Admito que he llevado a mis
compañeros al límite…, pero no me siento culpable
Cuando anunciaron el
confinamiento de Madrid y de otros municipios de la provincia, fuimos
conscientes de que nuestro Grupo había sido partido en dos y aún había que
agradecer que al menos pudiéramos salir a dar pedales.
Hacía tiempo que una ruta me
rondaba en la cabeza desde que la descubrí en wikiloc y quedó marcada en mi
agenda para intentar realizarla cuando todo fuera propicio. El autor la había
publicado en mayo de 2014 y desde entonces muchas cosas podían haber cambiado.
Parecía que había llegado el
momento: Aún no hemos cambiado la hora de inicio de nuestras rutas, lo que
permite realizar recorridos más largos. La temperatura acompañaba, pues
debíamos alejarnos de días calurosos o demasiado fríos. Y aun deseando la
compañía de todos los amigos, el ser esta vez un grupo reducido nos podía ayudar
a realizar la ruta a modo de exploración.
Dudaba y dudaba, pero me
animaron a lanzar la propuesta YA.
La mañana es fresca en el
Paseo Rivera de San Rafael y dudo si habré acertado al ponerme de corto, más
cuando veo llegar a Pawel bien pertrechado.
Extraña ver que desde el
final del paseo se acerca Andrés pie en tierra y empujando la bicicleta. Su
rueda trasera gira, pero está totalmente desinflada. Nos acercamos los tres a
mi casa para dar un buen apretón de aire a la rueda y descubrir pronto que el
aire se escapa con facilidad por un pequeño corte. Ya estábamos dispuestos a
utilizar una “mecha” para taponar, cuando el líquido tubeless acaba haciendo su
labor. La rueda no volverá a dar problemas en toda la ruta.
Se nos une Luis Ángel que
apura la hora más que una cuchilla de afeitar bien afilada y marchamos los
cuatro hacia El Espinar, donde con algo de retraso sobre la hora prevista
encontramos a Santi y a Juan Carlos.
Pues nada, allá vamos por la
Vereda de la Talanquera, dejando atrás a El Espinar y al cerro del Caloco con “boina
de niebla”. Esperamos que sea presagio de que el día va a abrir.
Tres kilómetros de ascenso
hasta el Camino de Peguerinos y seguimos adelante. Pawel se detiene junto al
refugio Majada de los Lobos, pero hoy la fuente se niega a ofrecer agua. Juan
Carlos parece ir siempre en cabeza como si no hiciera esfuerzo, aunque se detiene para ir abriendo las porteras.
Con razón se llama Majada de
Viento la zona que atravesamos, que
ayuda poco a avanzar por una camino muy pedregoso que siempre se nos antoja en
peores condiciones que la vez anterior. Una fotito junto al monumento a las
Tres Provincias, esta vez desde La Cepeda en terrenos madrileños. (Nos acabamos de saltar el confinamiento sin
quererlo). Hay otra zona denominada Majada del Viento más adelante.
Un descansito junto a la
línea divisoria de provincias y regresamos a Ávila de camino hacia Peguerinos,
cuando la niebla va abriendo o quedando atrás. Descendiendo por pista de
hormigón somos más conscientes de lo duro que es el ascenso en otras ocasiones.
Al alcance de nuestra vista
la localidad de Peguerinos y un Embalse de la Aceña que deja muy al descubierto
la pantalla de la presa. Andrés empieza a tener un ruido extraño en su
bicicleta. ¿Será el núcleo? Alguno apunta a que se ha aflojado algún tornillo
del cassette de piñones.
Ahora da comienzo uno de los
tramos inéditos de la ruta. Al final de la pantalla giramos a la derecha y
cogemos desvío duro que primero nos acerca a cantera abandonada y que se
endurecerá a cada metro por su desnivel y por la cantidad de piedra suelta que
obligan a mayor esfuerzo para avanzar sin resbalar.
Me detengo para alguna foto e
intento imaginar qué estarán pensando mis compañeros, pero tal vez sólo estén
concentrados en dar una pedalada tras otra sin desfallecer.
Algo más de 5 kilómetros
de duro y constante esfuerzo que ahora se narran muy rápido. A nuestra derecha
y alejándonos de él queda el Embalse del Tobar, pero no se me ocurre decir a
mis compañeros que miren para echar una ojeada.
