La ruta que no empezó con café
La convocatoria partía de Zarzuela del Monte,
con Ángel como anfitrión. Decían que sería una ruta
rodadora, de esas que te permiten conversar mientras pedaleas, mirar el paisaje
sin que se te empañen las gafas por el esfuerzo, y llegar con ganas —pero no
con hambre feroz— al final del recorrido.
La atención previa de más de un compañero estaba
puesta en saber si el local abría temprano, para dejarse caer por allí antes de
la salida. Un café, una tostada o churros, y ese ambiente
de pueblo que huele a domingo… pero estaba cerrado.
Con los años, el café previo se ha convertido
para algunos en parte del ritual. Un
calentamiento suave, entre sorbos y bromas, que marca el verdadero inicio de la
jornada. Hoy no pudo ser.
Ocho ciclistas, ocho formas de rodar
Hemos acudido a la cita: Ángel, Enrique, Fer, Juan, Miguel Ángel, Rafa, Raúl y Alfonso. Ocho nombres, ocho historias, ocho formas de vivir la bici.
Con los saludos, alguna cara mostraba esa expresión difícil de definir: mezcla de alegría por el reencuentro y una leve melancolía por las vacaciones consumidas. Como si el cuerpo celebrara el regreso, pero el alma aún estuviera en modo verano.
Juan, confiado en el pedaleo suave, decidió
dejar la e-bike en casa… sin saber que Ángel se guardaba alguna que otra
sorpresa bajo el maillot. La ruta prometía paisajes
abiertos y caminos suaves, pero a veces, el guía esconde sus mejores cartas.
La ermita que nos espera sin pedir nada
Entre pedaladas y charlas que llenan los silencios del campo, el grupo avanza a muy buen ritmo hacia la Ermita de Nuestra Señora del Cubillo. Ese enclave sencillo, esa presencia serena e inesperada en medio del campo, que parece aguardarnos sin prisa.
La llegada tuvo algo de pausa ritual, como si
el tiempo se detuviera para dejarnos respirar juntos, para recordar. La
ermita, con sus muros curtidos por el viento, ya nos había dado cobijo otras
veces, incluso un café caliente aquel día que llegamos mojados y ateridos.
Allí, rodeados de silencio, cada uno encontró
su forma de estar: unos charlando, otros contemplando, y algunos simplemente
respirando. La ermita, discreta pero cargada de historia,
parecía entender que no veníamos a pedir nada, sino a agradecer.
Cuenta la leyenda que fue un
pastor quien, allá por el siglo XIV, encontró a la Virgen dentro de su cubillo
—una pequeña vasija de madera para ordeñar— colgado de un álamo. De
ahí su nombre peculiar y entrañable.
Quizá no todos crean en leyendas, pero hay
algo sagrado en compartir el camino y llegar juntos a un lugar que nos acoge
sin exigir nada. La ermita no pide fe, solo presencia. Y en
estos tiempos, eso ya es mucho.
Cardos, vacas y repechos: la ruta se defiende
Largas subidas nos habían llevado a Navas de San Antonio, Campo Azálvaro y después a la ermita, pero los relojes parecían haberse detenido para todos. Apenas había avanzado la mañana. Era el momento de que Ángel nos sorprendiera. ¿Ya todo en bajada?
Nos olvidamos del track y seguimos al guía. No
preguntamos, solo damos pedales. Incluso
cuando nos hizo escalar por las Laderas de las Cárcavas, cerca del aeródromo de
Villacastín.
Debo reconocer que, cuando no soy quien guía, pierdo la secuencia de los tramos recorridos. Pero no puedo olvidar las formidables dehesas que atravesamos, donde parecía concentrarse todo el ganado vacuno de la zona.
Vacas inmóviles en mitad del camino, con esa
mirada de póker, —“cara tonta”, decía Juan— que no dejaba claro si nos
dejarían avanzar o alguna decidiría tomarse la justicia por los cuernos.
Las bicicletas parecen rodar solas… si no
fuera porque yo también doy pedales, disfrutando de cada metro recorrido,
incluso por esas zonas donde los cardos se empeñan en dejar huella… ¿verdad,
Miguel Ángel? ¡Bendito tubeless, salvador de
pinchazos!
Hacia Villacastín y a por esos dos repechos desde
la localidad de Ituero y Lama que Ángel nos guarda de propina, y en los que se
desenvuelve como equipo que juega en casa: seguro de cuándo debe retener y cuándo
apretar, con mezcla de calma y picardía.
Final feliz con sabor a grupo
Y al final, con 43 kms en las piernas, el reencuentro con ese rincón que
ya nos ha dejado huella. Las cervezas bien frías, los aperitivos
generosos, y ese sabor de grupo que no se sirve en ningún plato, pero que
alimenta como nada.
Gracias, Ángel, por dibujar la ruta con oficio y corazón.
Nota: Al cierre de Agosto, el blog registra que ha tenido 43.358 visitas en el mes.
Me gusto la ruta, lo peor fue el subido de inicio que estaba previsto para el final y en bajada, soy diésel y tardo en reaccionar, por lo demás genial.
ResponderEliminarBravo Angel, Bravo Campana, pero tienes que abrir antes.🤣