Déjà vu
Con
el mismo ánimo de semanas atrás, volvemos a realizar convocatoria que nos
acerca hasta la localidad de Villanueva
del Pardillo.
Basta
con echar un vistazo alrededor para comprobar que no tenemos cerca grandes
puertos de montaña, ni picos nevados, así que si queremos acumular desnivel ya
sabemos lo que nos toca: Subir
y bajar.
Pero
que no nos pase como la vez anterior. Lo
primero, comprobar que no hay señalizaciones, carteles o cintas colgadas de las
ramas de los árboles y por supuesto, que no se escuchan cerca los ladridos de
ninguna jauría de perros, pero…
Dispuestos
a intentarlo de nuevo y confiando en que la lluvia de las últimas horas no haya
embarrado el terreno, aparecemos: Ángel,
Enrique, Juan, Luis Ángel, Pawel, Rafa, Rafael y Alfonso.
Un
suave chirimiri nos ha dado la bienvenida mientras cruzábamos abrazos, pero
pronto ha desistido al ver que no nos echaba para atrás. Sin embargo, los cielos se han mantenido cubiertos
de nubes hasta bien avanzada la mañana. Más
tarde se agradecerá que así sea.
Arrancamos por el camino de Retamar, hasta coger el trazado de la canalización de las aguas del Embalse de Valmayor hacia Majadahonda. Apenas tres kilómetros de fácil rodar hasta que la vereda del Madroñal empieza a coger desnivel y nos obliga al primer esfuerzo para tomar altura antes de nivelar. Pronto hemos entrado en calor.
En mitad del camino se cruza cinta de color rojo que nos hace temer que estemos de nuevo inmersos en mitad de otra prueba ciclista local. Seguimos adelante, pues a nadie vemos y cumplimos trazado en rápido descenso hasta cruzar el arroyo de los Toconales.
En este punto, junto al Campo de Ultraligeros, algo nos inquieta. Fue aquí donde hace unas semanas aparecieron por detrás de nosotros y casi dejando estela de luz a su paso, los que marchaban en cabeza de una carrera. Afortunadamente, nada ocurre en esta ocasión y proseguimos camino. El ascenso es largo, tanto que le da tiempo a cambiar de nombre: Colada de la Venta de San Antonio y Camino de los Toconales… o tal vez comparten titularidad sin demostrarse celos.
Tres
kilómetros de subida constante y al llegar al alto del cerro, allá donde nos
vimos obligados a recortar, nos agrupamos y esta vez sí cogemos el trazado
original por la izquierda. Estamos
en paraje donde nacen varios pequeños arroyos que discurren ladera abajo y se
nota porque el terreno aparece más húmedo.
Cuatro
kilómetros en rápido descenso por el Cordel de la Espernada y la Colada de
Cabeza Aguda, hasta llegar al Río
Aulencia, que nos vemos obligados a vadear dando pedales. Si había puente cerca nosotros no lo vimos. Quedaros con la imagen, que vamos a regresar.
¿Es aquí? Sí,
creo que es aquí donde se nos pone por delante una larga rampa, dura rampa, que
esconde tras una curva su verdadera trampa, una pared que a la vista se antoja
vertical e inalcanzable. Enrique
nos dice que ha llegado a ver un 24% de desnivel en su GPS y el análisis del IBP
confirmará más tarde que hemos tenido varios tramos con una media del 22%, del
21%, del 20% y del 19% a lo largo de la ruta.
Increíble
comprobar la fortaleza y el pundonor de mis compañeros, de cuyas bocas no parte
ni una queja.
Nuevas
cintas aparecen en el recorrido e incluso Luis Ángel y Rafa aceptan gustosos
unos plátanos que les ofrecen en un punto de avituallamiento, pero aún no hemos
visto a los ciclistas que participan en el Rally de los Embalses.
La
bajada nos lleva de nuevo hasta las orillas del Río Aulencia y en esta ocasión, en lugar de cruzar por terreno
antes explorado, me atrevo por mitad del río y me hundo hasta casi las
rodillas, pero logro pasar. Buena
prueba para comprobar la estanqueidad de la bici eléctrica.
¿Os acordáis de los 4 kilómetros que hicimos en
rápido descenso? Pues
a alguna mente maquiavélica se le ha ocurrido que ahora debemos conocer el
tramo en sentido contrario y allá vamos. Cada uno ha cogido el ritmo más
apropiado y ha elegido su “pareja de baile”.
Déjà vu
Estamos
de nuevo en el cerro de las discordias y de los recortes pero esta vez acabamos
de añadir a la ruta casi 24 kilómetros más que en la anterior ocasión. No hay queja, no hay dolor.
Nuevas
bajadas por sendero de recorrido peraltado que invita a coger velocidad y donde
casi disfrutan las bicicletas tanto como nosotros. Corto ascenso a cerro, bajada con precaución
por las profundas cárcavas que encontramos y desvío hacia divertido recorrido. Un tramo diferente a todo lo demás, siguiendo
el cauce del Arroyo de la Teja por la Colada del Camino del Pardillo (no miro a nadie), por sendero
zigzagueante y a tramos complicado de superar, pero en bello entorno.
Rafael
avisa de que empieza a sufrir algún calambre, pero aguanta como un jabato y más
al decirle que ya “casi” es todo bajada. Desde
lo alto del Cerro del Mueble nos llega el siguiente descenso rápido por la
Colada del Cerro del Burro, que nos lleva a pasar junto a los restos del pozo
maestro de la mina “Antigua Pilar” y
ojo de nuevo al descenso pues las cárcavas acampan a sus anchas.
Al acabar el descenso, se produce reagrupamiento, aparecen las sonrisas más amplias y los cielos se despejan de nubes. El orgullo de Rafael es patente a pesar de su cansancio.
Que te haga más fuerte, pero que no te quite las ganas de regresar
Vamos
muy bien de hora y ya podemos recorrer tranquilos los últimos kilómetros, es un
decir, pues dejamos aflorar en rápido llaneo los efectos de una adrenalina que
circula desbocada a flor de piel.
En una terraza tranquila, al solecito, satisfechos de la ruta realizada, las cervezas saben mejor.