miércoles, 13 de agosto de 2025

Guiños Desde la Montaña

 

La ruta del domingo aún resonaba en nuestras piernas, pero hoy la montaña volvió a llamarnos. Y Ángel, como buen compañero, respondió sin dudar.


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Madrugamos de nuevo, como dos cómplices que saben que el calor no perdona y que la mejor luz es la que se cuela entre los árboles en las primeras horas.


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Con un borrador de trazado en la cabeza, salimos sin prisas, pero con propósito. La ruta se fue dibujando sola, como si la sierra nos susurrara el camino entre ramas rotas y piedras que aún guardaban el frescor de tormentas recientes.


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El Camino del Agua, desde la puerta de Campanillas hasta las ruinas de la Casilla del Peón Caminero, nos sorprendió. Tras los trabajos forestales y con la reciente lluvia, se ha convertido en una pista amplia y lisa, más que digna incluso para bicicletas de carretera, aunque ha perdido gran parte de su encanto. Un cambio inesperado, pero interesante.


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Cerca del Alto del León, propuse un desvío hacia el Cerro de la Sevillana (1564 m). Quería mostrarle a Ángel los bunkers y trincheras que aún resisten el paso del tiempo, testigos mudos de otras batallas. Caminamos un buen rato, sin que nos importara. En cada piedra, en cada hueco, se intuye una historia que pocos cuentan, pero que la montaña conserva con respeto.


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Desde el Collado de la Sevillana (1498 m), los senderos nos guiaron con facilidad hasta el Alto del León. Allí, el León, desde su pedestal, pareció guiñarnos un ojo. Quizás fue un guiño de complicidad, como si supiera que hoy no veníamos a conquistar cumbres, sino a compartir silencios.


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Tomamos los toboganes en descenso, cada vez más rotos, pero aún familiares. Y tras ellos, nuevos toboganes, esta vez de duros ascensos. Ángel los subió con esfuerzo, pero sin queja, como quien conoce el terreno y lo respeta. Nos llevaron hacia la pista del Mirador de Peña del Águila (1469 m), donde la tierra aún mostraba las huellas de la tormenta de granizo de hace un par de días.


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Y entonces, el Collado Hornillo (1637 m). ¡Ay, Collado Hornillo! Cuánto te queremos, por abrirnos las puertas a mil rutas, por ser punto de encuentro y de partida. El Hornillo, viejo amigo, nos recibe como siempre: sin palabras, pero con mil senderos abiertos como brazos.


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Ascendimos al Collado de la Mina (1709 m), y aunque aún era temprano, el sol empezó a picar en los brazos, como si se vengara de nuestra huida matinal. Pero no nos detuvo.


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El descenso hasta el Collado Lagasca o de la Gasca (1601 m) fue rápido, casi juguetón. Nos entretuvimos recorriendo senderos que siempre son una maravilla, más aún cuando la vista se recrea en ellos. Un tramo trialero, con algún roto, pero noble. De vuelta al Collado, nuevas sendas se abrieron ante nosotros, más limpias de lo esperado, como si se alegraran de vernos.


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Y así, con tranquilidad, fuimos regresando. En busca de unas merecidas cervezas, como manda la tradición. Y al final, como siempre, la cerveza no fue solo recompensa: fue brindis por la amistad, por la ruta, y por seguir pedaleando entre sombras y palabras.`


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Pedalear es recordar que el tiempo no se mide en horas, sino en momentos que nos hacen sentir vivos. — Alfonso



2 comentarios:

  1. Buena ruta os habeis pegado amigos!! Nos tienes que enseñar estos Bunker Alfonso.
    La vuelta al cole... cada vez mas cerca!!

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