos lleva hacia La Cepeda y el cruce de las Tres Provincias (Segovia,
Ávila, Madrid), para lo que tendremos que descender un tramo por zona muy
pedregosa, que conocemos bien. Realmente es mejor apretar la marcha e intentar
conseguir que las ruedas vuelen sobre las piedras.
Si
llamáramos a esta ruta “la de los pedrolos” nadie se extrañaría, pues
nuevamente tenemos recorrido complicado y esta vez en ascenso. No son escalones,
pero si mucha piedra suelta que invita a perder la dirección o pegar un
llantazo e irte al suelo.
Nueva
parada en la zona de la Majada del Caballo, al sol, pero el aire frío no cesa.
Tomamos
dirección sur y llegamos a la zona de Fuente la Reina, dejando a nuestra
izquierda fuente con bañera y a nuestra derecha un bunker semioculto entre
matojos.
En
encrucijada de caminos, conocidos por la mayoría al formar parte de diferentes
rutas, tomaremos la más empinada que nos sale por la izquierda.
La
pista se encuentra en perfecto estado para rodar y se agradece después de los últimos
kilómetros.
Para
evitar que los compañeros más “tocados” se nos descuelguen, los que vamos en
cabeza procuramos mantener ritmo lento y miramos hacia atrás con frecuencia.
Hace
rato que avisamos a Sergio de que lleva una rueda floja y ahora no le queda más
remedio que detenerse y arreglar el pinchazo.
Daniel
está realizando bastantes kilómetros con una rueda descentrada que le frena y
Ferluy también comenta que lleva una rueda frenada. Debe ser el resultado de
los malos tramos recorridos.
Recorremos
unos metros, campo a través, de los que le gustan a Enrique y cogemos
nuevamente pista.
Ahora
pasaremos junto al punto de desvío que nos llevaría a la Cruz de Pedro Álamo,
pero también forma parte de otra ruta y de otra ocasión. Estamos a 1692 m el punto más alto de
la ruta.
Abandonaremos
la pista por la derecha y en descenso divertido y habilidoso nos pondremos en
las cercanías de la Boca del Infierno y después en la cotera de Segovia-Ávila.
Sendero,
muy marcado ahora por las motos, que nos acabará llevando a cruce con el Camino
del Ingeniero. Aquí tenemos varias opciones.
Algunos
quieren seguir por la derecha, pero hay consulta popular y optamos por la
izquierda.
Este
tramo invita a meter un buen ritmo y disfrutar, aunque te encuentras alguna
zanja que otra (por culpa de aguas torrenciales) y hay que estar muy atentos.
Cruce
con la Vereda de Santa Quiteria y nuevo descenso largo hasta llegar a El
Espinar. Pero antes habrá que superar auténticas trampas en las que te juegas
tener una mala caída. El terreno está fatal: Trampales escondidos con mucha
agua, piedras, ramas, zanjas en las que es fácil hundir la rueda o dar con los
pedales, en unos tramos con mucha pendiente que invitan a dejarte ir.
Al
agrupar a mitad de recorrido, Samuel aprovecha para arreglar pinchazo y Juan se
limpiará el barro del cuerpo después de haber tenido una caída, aparentemente
sin daño.
Algunos
compañeros ya comentan lo espectacular de la ruta mientras recorremos los
últimos kilómetros. José Villena, siempre con prisa, nos abandona en este punto.
Y
ahora sí que nos hemos merecido los refrescos de Bar la Corredera y los abrazos que todos cruzamos, aunque Samuel todavia tendrá que arreglar otro pinchazo.
La
generosidad de Toño quedará patente cuando nos invita a todos por su cumpleaños
recién cumplido y al enterarnos, ya en casa, de que ha regresado a buscar los
perros abandonados (macho adulto y cría) que vimos por el camino y los ha adoptado. Bueno, con la cría se ha quedado Sergio Moreno. ¡Bravo!
Y ya hacemos planes para el próximo fin de semana.
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