La Navidad llega cada año como una brasa antigua que vuelve a encenderse, suave pero insistente, en el rincón más íntimo de nuestra memoria
Es una luz que no deslumbra ni exige; simplemente
acompaña. A veces basta con detenerse un instante,
respirar hondo y dejar que esa tibieza atraviese las sombras que vamos
acumulando.
Porque la luz de la Navidad no siempre es un
resplandor festivo. En ocasiones es apenas un
hilo tembloroso que se cuela entre los días, pero suficiente para guiarnos
cuando el camino se estrecha.
Quizá por eso la esperamos: porque en su
claridad hay un refugio humilde, una tregua con el tiempo, un lugar donde lo
vivido encuentra su sitio sin herir.
Este año la siento distinta. Más
suave, más lenta. La contemplo y regresan reflejos de otros inviernos: risas
que hoy solo resuenan en el corazón, gestos que ya no puedo repetir, silencios
que se han vuelto compañeros fieles.
Y, aun así, esa misma luz sigue abriéndose
paso. Me
recuerda que todavía hay calor en las manos que me acompañan, en los senderos
que pedaleo, en los amigos que siguen siendo hogar.
Quizá la Navidad sea justamente eso: un
destello que nos permite abrazar lo que fuimos sin dejar de avanzar. Una
claridad serena que reconcilia lo que permanece con lo que aún podemos
construir.
Mientras esa luz se acerca, también lo hace el deseo de seguir compartiendo pedaladas. No importa el calendario; importa la ilusión de volver a encontrarnos y rodar un poco más ligeros, guiados por esa calma que, cada diciembre, ilumina nuestras vidas y nuestros caminos.
Que esa luz serena nos siga reuniendo, nos invite a celebrar cada día lo vivido y lo que aún está por llegar, y nos recuerde que el camino, cuando se comparte, siempre pesa un poco menos.
Domingo, 21 de Diciembre de 2025
Esta vez la montaña pide calma. Las
previsiones anuncian frío intenso, lluvias persistentes y la posibilidad de
nieve en cotas que solemos transitar. No es
una queja ni una renuncia: es simplemente escuchar lo que el cielo y la tierra
nos están diciendo.
Por eso, esta semana no habrá cita ni punto de
encuentro. Quizá también sea tiempo de recogimiento, de
esos días en los que el calendario invita a bajar el ritmo y cuidar lo cercano.
Habrá otros domingos; la sierra seguirá ahí, esperándonos, y volveremos a mirarnos a los ojos junto a las bicis cuando el tiempo afloje y la montaña recupere su tono habitual.
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