Cuerpo sabio, bici fiel y calor con banda sonora
Y el sábado, sin pensarlo demasiado, respondí a su guiño. Salí en solitario, sin aparejos, pero con los sentidos despiertos. Un paseo breve, silencioso, suficiente para recordar que, aunque el verano aprieta, el vínculo permanece.
Para el domingo también tenía planes: acudir a la propuesta que habían realizado otros amigos. Pero el cuerpo, sabio y veterano, pidió calma tras lo visto el sábado. Y lo escuché.
No era la primera vez. Recuerdo
varios “pajarones” estivales, (así los llamamos con humor). Golpes
de calor que apagaban el entusiasmo y convertían la ruta en reto. Sudores
fríos, energías que se evaporan… momentos que enseñan, aunque lleguen sin
avisar.
La ruta que se sugería prometía pocas sombras,
y el sol ya avisaba de que se presentaría con fuerza. No
fue una renuncia: fue respeto. Al cuerpo, al verano, y a la
bici.
Siempre me sorprende ver cómo a algunos compañeros el calor no parece afectarles
Son capaces de darlo todo, incluso cuando el sol es el rey del mambo y las horas piden tregua. Les admiro, sinceramente. Pero también sé que cada cuerpo tiene su historia, su termómetro y su límite. Y el mío aprendió a protegerse.
El verano tiene sus fieles seguidores. Pero yo soy más del invierno
Cuando el aire corta la cara, y las ruedas
crujen sobre hojas secas, me siento más ligero. El
frío no me resta: me devuelve el aliento. Me
reconecta.
Ahí, entre capas térmicas y caminos silenciosos, me siento más yo
Y cuando llegue ese fresco esperado, que es mi auténtica temporada, la bici volverá a llamarme, pero con más intensidad. Saldré a su encuentro, como siempre, con ganas renovadas, o tal vez lo haga antes, como a hurtadillas, robándole unos kilómetros al calor.
Non stop ¡¡¡
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