¿Pero a dónde vais? Que va a lloveeeerrrr. Como si a AlfonsoyAmigos le preocupara tal posibilidad
Seguro que más de un
miembro del grupo recibió en casa el aviso de tormentas e incluso es
probable que viera la previsión del tiempo de primera mano, pero ya hemos
aprendido a no fiarnos de previsiones o quizá es que preferimos no hacer caso
de ellas.
AlfonsoyAmigos en la Cueva del Monje |
A primera hora de la
mañana algún paisano de San Rafael me vio cargar la bicicleta en el coche y
creí ver en su rostro una clara sonrisa irónica que no supo o no quiso disimular. Se ve que también escuchó las
previsiones.
Los que pasaron de avisos
en esta ocasión:
Andrés, Antonio, Daniel,
Daniel JR., Ernesto, Eva, Juan, Luis Ángel, Miguel Ángel, Nacho, Santi, Toño y
Alfonso.
Ernesto se encontraba a
temprana hora en el punto cero fijado dudando si había confundido el
lugar o la hora, pues era el primero y único usuario del parking, pero pronto
Andrés y yo disipamos sus dudas con nuestra llegada.
El resto del grupo llegó
en pocos minutos y los abrazos se multiplicaron con el regreso de Luis Ángel de
sus vacaciones.
Iniciamos la marcha
acercándonos a la pantalla del Embalse
del Pontón Alto. Tal vez el embalse no se encuentre en uno de sus mejores
días ni con su mejor imagen, pero ya tendremos ocasión de volver.
Recorremos sin dificultad
el sendero que discurre junto a una serie de mojones que delimitan su trazado,
pero el recorrido, de unos cinco kilómetros, es divertido y nos ayuda a ir
soltando piernas.
Nos adentramos en zona urbana
de la localidad de San Ildefonso y aunque nuestra marcha es muy sosegada y
ordenada, aparece paisano que se dedica a soltarnos improperios. Procuramos
contestar de la forma más educada y seguimos marcha.
NOTA al margen 1:
A pesar de que en AlfonsoyAmigos respetamos siempre al máximo a todo aquel con
el que nos cruzamos, disminuyendo nuestra marcha, dejando paso y saludando con
amabilidad, lo cierto es que cada día es más frecuente encontrarnos con gente
que poco deben tener de deportistas
y que disfrutan más insultando a los ciclistas que de su propio paseo.
El sábado ya me escapé en
solitario por estos lares y ahora aprovecho a guiar al grupo por senderos que
todos disfrutamos.
El Puente Blanco, el
Puente Negro, el Puente del Vado de los Tres Maderos van quedando atrás según
avanzamos, pero los arroyos se encuentran muy secos en esta ocasión.
NOTA al margen 2: Cuando escribo estas letras, después de unas largas horas en las que la lluvia jarrea sin parar, probablemente ya los arroyos no estén tan secos como los vimos.
Una pista con desniveles
importantes como en la que nos encontramos, provoca que el grupo se estire y
cada uno aproveche su condición física de la mejor manera, pero en esta ocasión
ninguno llevamos un walkie que llevarnos a la boca para dar avisos.
Marcho con el grupo de
cola y cuando lanzo aviso para que se detenga la cabecera en la siguiente curva,
ya algunos se han destacado tanto que no logran escuchar la llamada.
Sin saber de nombres y conociéndolo
hoy tras ver el track de mi ruta del sábado en mapa, la intención era coger el desvío
que descubrí que por la derecha y que en duro ascenso, nos hubiera acercado al Cerro del Puerco, lugar de referencia
en la zona.
Quedará para próxima
ocasión la visita (donde se dice hay
además trincheras dignas de conocer), pero reconozco que cogí uno de esos
mosqueos que poco logro disimular y que tan poco me duran, pero que creció al
darme cuenta de que, los que iban en cabeza, se habían pasado también el desvío
al punto protagonista del día, la Cueva
del Monje.
Santi ha regresado y nos
encuentra. Una fotitos y recuperamos la marcha por pista que aún toma más
desnivel. Un poco de chirimiri apenas perceptible, presagio de lo que está por
llegar.
Logramos reunirnos con
los galgos, que ya empezaban a preocuparse por nuestra demora.
Las fuentes no faltan por el camino y las encuentras si procuras estar pendiente de pequeños carteles desvencijados, como tampoco falta una sucesión de interminables toboganes rompepiernas que parecen tener muy mala sombra.
Las fuentes no faltan por el camino y las encuentras si procuras estar pendiente de pequeños carteles desvencijados, como tampoco falta una sucesión de interminables toboganes rompepiernas que parecen tener muy mala sombra.
La temperatura ha descendido varios grados y la lluvia se deja notar a pesar de rodar bajo árboles. Los coloridos
chubasqueros empiezan a aparecer.
Ahora no hay pérdida… nos
detendremos al cruce con la CL-601, un poco más abajo de Las Siete Revueltas.
Cruzamos con mucha precaución y los chubasqueros-cortavientos parecen ya resultar insuficientes. Hay compañeros que prefieren no ponerse nada y para
otros parece haber llegado ya el invierno.
Ya tenemos como
referencia y a nuestra derecha el Río Eresma, que nos acompañará durante un
buen rato. Los tonos colorido de plantas y helechos bajo la lluvia son preciosos y
sorprende no encontrar nada más que algún excursionista despistado o tan loco
como nosotros.
En ausencia de modelos
con las que fotografiarnos, Andrés decide darse un buen chapuzón en una poza
clara y transparente. Risas y fotos no faltan.
La lluvia va en aumento,
pero estamos disfrutando y nadie quiere tomar
las de Villadiego, así que continuamos con la ruta prevista atacando un
duro y largo ascenso junto al Arroyo de los Acebos, una vez superado el Puente de Navalacarreta, que parece incluso agradar
a todos.
Al ir a superar puerta
nos detenemos y pasamos lista. Nos faltan tres compañeros, pero les vemos
detenidos más atrás. Parece ser que Daniel ha pinchado y no puede haber sido
menos oportuno, pues la lluvia arrecia tanto que en ocasiones parece granizar y
ni los árboles nos refugian aunque nos peguemos a los más frondosos.
La espera se alarga, debe
haber algún problema difícil de solventar y el cielo se oscurece más y más, los
relámpagos y truenos estallan hasta asustar. Creo que bajo árboles, en grupo y
con nuestras máquinas metálicas pegadas al cuerpo… llevamos muchas papeletas
para que algo malo ocurra.
Cuando recuperamos la
marcha, en nuestro camino y alrededor se han formado arroyos improvisados que
nos obligan a rodar chapoteando permanentemente. Agua de lluvia que a ratos es diluvio y la que nosotros mismos vamos levantando a cada pedalada marchando en hilera.
Poco antes de llegar a
nuestra meta la lluvia se detiene como por arte de magia, estamos calados de
pies a cabeza y bastante destemplados, pero tendremos humor para hacernos
alguna foto más.
Al llegar al aparcamiento,
los abrazos, felicitaciones y risas serán más llamativas que de costumbre. Los
cepillos utilizados para la limpieza habitual de las bicicletas servirán hoy
para intentar quitarnos del cuerpo los pegotes de barro.
…Y encima a muy buena
hora, con el sol haciéndonos guiños y con tiempo para compartir unas cervecitas.