Cuando esta mañana me ha sonado
el despertador, el sobresalto ha sido de los de época. Debía estar
inmerso en un bonito sueño, pero ya estamos en pié. Hoy tenemos por delante un
estupendo día y no cuesta tanto levantarse.
El aseo personal (intransferible)
y el desayuno que siempre disfruto, no importa la hora, mientras doy repaso
mental: La bicicleta cargada en el coche y dispuestos los aparejos necesarios
para la ruta. Pero en un rincón de casa
habré olvidado algo.
Conviene abrigarse a primera hora,
estamos unos grados bajo cero y hay que lanzarse a la calle de noche.
Pero no soy el primero, tampoco
el último. De noche, a la luz de los faroles y con el destello de algunos
intermitentes de los coches nos vamos agrupando. Nos alegra encontrarnos y así
lo demostramos.
Recuerdo que, cuando este
grupillo empezó a coincidir hace un par de años, hice todo lo posible por
conseguir que, nuestros encuentros, fueran los de los hermanos que saben que
van a compartir esfuerzos y emociones, no importaba que el compañero lo fuera
por primera vez. Hoy, veo con satisfacción que los
intercambios de saludos y muestras de cariño son abundantes y sinceros. ¡Genial
grupo!
Santi Calleja planificó
perfectamente el cruce de hombres, máquinas y coches. Cada cual sabe
perfectamente a donde dirigirse, no hay dudas y además, algunas bicicletas ya
fueron cargadas ayer.
La expedición de coches marcha en
busca de la luz del día, al encuentro de tierras lejanas, diferentes pero no
mejores. En la caravana me acompañan, con mucho ánimo, Andrés, Bombi, Fernando,
Ferluy, Galo, Javier B, Iraitz, José “Cheli”, Josito, Juan, Santi Calleja,
Santi Fernández, Sergio y Toño.
Llevo en el coche a Fernando y a
José “Bombi” y me acuerdo de aquel chiste infantil: “¡Fernando!, aquí no se
puede dormir –dice Bombi. Claro –contesta Fernando- no paras de hablar” y es
que José no se calla ni con la boca llena de polvorones, pero nos hace el viaje
ameno, aunque Fernando le escucha atentamente, pero con los ojos cerrados, para
no distraerse.
Toño nos saluda |
Será ahora, cuando llegamos a
Riaza y paramos para tomar un cafelito, cuando finalmente recuerdo lo que olvidé
en casa: El postre.
Sí, nos dijeron que donde íbamos
a comer no tenían postres. Quise tener un detalle y el único resultado de mi
olvido es que estoy a dieta de flanes de queso (16) para evitar que caduquen.
Esperamos que el día sea aún más
genial, si nos toca la primitiva o bono-loto (no entiendo) que hemos echado
entre todos.
Cuando llegamos al precioso rincón que es El Muyo, con escasas casas de lajas negras, nos sale a recibir y da la bienvenida nuestro anfitrión Ramón, con el que hemos contratado comida para los 16.
Cuando llegamos al precioso rincón que es El Muyo, con escasas casas de lajas negras, nos sale a recibir y da la bienvenida nuestro anfitrión Ramón, con el que hemos contratado comida para los 16.
Saludar a Enrique, que ha llegado
desde Madrid y a poner a punto las máquinas para partir cuanto antes.
No son las 9,00 pero casi y a rodar,
temerosos porque sabemos que nos tenemos que enfrentar a la primera pared, así
en frío, sin anestesia.
La fila de ciclistas se alarga
como si fuera de goma, se distiende de manera forzada y en algún momento parece
estar a punto de romperse y dejar caer a alguno de sus miembros, pero arriba,
en el cerro, la goma que era de buena calidad se recupera y nos agrupa a todos.
¡¡Uff!!.
En el estómago de alguno el
desayuno se corre una juerga y aún se hará notar más al atacar el segundo y duro
repechón, que somete a dura prueba a máquinas y hombres.
Toño ha perdido la cabeza |
No hace demasiado frío, ha habido
días peores, pero nos acompañará durante todo el recorrido un aire cortante
como cuchillo que te va curtiendo la cara y que se cuela por cualquier
resquicio de la equipación.
