12 de octubre, Fiesta
Nacional para tod@s y que cada cual la celebre como guste. Nosotros, dando
pedales.
Convocatoria
un tanto o un mucho atípica pues, por circunstancias, decidimos marcar la hora
de partida a las 10 horas. Y así, nos presentamos a la
cita: Andrés,
Fer, Juan, Nacho y Alfonso, ni más, ni menos.
En mi
mente, la ruta que la lluvia nos obligó a recortar-modificar el pasado 17 de
septiembre. Ruta muy engañosa que, en anteriores
ocasiones, nos ha originado problemas por averías, lluvia, barro o nieve y que
siempre se nos ha ido de hora. Hoy, precisamente, no es que
hayamos madrugado.
No
madrugamos y tampoco partimos puntuales, pues nos pondremos en marcha poco después
de las 10,30. En ese momento, no quiero pensar, ni comento a
mis compañeros, la que nos puede esperar… aunque todo vaya bien.
Desde
El Espinar y como si le hubiéramos cogido gusto al inicio de ruta, nos
dirigimos hacia la ermita de San isidro y la Mata de Santo Domingo,
cogiendo rápido buen ritmo. Pero nos surge el primer
contratiempo: En la puerta metálica de la zona de La Cuadrada
cuelga un cartel que avisa de que están cazando. Mejor
no pasar.
Retrocedemos
y buscamos alternativa, acercándonos a la cantera de Navalvillar, que siempre
invita a dejar algún recuerdo fotográfico y viéndonos obligados a atravesar
alguna finca en la que encontraremos un pacífico rebaño de búfalos “de
agua”, (originarios del sudeste asiático), para acabar tomando la Cañada
Real Soriana Occidental.
Dejamos
a la izquierda la Cerca Portillo y uno de los nueve mojones
conmemorativos de la Carta Puebla y seguimos adelante atentos a realizar
desvío y coger sendero a media ladera, que procuramos no perder a lo largo de
casi 5 kms y que nos sitúa en collado (sin nombre) por el Camino de
Vallestuertos. ¡Por fin he conseguido que Fer
hiciera este trazado!, aunque a regañadientes.
El
avance se complica bastante más a partir de ahora. Hay que estar muy atentos al
track e intentar además seguir sin pérdida lo que parecen ser más las huellas
de vacas que un sendero. En cabeza se coloca Juan, que con habilidad y sin
extravío avanza zigzagueante llevándonos al resto tras su ”sendero luminoso”.
Realmente
complicado y más cuando tenemos que saltar en dos o tres ocasiones el muro de
piedra que se planta ante nuestro camino. Zona
de roquedales, de cardos, de espigas altas que ocultan piedras o agujeros en
los que poder hocicar, pero que encienden el ánimo de todos al comprobar que
avanzamos sin incidencias.
Un
último esfuerzo por el Alto de la Hoya, en la ladera de Peña Morena
(1441 m) con estupendas vistas a Campo de Azálvaro y nos situamos en la
pista de servicio del Parque Eólico de Villacastín, en la Sierra de
Ojos-Albos, uno de los seis instalados en la provincia de Segovia.
Impresiona
de verdad encontrarse a los pies de estos gigantescos molinos, que seguramente
habrían asustado al mismísimo Don Quijote con el mover de sus largos y
poderosos brazos.
Dos,
tres, ¿acaso fueron cuatro? Varios repechos, de durísimo
desnivel, hasta completar recorrido de algo más de cuatro kilómetros y poder
llegar al Puerto de la Cruz de Hierro (1467 m). Algo
más de las 13 horas y aún nos queda regresar, pero parece que nos hemos hecho a
la idea.
Andrés,
tal vez el más sensato del grupo, opta por descender por la carretera (AV-501)
y el resto, decidimos bajar por el sendero trialero a pesar de que una cuerda atravesada
sugiere tímidamente no intentarlo.
Malo
el comienzo y peor lo que viene detrás pues, al desnivel propio de la zona, se
le añade un terreno muy duro y seco, donde cuesta frenar y que además desemboca
en grandes zanjas que no logras evitar si no es a pie. Después,
zona de cardos, de altos arbustos que se han comido la senda y de zarzas en las
que acabas dejando recuerdos de la piel de brazos y piernas. Una
tortura.
Recibo
llamada de Andrés, que ya ha llegado a la ermita del Cubillo y de Fer
para avisar de lo malo del camino, con lo que pierdo de vista al resto. Acabaré
rodando bastante mejor y rápido en la segunda parte del tramo y desembocando
directamente en la ermita sin más problemas, pero los que iban delante no han
llegado.
Parece
que se han fiado de su intuición y acabarán llegando por distintos puntos algunos
minutos más tarde, cuando el calor ya se deja notar. Se
agradece tomar un refresco en la cantina de la propia ermita. ¡Vamos,
hay que seguir!
La
marcha se acelera en recorrido hasta Las Navas de San Antonio y será bastante
duro en el ascenso hasta la Torre del Telégrafo con un calor que casi
quema y el esfuerzo acumulado en las piernas. Sólo
Fer parece estar fresco como una lechuga.
El
descenso hacia El Espinar de sobra conocido. ¡Ah! No
se escuchó un sólo tiro en toda la mañana.
Orgulloso
de mis compañeros.