Conocido
el aviso de “nieve en los altos”, cogemos nuestros bártulos y nos desplazamos a las proximidades de Pelayos de la Presa,
al suroeste de la Comunidad de Madrid
Ya estuvimos
rodando por estas tierras apenas estrenado el mes de marzo del año pasado. Por entonces, condenábamos el inicio de la
guerra en Ucrania tanto como el hecho de que ahora, transcurrido un año, los
responsables no detengan tanto horror.
Alejándonos
de los aparcamientos medio públicos/privados de los restaurantes cercanos, que
siempre encontramos abarrotados a nuestro regreso, esta vez detenemos los
coches junto a la M-501 en una explanada solitaria y blanca de escarcha por el frío de la
noche que un tímido sol intenta calentar.
Allí
nos juntamos, bien abrigados unos y muy abrigados otros, Andrés, Ángel,
Enrique, Fer, Luis Ángel, Pawel, Santi y Alfonso. Reducido grupo, pero animoso, que pronto empieza
a dar pedales cuesta arriba.
Hay
que entrar en calor cuanto antes, eso intentamos, pero un viento frío ha
decidido unirse a nosotros desde los primeros metros ¡Que alguien cierre esa puertaaaaaa!
Tenemos
el Embalse de San Juan a la vista,
no al nivel que nos gustaría a todos pero ahí está, ejerciendo atracción para
que lo inmortalicemos con alguna foto que intentamos no salga movida por los
golpes de viento. Seguimos
sin entrar en calor y rápido retomamos la marcha.
La pista nos introduce entre el Cerro del Yelmo (679 m) y el Cerro del Valle Lorenzo (775 m), dejando a la vista el ramal del río Cofio que desemboca en el embalse. Bordeamos el Cerro Esteban (812m) y seguimos tomando altura sin encontrar apenas respiro mientras que el viento sigue jugueteando con nosotros.
Febrero 2023 |
Marzo 2022 |
Las
paradas para reagrupar dejan más fríos a unos y saben a poco a otros. Santi tiene problemas para poder meter el
piñón grande y lo echa de menos en algunos tramos, pero aguanta.
Un descenso rápido que se agradece, casi hasta el fondo del valle y superando puente sobre el arroyo de Vallefrías, pero enseguida volvemos a tener las ruedas delanteras más altas que las traseras por la pista algo rota de la Cuerda Verduguera, que ralentiza más la marcha.
Estamos
bordeando el Huerto de Elías, pero por allí no le vimos, debía estar pegado a
la chimenea. Seguimos
subiendo y el sol sigue sin calentar lo suficiente pero, por el esfuerzo, ya
hay compañeros que se detienen para quitarse alguna capa de abrigo.
Llevamos
recorridos 18 kms y no hemos dejado de subir y subir, con fuerte desnivel
acumulado. A
nuestra derecha la Cabeza de la Huerta
(1126 m), pero nos olvidamos de trepar por el cortafuegos.
A
partir de aquí se diría que empezamos a bajar, pero es engañoso. Sigue habiendo desnivel, aunque menos, pero el
viento no se cansa de empujar, lo que te provoca una sensación rara al no poder
avanzar tan rápido como quisieras.
Reagrupamos
al topar con la M-539, siempre con mucho tráfico y nos obligamos a rodar por
sendero paralelo por la derecha para cruzar después a la izquierda y seguir
unos cientos de metros más por otro sendero pero, finalmente, no queda más
remedio que rodar por asfalto.
Durante
3 kms, de a uno, con mucha precaución, aguantando el paso rápido de vehículos y
el viento que te empuja contra los guardarraíles. Nuestra admiración y reconocimiento para todos
los ciclistas de carretera que se juegan la vida en cada salida. Y habrá quien diga que nosotros nos la jugamos
en más de una trialera por la que descendemos pero, es lo que hay. Cada uno a disfrutar de lo suyo, pero con salud.
Entramos en zona urbana de Robledo de Chavela, custodiados por hilera de cruces de piedra en paseo peatonal. Junto a la última, ya giramos en busca del camino de Navahonda, pero se agradece una breve parada al sol. Estamos en pleno GR-10, sí, la Gran Ruta que se inicia en Valencia y finaliza en Lisboa. La tenemos en nuestra agenda… confiando en que alguien con nuestro apellido la lleve a término algún día.
Aquí
no hay amigos, cada cual al ritmo que le permiten sus piernas y su respiración.
Dicen que con el aire en
contra se respira mejor… El
camino lo encontramos sin agua y sin barro, lo que se agradece, pero nadie se
ha tomado la molestia de quitar unas cuantas piedras y allanar algunas chepas.
Vamos
llegando como con cuenta gotas al punto de mayor altura de nuestra ruta, el paso
del Alto de Navahonda (1035 m), y
extrañamente con caras de esfuerzo y a la vez de satisfacción. Santi ha aguantado con el cambio en malas
condiciones y decide que es el momento, algo tardío, para intentar el arreglo.
El
descenso hasta la Ermita de la Virgen de
Navahonda ya nos resulta sobradamente conocido y tal vez por ello cada vez
lo disfrutamos más. Unos,
zigzagueando siguiendo trazados ya visibles o evitando los peores pasos y
otros, haciendo rectos por el trazado más corto como si las bicicletas
surfearan sobre las piedras.
Quien
marchaba en cabeza ha ido avisando a través de los walkies de cruce con
senderistas con el fin de aminorar la marcha al máximo. Da gusto cuando el cruce de saludos y
amabilidad prevalecen.
A las
puertas de la Ermita, aprovechamos que los rayos de sol ya están más presentes
para tomarnos un merecido respiro. Alguna
foto por aquí y otras ya junto a las instalaciones de la Estación Espacial de Madrid NASA.
¡Vamos! Que ya
queda menos. Avanzamos
rápidos por pista siguiendo el trazado del arroyo
de Valdezate, que acabaremos vadeando más adelante para superar repecho,
adentrarnos en zona de pinares y atravesar Las
Navas del Rey no sin tentación de detenernos a tomar algún refrigerio y
aperitivo.
El
descenso a través de la urbanización El Morro nos va a dejar junto al río Alberche y el embalse de Picadas. Unas
fotos y a recorrer los preciosos últimos kilómetros por la vía verde, donde no
faltará quienes aprovechen para dar el último apretón.
Nuestro cambio de punto de inicio nos va a obligar a superar un par de toboganes pero, al final, aquí nos podemos tomar con más calma y sin molestar a nadie el cruce de felicitaciones y recogida de trastos. El viento sigue presente.