La vida no se mide por el número de veces que respiramos, sino por los momentos que nos dejan sin aliento
En la vida y en nuestro día a día se nos acumulan demasiadas distracciones, responsabilidades y preocupaciones…, y no todas nos reportan momentos de felicidad. Lástima tener que cumplir años para darnos cuenta.
Disfrutemos de lo que nos gusta, de las relaciones familiares y de amistad, de todo aquello que nos haga sentirnos mejor y agarrémoslo con fuerza. No nos limitemos a pasar de largo por la vida sin sentir que estamos presentes, que estamos vivos.
La vida es suficientemente dura de por sí, como para que no nos esforcemos en aprovechar las ocasiones en las que se nos brinda la oportunidad de elegir. Hoy, hemos podido elegir acudir a la cita: Andrés, Enrique, Fer, Juan, Luis Ángel, Nacho y Alfonso.
En la
localidad de El Berrueco, nos recibe una mañana fresca y luminosa,
impregnada de una calma deliberada al iniciar la jornada: Un
cafetito reconfortante por aquí, un GPS que se resiste a funcionar por allí. Es
evidente que hoy, no sé si más que nunca, nuestro propósito no es competir,
sino saborear cada momento… y queda mucha ruta por delante.
Hemos
realizado varias rutas por estos lares, unas con más fortuna que otras, pero en
esta ocasión intentaremos seguir el trazado realizado el 2 de Mayo de 2021, Día de la Madre. Festividad que ya tenemos de nuevo muy cerca.
Atravesamos
el arroyo Jóbalo por un ancestral puente romano, restaurado con esmero, que nos
abre camino hacia el municipio de Sieteiglesias. Me
señalan que el nombre del pueblo evoca más la simbología mística del número
siete que la cantidad real de templos sagrados en sus tierras.
A
pesar de la lluvia de ayer, la fortuna nos sonríe: los caminos se presentan
libres de barro y obstáculos insalvables. En Navas
de Buitrago, tendremos breve parada bajo un sol que todavía se agradece y
frente a su iglesia parroquial. Ha
habido un pequeño extravío y todos tenemos que regresar al redil. A lo
lejos, el Embalse del Villar, que embalsa el Río Lozoya, se
insinúa y deja ver con timidez, dando muestras de que espera nuestra llegada. También la tuya, amigo Nacho.
Continuamos
nuestro recorrido, maravillándonos ante el hermoso paisaje que nos rodea. La
exuberante vegetación, con su hierba alta y plantas de llamativos colores que
casi obligan a aflojar la marcha para no perdernos detalle. Una
auténtica delicia que vamos a disfrutar durante toda la ruta.
Cerramos puertas, cancelas y portillos
Estamos
a las puertas de Mangirón, localidad medieval sobre la que ya comentamos
en 2021 acerca de los orígenes de su nombre. Y
pocos minutos más tarde nos plantamos sobre la Presa de Puentes Viejas
que, muy coqueta ella, se acicala para posar en nuestras fotos.
Llevamos
20 kms de ruta y cuando marchamos hacia Paredes de Buitrago apenas hemos
ganado desnivel, pero el terreno va a cambiar.
A partir de este punto, se diría que ha caído más lluvia por estas laderas y el terreno se hace más lento y pesado. Además, tenemos por delante senderos de continuo sube y baja, a la busca y captura de casi todos los arroyos de la zona, que no nos libraremos de tener que vadear y salvar uno por uno.
Ascendemos
por empinadas cuestas que serpentean entre laderas de un verde intenso. A
menudo, nos encontramos con senderos sinuosos que desafían nuestra velocidad. Es
esencial mantener el ritmo en el pedaleo, imposible dejarse ir sin esfuerzo, pero
sin olvidar deleitarnos con el esplendor natural que nos envuelve.
Hacemos
una pausa junto a zona deportiva en Serrada de la Fuente, un lugar
perfecto para recobrar fuerzas y disfrutar del agradable calor del sol. Después,
continuamos hacia Berzosa del Lozoya, que nos marca el punto más elevado
de nuestra ruta, seguido por Robledillo de la Jara. Avanzamos
constantemente por caminos y senderos acogedores que discurren paralelos a la
M-127.
Descendemos con rapidez más de tres kilómetros por el camino de Mangirón. Hay que estar atentos, pues el aire se ha vuelto más fresco casi de repente y comienzan a caer algunas gotas dispersas de lluvia. Algunos de nosotros hacemos una pausa para ponernos chubasqueros.
Lo
que hemos visto hasta ahora era hermoso, pero lo que se avecina es aún más
impresionante: nos encontramos ante la Presa y el Embalse del Villar, situados
en el curso bajo del río Lozoya, el más antiguo en funcionamiento de toda la
región y cuyo muro se eleva imponente con más de 50 metros de altura. Es un
espectáculo que parece transportarnos a un tiempo remoto.
Debemos
dejar atrás la noción del tiempo que transcurre, ya que todos deseamos capturar
para siempre nuestra visita a este lugar tan bello, especialmente con el
embalse rebosante de agua.
Vámonos, que estamos ya en el tramo final de nuestra ruta
Ascendemos
por la Cañada Real de las Merinas, siguiendo por carretera, para luego tomar
desvío a la izquierda por el GR-300. Nos mantenemos
cerca de los límites del embalse a lo largo del Camino del Canal, que
ofrece subidas y bajas que pueden ser engañosas si nuestras fuerzas ya
flaquean.
Rápidos,
muy rápidos, durante el recorrido que nos resta de casi ocho kilómetros, donde
no nos resistimos a una breve parada para unas últimas fotos de recuerdo.
Y ¿no se puede evitar?
El contraste
de sensaciones se intensifica en el último kilómetro que nos resta, enfrentándonos
a una subida que se presenta desafiante. Pero ya
estamos de vuelta, concluyendo una ruta que, sin duda, permanecerá en nuestra
memoria por mucho tiempo.
Una
felicitación especial para nuestros amigos Eva y Patrick, quienes han
participado y completado con éxito la maratón de Madrid.