Cuando alcanzamos por fin la
pista asfaltada, surge un suspiro de satisfacción generalizado y las
felicitaciones son espontáneas. Impresionantes los paisajes que yo si me he
permitido disfrutar.
Breves instantes, tras el duro
esfuerzo, en los que surge el dilema de si seguir adelante con la ruta o girar
a la izquierda y regresar a casa. Aviso a todos de que lo que resta “no es moco
de pavo”…. Pawel está dispuesto a seguir y el resto se deja convencer
fácilmente.
Parece que hoy no hay compromisos ineludibles de hora de regreso,
pero Luis Ángel aprovecha para llamar ya a casa y avisar. Más de una llamada
similar se producirá en los próximos minutos.
Estamos a 1647 m y perdemos
bastante altura conseguida descendiendo hacia el Puerto de Abantos para coger
poco después nuestro desvío, sin llegar hasta el Puerto de Malagón.
Conocemos bien este tramo en
ascenso, pero no podemos evitar detenernos aquí y allá para hacer varias fotos
con el Monasterio de El Escorial a nuestros pies. Los próximos cientos de
metros vuelven a ser muy duros y cada cual hace filigranas para seguir
avanzando. Se escucha algún grito de cabreo cuando un resbalón inoportuno hace
poner pie en tierra.
Casi hay que pedir la vez
para hacerse una foto junto a la cruz blanca en el Pico de Abantos (1753m).
Ciclistas y andarines no quieren perderse recuerdo del logro conseguido, aunque
hay quienes disfrutan del sol sentados sobre las piedras. Nos demoramos con las fotos,
pero ya tenemos claro que no tenemos más prisa que la que pueda provocar el
hambre en nuestros estómagos.
A partir de aquí dos o tres
toboganes por el GR-10 o Cuenca del Guadarrama, junto al muro de piedra que
separa Castilla León de Madrid. Pasamos junto al Portillo de los Pozos de Nieve
que ya visitamos en anterior ocasión. La puerta de hierro aparece con un hermoso
candado.
Un bonito sendero habilidoso
y complicado en ocasiones nos llevará hasta el Refugio de la Naranjera, que
parece tenerse en pie gracias a sus grandes muros de piedra. El tejado no ha
tenido la misma suerte. El Adiós de los Refugios de Montaña
Nos olvidamos del descenso
realizado en otras ocasiones y esta vez cogemos variante a espaldas del propio
refugio que nos pondrá a todos a prueba, para demostrar lo que hemos aprendido
hasta hora de descensos complicados.
Muchos escalones de piedra
al principio y después dependerá del flow que seamos de imponer cada uno. Juan
Carlos ha partido delante y le perdemos de vista. Santi, que hoy ha aparecido
con su bicicleta de repuesto, sí la de 26”, le sigue y también dejo de verlo tras los primeros tramos complicados.
Yo tengo como referencia a
Pawel y la verdad es que haremos montados más de lo que seguramente hubiera
sido aconsejable. No veo las maniobras de Andrés y Luis Ángel que bajan por
detrás. Nuevas felicitaciones al reunirnos y especialmente contento un Santi
que no duda en proponer repetir este tramo en breve… y traerse su máquina de 26”
de nuevo.
Divertido sendero hasta
cruce con el Camino de las Navacuelas y ahora, de la manera más inoportuna,
hace acto de presencia un fuerte viento que lejos de ayudarnos detiene con
fuerza nuestra marcha. Juan Carlos empieza a ser víctima de fuertes calambres
en las piernas… Claro que, es de lo que aún defienden que es capaz de hacer
rutones sin comer ni beber en el trayecto… y así sucede, pero se recupera para
atacar las últimas pendientes.
Muchos kilómetros en las
piernas para superar con demasiada alegría los últimos 2 kms duros hasta el
Collado Hornillo, pero aquí nos agrupamos antes de descender por la Cañada Real
Leonesa hacia el mirador de Peña El Águila, vadear Arroyo Mayor y aparecer en
San Rafael con una alegría tal vez antes nunca vista, donde la adrenalina
parece haber hecho su trabajo con creces.
Me
despido de mis amigos, se les ve cansados, pero todos sonríen