Estamos en la cresta, en el
Collado de Puerto Infante, junto a la Cotera, “entre Pinto y Valdemoro” o,
mejor dicho, entre Guadalajara y Segovia. A la vista, a un lado y otro, dos
impresionantes gargantas que disputan en belleza. Hoy nos dejaremos querer por
la vertiente de Guadalajara.
Marchamos bien, muy bien, disfrutando del entorno, aunque al principio a alguien se le ha ido la mano echando grava en el camino y resulta molesto y complicado rodar.
Marchamos bien, muy bien, disfrutando del entorno, aunque al principio a alguien se le ha ido la mano echando grava en el camino y resulta molesto y complicado rodar.
Toboganes naturales que se
afrontan sin problemas y en una parada, Santi F nos prové a cada uno de un
estupendo plátano, ¿cuántos llevaba en la mochila?. Ahora, sin lastre, marchará
más ligero. Gracias Santi.
Recuerdo que hace años, cuando
circulábamos por esta zona en otra época del año, los níscalos y boletus casi
saltaban directamente a la mochila y con pesar tenías que rechazarles.
Fernando |
Un ramal del camino por la
izquierda y Galo nos da bien el alto. Se que otros grupos cometieron error de
seguir sin tomar la desviación. Enrique y Santi Calleja confirman con su gps.
Los que conocemos el descenso
avisamos, pero las máquinas se dejan caer animosas con sus dueños a cuestas.
Tienes que hacer gran esfuerzo para retenerlas. Es trialera con bastante
desnivel y peligrosa por la piedra suelta. Junto a nosotros discurre el Arroyo
Valdebecerril.
Ferluy |
A Bombi se le ve en forma
y animoso desde el primer momento y ahora no quiere ser menos. Se lanza con los más atrevidos sin muchos miramientos y digo bien, se lanza, pues a los
pocos metros decidirá despedirse de su bicicleta por unos momentos y volar en
solitario. Parece ser que la caída es espectacular, fea, pero él es fuerte y
joven, lo que le permite salir airoso. Alguna molestia tendrá a estas alturas.
Al final de la trialera, la zona
de aparcamientos y el Río Lillas, que discurre por el valle recogiendo agua de
varios arroyos en pocos cientos de metros y hoy va con crecida. Nos vemos todos
obligados a cruzar, los atrevidos y los indecisos, con mejor o peor fortuna, de
un tirón o a varios, con o sin resbalón, mojándote los pies o manteniéndolos
secos hasta el otro lado. El que ya ha cruzado y el que espera turno, dan
instrucciones confusas, a veces contradictorias, al que lo va a intentar y observan
cruzar al resto de compañeros, tal vez con la malévola esperanza de que alguno
acabe en el agua.
Las risas y el humor se acumulan,
todos somos protagonistas.
No hay nadie en el aparcamiento y no nos hemos cruzado con ningún deportista, extraño, muy extraño. Nadie ha sido tan atrevido o tal vez hayan cerrado la Garganta para nosotros, sucesos inexplicables...
No hay nadie en el aparcamiento y no nos hemos cruzado con ningún deportista, extraño, muy extraño. Nadie ha sido tan atrevido o tal vez hayan cerrado la Garganta para nosotros, sucesos inexplicables...
Retomamos la marcha por pista
forestal. El porcentaje de desnivel va en aumento y nuestra caravana vuelve a
alargarse. Algunos prefieren ver el panorama de nuestro ascenso desde otra
perspectiva, la de atrás. La próxima vez les dejo la cámara de fotos.
No hay pérdida, giro pronunciado
a la derecha para coger desvió hacia el Collado del Hornillo y a continuar el
ascenso, aumentando el desnivel poco a poco, alejándonos de ese precioso valle
en el que el Río Lillas se antoja ahora muy lejano, muy pequeño, como si formara parte de una maqueta de juguete.
Estamos en el alto, junto al
cartel rústico de madera que indica el
“Parque Natural del Hayedo de la Tejera Negra”, nuestra meta principal. El
punto más alto de la ruta a 1629 m. A nuestra derecha dejamos la Senda
Ecológica, de precioso recorrido, que otrora permitieran recorrer en
bicicleta y hoy solamente a pié.
Llegados a este punto, dos
opciones: Desandar camino hasta el último cruce para seguir por la pista
principal o seguir adelante, para adentrarnos en el siguiente valle. Galo nos
anima a continuar y el resto de ciclistas todavía somos capaces de sonreír, señal
inequívoca de que debemos continuar.
