La Ruta del Capó
Sonó el despertador y supe
enseguida que nos esperaba una mañana especial, quería llegar pronto al punto
de encuentro
Salgo
de casa cuando todavía es de noche y pronto el coche da aviso de que tenemos
temperaturas bajo cero. Cuando
supero el hipódromo de la Zarzuela se apagan las luces del alumbrado de la A6,
tal vez para aprovechar la luz de una luna casi llena o para insinuarme que aún
debería de estar en la cama.
En la
radio se escucha “Ritmo”, de The Black Eyed Peas y juraría que cantan: “Con
esta ruta rompemos y a mediodía volvemos”.
Aparezco
en El Tomillar con bastante tiempo de antelación, pero no consigo ser el
primero, ni el segundo, ni siquiera hago podio con un tercero… se ve que no soy
el único que hoy se ha levantado con una energía diferente.
En
pocos minutos hacemos nuestro el aparcamiento y todos nos afanamos en poner las
bicicletas a punto a la vez que saludamos a los amigos.
A
pesar de las amenazas de frío intenso hoy hemos aparecido: Andrés, Ángel,
Enrique, Fer, Forlán, Galo, Jesús, José María, Juan, Miguel Ángel, Nacho, Nati,
Patrick, Toño y Alfonso.
La
mayoría con varias capas de abrigo, con verdugos en la cabeza o bragas al
cuello que hacen a algunos compañeros irreconocibles, pero el frío parece ser
más soportable de lo esperado y pronto cogeremos temperatura con el duro
ascenso por las zetas de asfalto.
Enrique
me preguntó la noche anterior que cuál sería el trazado de hoy y le dije: Clásica hasta el Puerto de Malagón. Y así se cumple, con el inicio por las zetas,
con la parada en el primer mirador y la foto de recuerdo…
Pero pronto
se rompe la disciplina, porque hoy nadie para en la fuente que nos coge de
camino, apenas alguno se detiene a hacer una foto al Monasterio de El Escorial
y ninguno espera al resto en la curva que indica el comienzo del ascenso hacia
el puerto.
Un
puerto considerado de primera categoría en varias ediciones de la Vuelta
Ciclista a España y en la cronoescalada de 2003, pero que ahora presenta una
pista bastante rota.
El
grupo se estira y se estira pero sin romperse y en el puerto, que comunica los
municipios de San Lorenzo de El Escorial (Madrid) y Peguerinos (Ávila), esperan
al resto los compañeros que llegaron con más fuerzas. Hoy no hace viento en el alto y el sol ya se
deja notar.
El
ascenso al Pico de Abantos, al Portillo de los Pozos de Nieve e incluso al
Refugio de la Naranjera quedarán para otro día, a pesar de ser ya conocidos. En esta ocasión, giramos nuestras miradas
hacia la izquierda, hacia el Embalse del
Tobar, que data de 1959 y que siempre nos hemos limitado a ver de lejos.
Abandonamos
el puerto y por la derecha cogemos camino que, a juzgar por su estado, no debe
ser transitado nada más que por ciclistas y andarines atrevidos. Zonas pedregosas, piornos y zarzales que nos
superan en altura y que en muchos tramos cierran el camino con furia. Tanto que,
al enganchar el manillar con una rama, Miguel Ángel acabará por los suelos.
Restos
de una venta o caserío abandonado, un puente que ya debe cumplir muchos años y
en primavera con afilados espinos o en meses de nieve o lluvia el camino debe
ser peor de recorrer. Pero
creo que no podíamos dejar de conocerlo.
Alcanzamos
la pantalla del embalse, para comprobar que aún tiene capacidad para recoger
bastante más agua de la que le llega y por las cercanías, acaso inicios de
otras rutas que tal vez descubramos más
adelante.
Si
descendimos por el margen derecho, ahora iniciamos subida por el izquierdo,
como si quisiéramos regresar a Malagón, para afrontar la guinda del día.
Por
la derecha, semi oculto en su inicio, aparece el sendero que debemos coger.
Empinado desde el principio, a tramos muy pedregoso e incluso escalonado, que
obliga a poner pie en tierra y empujar las máquinas. Apenas 500 metros que hacen torcer el gesto de
más de uno y otros afrontan con duro esfuerzo.
Afortunadamente,
el día está muy claro, se puede divisar el horizonte con claridad en cualquier
dirección y las vistas son espectaculares, con los impresionantes riscos que se
ciñen al Arroyo del Tobar. El
esfuerzo ha merecido la pena.
Llegamos
a divisar el Embalse de la Aceña, Peguerinos y más a la izquierda Santa María
de la Alameda.
Avanzamos
hacia Las Cercas y el pinar (Pinarejo), que iremos bordeando por sendero fácil
y descendiendo más de lo que nos gustaría (después
habrá que ascender). Patrick
lo conoce y nos guía ahora por sendero habilidoso que discurre junto al Arroyo
del Hornillo.
Complicado
a tramos, pero se supera por todos hasta llegar a zona despejada y trampeada
seguramente por manantiales o pequeños arroyos que ahora encontramos helados. Aprovechamos para tomar algo de alimento,
hacer alguna foto y quedarnos con las ganas de jugar y resbalar sobre el hielo.
Pasamos
cerca del Caño del Trampal del Burro, que fotografié el día anterior, en zona donde
han realizado recientes replantaciones de árboles.
Ahora
tenemos que tomar altura, recuperar gran parte de la perdida para coger el
camino principal por el Camino del Pinar, que asciende desde Robledondo, de
nuevo hacia el Puerto de Malagón.
El
regreso es conocido, hacia el Área Recreativa de los Llanillos, cruzándonos con
muchos andarines y excursionistas que aprovechan el bonito día. Y a continuación, las zetas en descenso que
tanto disfrutamos y que nos acercan al Cordel.
Poco
antes de bordear el Embalse del Romeral, Patrick sufrirá pinchazo y su rueda
tubelizada no será capaz de solucionar el problema. Toño, Fer y yo nos quedaremos con el compañero
mientras el resto ya recorren los últimos kilómetros de vuelta.
Llegamos
de regreso a buena hora tras una ruta en la que los kilómetros parecían no
avanzar y que sin embargo han hecho mella en las piernas, pero se nota la
alegría en todos y más porque sabemos lo que nos espera
El
capó es distinto, la manta que recordamos ha pasado a mejor vida y ha sido sustituida
por otra de corte más moderno, pero el entusiasmo, ilusión y generosidad de
Luis Ángel es el mismo de los últimos años al compartir su cumpleaños con los
amigos que hoy le acompañamos.
Allí,
en el aparcamiento, también aparece Chupo y nos da una gran alegría, pues
parece que se recupera con prontitud de la caída que sufrió. ¡Bravo amigo!
Bebidas
para todos, empanadas varias y tortillas de patatas que parecen crecer de
tamaño año tras año. Alegría,
abrazos, felicitaciones y dos enormes tartas que nos hacen babear a más de uno.
¿Qué fue de la dieta tras los
turrones y polvorones? Bueno,
empezamos mañana de nuevo.
Un
nuevo año, una amistad que se afianza más y más gracias a días como el de hoy. Este no es un grupo ciclista, es un grupo de
amigos. Gracias
Luis Ángel, sabes cuánto te queremos. Juntos
por muchos años.
¡¡Feliz Cumpleaños amigo!!