“Los primeros instantes se
dedicaron a expresar la alegría que a todos causaba el volverse a ver y
hallarse nuevamente reunidos”
Estas
palabras, tomadas del genial Julio Verne en “Los Hijos del Capitán Grant en
Australia”, describen perfectamente la emoción del momento. Ninguno
de nuestros lectores dudaría que estábamos narrando otro encuentro semanal de
AlfonsoyAmigos.
Nos hemos
reunido en la localidad de Guadalix de la Sierra, en una mañana fría y
húmeda, junto al río. La tranquilidad del amanecer
contrastaba con la calidez y el entusiasmo del grupo.
Las
sonrisas, los abrazos y el bullicio de las bicicletas preparándose para la
aventura eran prueba suficiente de que este grupo de amigos, aunque reducido
hoy, estaba listo para conquistar nuevos senderos y compartir experiencias
únicas.
Las
bicicletas, ansiosas por escapar de la quietud, parecían tirar de nosotros para
que iniciáramos la marcha. Allí estábamos: Ángel,
Asanta, Juan, Pawel, Rafa, Raúl y Alfonso, preparados para la aventura.
La
Cañada Real Merinas, con su suelo escarchado, crujía bajo nuestras ruedas sin
dejar huella. Pronto nos encontramos las primeras
acumulaciones de agua, y a esas horas, todavía evitábamos mojarnos los pies.
Nos
desviamos por el Cordel del Jaral, que nos llevó hasta pista de Helipuerto,
donde se veían claras huellas de quienes se habían divertido haciendo
derrapajes. Sin pérdida, llegamos hasta Navalafuente,
localidad que atravesamos por la zona urbana y peatonal mientras se esmeraban
en montar mercadillo.
Vamos
a cruzar el arroyo de Caragüeña por el puente, pero esta vez consigo que el
grupo se detenga para acercarnos a ver la Cascada del Cancho y sacarnos unas
fotos de recuerdo. Nada diré de parar más
adelante para ver el enebro centenario.
Avanzamos
por el camino Real de Bustarviejo, roto, pedregoso y escalonado. Las
últimas veces nos hemos divertido recorriéndolo en descenso, pero hoy toca
sufrir en la subida. Da gusto ver a Pawel y a Raúl avanzar sin aparentes complicaciones.
Más
adelante, Raúl y yo tendremos un pequeño extravío, que nos permitirá ver la
Laguna de Navalengua. El resto del grupo nos espera
junto a las vías de tren en desuso Madrid-Burgos y la antigua estación de
Bustarviejo. Avanzaremos 800 metros rodando sobre balastro
y atravesando oscuro túnel.
Nuestro
recorrido transcurre por una zona de antiguas canteras y nos acerca hasta Los
Barracones, que en su día fueron un penal, con garitas de vigilancia restauradas
a la puerta.
El Camino
de las Viñas nos conduce hasta la localidad de Bustarviejo. Hoy
se nota un ritmo inusual. Juan con su e-bike y Pawel, a
pulmón libre, no parecen querer dar tregua al resto. Ahora
tenemos delante el ascenso, o mejor dicho, la escalada más dura de la mañana.
Hasta
el punto que vamos a alcanzar hoy con las bicicletas, 3 km de auténtica
escalada, iba a decir pesadilla, con desniveles del 12 y 13%. El
terreno apenas alivia a tramos para permitir recuperar pulsaciones; el resto
está lleno de piedras resbaladizas y escalonadas, con surcos producidos por el
agua y excursionistas que intentan echarse a un lado sin resbalar ellos mismos,
a la vez que nos lanzan palabras de ánimo.
Nos
reagrupamos a 1412 m de altura, por encima del Collado de los Tres Pasos, en el
Collado de Tiro de la Barra. Sentados sobre unas piedras e
intentando tomar una barrita o gel, recuperamos el resuello. El Cerro
del Pendón se muestra más arriba a 1545 m, pero “si ya lo conocemos” parece
ser el sentir general. El único que se queda con
ganas de trepar es Asanta, que no lo conoce, pero al ver las caras a los demás,
no encuentra mucho ánimo.
En el
descenso nos damos aún más cuenta de lo que hemos superado en ascenso. Lo
disfrutamos, pero hay que tener precaución en algunos tramos. Mejor
dejar que las bicicletas hagan su trabajo. Al
reunirnos abajo, las caras de satisfacción lo dicen todo.
“Creía
que ya era todo en descenso”, comenta Raúl, cuando cogemos una vía pecuaria a
la que no le faltan repechos. Seguimos por pistas
forestales cuando entramos en el camino de Rascafría a Bustarviejo, al que le
sigue el largo Camino Tercero del Valle, una auténtica maravilla para disfrutar.
Juan
y Pawel siguen acelerando el ritmo, y el resto procuramos no perderles de
vista.
¿He
dicho que vamos rápidos? Pues eso. Los
senderos y el entorno son una maravilla, pero los esfuerzos ya pesan y todavía
quedan kilómetros por delante. Llegamos a comentar que, para
otra ocasión, la ruta no desmerecería aunque se evitara la subida al Pendón.
Senderos,
trialeras, vadeo de arroyos, callejas saturadas de agua y la ausencia de más
calor que el que generan nuestros cuerpos. Echamos
de menos a compañeros que hoy seguro hubieran disfrutado al menos tanto como
nosotros.
Tenemos
Miraflores de la Sierra a la vista cuando tomamos la vereda, más estrecha, de
Fuente Llano a los Navazales. La adrenalina nos sigue
ayudando a superar cualquier obstáculo o tramo complicado. El
Camino de Entresierras (espero no haberme dejado ninguno en el tintero),
un giro a la derecha y ya estamos entrando en Guadalix de la Sierra.
Cansados,
bueno, algunos, pero muy contentos y satisfechos, por haber superado una ruta
que merece ser reseñada y recordada.