Grandiosas las vistas de este
nuevo valle, con grandes plantaciones de hayas que aún no tienen su colorido más
favorecedor, pero que ya anticipan lo que llegarán a ser.
Galo nos ha asegurado que ya es toda cuesta abajo y en los primeros kilómetros así se va cumpliendo. Descenso vertiginoso, siempre en proporción al riesgo que quieres asumir, aunque te encuentras tramos del camino muy cortados por la erosión de las lluvias, que te obligan a extremar la precaución.
Galo nos ha asegurado que ya es toda cuesta abajo y en los primeros kilómetros así se va cumpliendo. Descenso vertiginoso, siempre en proporción al riesgo que quieres asumir, aunque te encuentras tramos del camino muy cortados por la erosión de las lluvias, que te obligan a extremar la precaución.
Y aquí nos llega un regalito
cuando, después de tan rápido descenso, de repente nos encontramos con un
“paredón”, que debían utilizar para fusilar a traidores. Galo pone cara como
de: “Pues ayer no estaba aquí” y sonríe.
El plato grande sustituye
inmediatamente al pequeño y tienes que tirar de dientes hasta de tu propia
dentadura, todos son pocos. El desnivel de “toma pan y moja” y las fuerzas que
ya van mermadas. Creo que no soy indiscreto si digo que la mayoría tuvimos que
poner pie en tierra. Vale, vale, alguno llegó hasta arriba sin esfuerzo
aparente.
Nuevo descenso continuado,
disfrutando de cada tobogán, de cada curva, reduciendo altitud hasta llegar
nuevamente a nivel del Río. Nos hemos vuelto a cruzar con el valle anterior.Y como hemos ido despacito abajo,
abajo (booommmbaaaa), pues ahora toca subir y allá que vamos.
Bombi, Galo y Toño |
El desnivel es muy llevadero, fácil
para coger buen ritmo de marcha, pero los kms se acumulan y algunos compañeros
que han aguantado bien hasta aquí empiezan a notarlo en las piernas, hace
tiempo que no hacen rutas tan largas.
Juan siempre es el sacrificado
principal del grupo y escolta a los rezagados en todo momento sin una queja.
Cuando la marcha se lanza allá que va, pero cuando alguien se descuelga puede
contar con la compañía de Juan. Gracias en nombre de todos amigo, se te reconoce.
El GPS de Santi Calleja avisa de
que estamos alcanzando nuevamente el Collado de Puerto Infante. La marcha se
anima para los que nos quedan fuerzas. Se diría que queremos volver cuanto antes a la
provincia de Segovia.
No hemos tenido pinchazos, a
pesar de que la piedra del camino, con mucha pizarra en ocasiones, invita a
temer algún corte en las cubiertas. Sin embargo, Iraitz sufre continuos
desajustes de su mecánica y le han impedido disfrutar a tope.
Enrique, al que hemos visto menos
últimamente, aguanta la marcha y ya pregunta por la próxima. Andrés, el hombre
impasible en ruta pero de fácil sonrisa y Fernando, en su propósito continuo de
perder peso y siempre sacrificado, ahí están, sin hacer alardes, pero sin
quejas. También ha llegado Josito, con sus zapatillas, sin rastreles ni automáticos,
pero como un campeón.
Javier, ha llegado al alto con
los de cabeza. Lo mismo le hemos visto abriendo marcha que con el grupo de cola.
Creo que nadie conoce de verdad su forma física pero mal, lo que se dice mal,
no va.
Alfonso con Ramón y Encarna |
Toño y yo, con el temor de que
nuestras rodillas se quejen más de lo debido, hemos compartido gran parte de la
ruta y nos hemos reido mucho juntos.
Hemos puesto a las respectivas bastante a prueba.y el resultado ha sido bueno.
El resto, perdonadme, que no os
nombre uno a uno, que gozáis de una excelente y adecuada forma para disfrutar
de cada salida.
Hemos puesto a las respectivas bastante a prueba.y el resultado ha sido bueno.
Ahí estamos todos, en el Collado,
con los pies ya en Segovia y listos para afrontar los últimos kms. Sabemos que
nos queda un repechón, pero será corto, el último y después la satisfacción de
haber realizado una gran ruta. Además, entre los ecos del valle se escucha a un
Arroz al Horno gritar: “cómeme, cómeme”.
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