Hay compañeros que, casi recién comenzado el año, ya planifican con ilusión una nueva ruta, una escapada diferente
Los
más atrevidos marcan su línea de partida en la localidad de Roncesvalles, en el pirineo navarro, lo
que nos da clara pista de que su objetivo no será otro que: Recorrer en bicicleta parte del llamado
“camino Francés” del Camino de Santiago,
que les conducirá tras decenas de aventuras hasta el Pórtico de la Gloria, a
las puertas de la catedral románica de Santiago
de Compostela.
Todavía
resta bastante tiempo por delante pero, está claro, que para regocijo de unos y
lamento de otros, esta ruta va a
acaparar las conversaciones de AlfonsoyAmigos
durante unos meses que se harán “muy largos”.
Habrá
quien tome o haya tomado ya la responsabilidad de asumir la dura planificación
logística requerida y quienes anden preocupados e inmersos en la preparación
física que entienden será necesaria. A estos
últimos, puede que el kilometraje de las rutas dominicales de AlfonsoyAmigos
les sepa a poco, pero creo que el esfuerzo y la dificultad superados también les
ayudará y mucho a lograr el punto óptimo que van a precisar.
El punto de hoy, el de encuentro, es en Navalafuente, que seguro ha obligado a mayor madrugón a los que partieron de tierras segovianas. Con todo y con eso, esperamos en breve poder salpicar nuestro calendario con otras rutas de desplazamientos incluso más largos, sí, pero con la posibilidad de finalizarlas compartiendo relajada y amena comida con la suficiente seguridad. Todo llegará.
De
momento, alterando la tranquilidad de este pueblo madrileño, que lo fue
segoviano hasta 1650, hemos llegado con ganas de dar guerra: Andrés, Ángel, Enrique, Fer, Fernando, Galo, Jesús,
Juan, Luis Ángel, Rafa, Santi y Alfonso. ¡Vamos!,
dejaros de saludos y carantoñas que luego se nos echa la hora encima.
Iniciamos
marcha con un fácil rodar por el Camino de las Cabanillas, dejando atrás el
arroyo de Gargüera y apenas rozando la M-631 seguimos por el Camino de
Bustarviejo a Venturada, ya por descenso que se complica hasta vadear nuevo
arroyo, el de Albalá y tomar el Camino de la Cuesta.
Ahora,
tenemos largo ascenso que nos acerca a Cabanillas
de la Sierra, localidad por la que atraviesa la N-1 Madrid-Irún. En
anterior ocasión tuvimos que avanzar por grandes zonas verdes y muy húmedas,
con pasos muy complicados donde no se logró evitar que nos mojáramos los pies,
pero en esta ocasión hace tiempo que no llueve y se rueda mejor y más rápido
por los senderos.
Restos de canteras de piedra, dehesas, prados y senderos zigzagueantes, con continuos sube-bajas, pendientes empinadas, descensos muy rápidos por lanchas de piedra que ya a ninguno intimidan y cuando parece que nos hemos alejado, superamos giro cerrado para volver a descender y dar otra vuelta. ¡Increíble!
Queremos
acaparar todos los senderos posibles pero otros muchos se nos cruzan por aquí y
por allá. Por
su parte, el arroyo Albalá se empeña
en jugar con nosotros, haciendo eses en su recorrido quizá para obligarnos a
vadearlo en tantas ocasiones como para perder la cuenta.
Ojo,
que la otra vez tuvimos despiste… Hoy
acertamos y tras pasar bajo puente nos adentramos en la localidad de Valdemanco, a la altura del monumento
homenaje a los canteros. Fuentes
no faltan en la localidad y en una reponemos agua antes de emprender ascenso
por el GR-10.
La
primera parte del camino ha sido arreglada como vía pecuaria, pero pronto el
trazado se endurece, se estrecha, se llena de piedras que no están bien fijadas
al suelo y el ascenso se complica añadiendo dificultad al fuerte desnivel. Mejor no hacer alardes en ningún tramo, que el
siguiente es más duro.
Se
levanta algo de viento y las nubes se acumulan rápidamente en la cima
presagiando lluvia, pero no cesamos en el empeño, cada cual a su ritmo pero sin
perder de vista a los compañeros, salvo a Enrique. Su GPS recalcula más lento de lo que él rueda
y le juega mala pasada, pues partió en cabeza y ahora le tenemos detrás
nuestro.
Alcanzamos
el punto más alto de la ruta a 1432 m, apetece detenerse, descansar, disfrutar
del paisaje, hacer algunas fotos. Estamos
en la sierra de La Cabrera por
encima del Puerto del Medio Celemín,
hasta el que descenderemos a 1303 m.
Este
puerto fue lugar de paso obligado para quienes, en la Edad Media, desde
Bustarviejo llevaban grano a moler a los molinos de agua del Valle del Lozoya. Por supuesto, aquí pagaban como peaje “medio
celemín de grano” a los intransigentes recaudadores de los señores feudales. Nosotros miramos a un lado y a otro y
afortunadamente no nos sale al paso ningún recaudador, aunque ya llevábamos preparadas
varias barritas de cereales para posible pago por nuestro paso.
Bellos
paisajes que reclaman ser fotografiados para el recuerdo y para dejar
constancia de nuestro logro. El
cielo se cubre aún más e inmediatamente se descubre, tal vez por respeto a
nuestro esfuerzo.
Pero
¿qué ha pasado? ¿Ya
todo es descenso? Así
lo indica nuestro track, pero vaya usted a fiarse… Las bicicletas se lanzan cuesta abajo como si
tuvieran vida propia, en descenso muy rápido y espectacular, llevándonos
temblorosos sobre sus lomos como si fuéramos meros pasajeros.
Después,
esas mismas bicicletas, cansadas de galopar, nos ceden el control para
introducirnos con mucha precaución en pasos complicados y más que complicados,
por senderos estrechos entre jaras que aún no florecen pero estorban, pequeños
arroyos, lanchas de piedra, curvas peraltadas, algún que otro escalón…
Nuestro
Grupo se dispersa, cada cual coge el sendero o el desvío que mejor traza a su velocidad,
pero todos los caminos acaban de nuevo en Navalafuente, no hay problema. A través de los walkies se pregunta “¿dónde
estáis?” Ya no
hay pérdida en cuanto tomamos el largo Camino
de Guadalix.
Con
la euforia de lo logrado y con los cinco sentidos más alerta que nunca. Como si de una larga serpiente reptante se
tratara, que avanza muy rápida ajustándose a cada una de las curvas del camino,
superando los obstáculos con tal facilidad que parece haber nacido en la zona.
¿Hay prisa? ¿Hay hambre? Simplemente
es la adrenalina fluyendo por las venas.
Y
después de cruzar con precaución la M-601, a la altura de gasolinera… más de lo
mismo ¿o no? El
camino se complica a tramos, aparecen escalones, piedras y pedrolos, se cierra
más por tramos de zarzas, pero da igual… el grupo ya parece surfear con
habilidad sobre las olas, haciendo pequeños giros y requiebros sin perder el
equilibrio.
Al
finalizar la ruta, los abrazos de siempre y hasta los más fuertes reconocen que
ha sido ruta dura, con un kilometraje que engañará a quien no conozca el
recorrido, pero se ha disfrutado con ganas.
¡Hasta
la próxima!
Despidiendo al gran Felipe Reyes |
Sois unos valientes, y algunos de corto, jajaja
ResponderEliminarFrancisco Javier Sánchez Alonso
Gracias por la publicación.
ResponderEliminarEmilia Rodríguez del Río
El confinamiento nos trajo la necesidad de buscar rutas en la Comunidad de Madrid y esta que hicimos ayer es una que como pudistéis comprobar merece muy mucho la pena.
ResponderEliminarTenemos otras preparadas para más adelante, pero lo importante es compartir esos domingos con vosotros.
Un fuerte abrazo.
Adrenalina a borbotones en mi cerebro y más viendo cómo Fer. afronta y negocia trazados, que demuestra, que no son imposibles
ResponderEliminarDigo habitualmente que siempre se aprende algo a lo largo del día, antes de acostarse, incluso en días y rutas más tranquilas o que parecen más anodinas por ser más pisteras pero, la gran variedad en los alrededores de Navalafuente, con todo tipo de senderos y trialeras te hace disfrutar y aprender un poco más.
Me gusta, habitualmente, la crónica, está me ha gustado mucho por lo relatado que yo también lo he vivido y por la historia que me encanta y me enseña.
Y me quedo pensando, si después de la durísima subida del Puerto Medio Celemin me encuentro un recaudador, que lo más seguro en aquella época lo subió a lomos de burro o caballo, lo subo el la bici y lo tiro para abajo y que lo vuelva a subir...
¡Haber sí me cobra!
Sed felices Un abrazo.