Amanece fría la mañana en
San Rafael. Hace un par de días que hemos dejado atrás la primavera y el otoño
ya se cuela por la puerta entreabierta
El
monumento a Alberti, en el Paseo Rivera, seguro que se alegra de vernos pero no
lo demuestra, permanece frío e impasible dando la espalda a quienes hoy
acudimos a la cita.
Apenas
cuatro compañeros: Ángel, Fer, José María y Alfonso, de aquí y de allá, los que
en esta ocasión nos abrazamos quizá prolongando unos segundos más el contacto.
A
hora temprana nos ponemos en marcha sin demora y a punto estamos de dejar en
tierra a José María, que ha acudido sin avisar. Es
posible que algunos vecinos cercanos agradezcan la ausencia del bullicio que
montamos en otras ocasiones, pero nosotros echamos de menos a los amigos que
hoy ruedan por otras tierras.
No he
anticipado track, pues no se ha realizado antes recorrido tal y como lo he
configurado en mi cabeza, así que “a seguir a papá”. Fer no me ha llamado estos días para preguntar
sobre el recorrido y ahora nos cuenta que esta semana se ha pegado buena zurra…
¡Uy, uy, uy! Tengo
la impresión de que ha imaginado que, porque íbamos a ser pocos, la ruta sería
poco más que un paseo de la abuela.
Arrancamos
hacia El Espinar y procuro coger el recorrido menos habitual pero al primer
repecho veo a Fer torcer el gesto…. ¡Uy, uy, uy! De
nuevo gesto torcido acompañado de carraspeo cuando abandonamos los Prados de la
Vieja y empezamos a ascender por la Vereda
de San Quiteria.
El
terreno, no tan seco como en anterior ocasión, permite que las ruedas agarren
mejor en los tramos más empinados y pedalada a pedalada, con duro esfuerzo, alcanzamos
cruce con el Camino del Ingeniero. Apenas 1 km para localizar el desvío que nos
llevará, ya por tramo conocido, hasta la cotera y la puerta que nos da paso a
Ávila.
La
puerta está abierta y junto a ella encontramos a tres amigos espinariegos que
han optado por subir a pie hasta este punto. Cuando
ellos ya piensan en el regreso aún nos queda a nosotros bastante ruta.
Atravesamos
la Boca del Infierno, primero en descenso y luego afrontando repecho por zona
de bunkers, dejando a nuestra derecha el enclave madrileño de La Cepeda, otras veces visitado. Tenemos por delante un largo descenso, por el
Prado Nuevo y la Majada del Viento, donde siempre comprobamos que el nombre es
más que apropiado.
Junto
a zona ganadera y muy cerca de la urbanización Las Damas, encontramos una
instalación, probablemente inconclusa, de superficie y bloques de granito, que
se nos dice se utilizará para la observación de estrellas… ahí lo dejamos.
Tenemos
a la vista Peguerinos y un Embalse de la Aceña con poca agua pero quizá
más de la esperada. Cruzamos
la pantalla sin problemas y nos disponemos a iniciar ascenso. Por allí encontramos a otro José María, un
biker solitario que nos pregunta acerca de los posibles ascensos desde ese
punto. No
dudamos en proponerle tramo que hicimos en ruta de Octubre de 2020, sin ocultarle los desniveles que tendrá que afrontar,
pero marcha encantado y sin asustarse.
Por
nuestra parte, rodeamos parte del embalse y cogemos “teórica pista forestal”,
siguiendo el cauce del Arroyo de
Navalacuerda. Poco
más de 3 kms, pero por terreno muy sucio, roto, empedrado, hasta que llegamos
junto al albergue La Casa de la Cueva.
Fer hace rato que lamenta no
haberse traído la e-bike, pero no dirá que no cuando propongo seguir subiendo.
Nuestro
tapete de juego es ahora la carretera de Peguerinos a El Escorial, de más fácil
rodar, pero ¡OJO! que no van a faltan repechos hasta alcanzar el Alto de Abantos (1640 m) y más adelante,
por un nuevo tramo de la Cañada Real Leonesa, quedarnos a las puertas de entrar
en Madrid, porque ahora giramos a la izquierda en busca de cruce y puerta de
los Portillos de los Pozos de Nieve
(1703 m) que ya visitamos hace años. Recordamos
varias ocasiones en las que atravesamos estos parajes con nieve y hielo,
bastante abrigados.
Con
el fin de animar a Fer, le recuerdo que ahora encontraremos buenos tramos de
trialeras y me parece descubrir varios destellos de luz en sus ojos.
Un
par de repechos y superamos el hito (San Juan – 1734 m) del punto más alto de nuestra
ruta. José
María pega varios tirones, tal vez animado al decirle que ya nos encontramos de
regreso, pero antes hay que realizar descenso muy largo y trialero que
superamos los cuatro con un sobresaliente. Tramo
de sendero más divertido y ya nos damos de frente con los restos del refugio de La Naranjera.
La
hora se nos va echando encima a pesar de que hemos rodado rápido y sin apenas
paradas. Después
del refugio llega el peor tramo, el más duro aunque es en descenso, donde
parece haberse acumulado todos los pedruscos de la zona y el agua ha provocado
torrenteras peligrosas. Fer
logra superar la mayor parte y con admiración le veo alejarse, siguiéndole de
cerca José María, que ha mejorado mucho con su bici desde la última vez que nos
acompañó.
Ángel
y yo nos miramos sorprendidos por haber superado bastantes más tramos que en
anterior ocasión, pero no nos hemos librado de tener que poner pie en tierra en
más de un momento por las zonas con peligro de malas caídas.
Nos
felicitamos al llegar abajo y nos entra cierto relajo, pero sabemos que nos
queda un tramo largo de pista en sube y baja continuo, un tramo de sendero
revirado y el ataque final hasta el Collado
Hornillo, que aguarda con los brazos abiertos.
Pero
esta vez no nos detenemos y emprendemos descenso rápido por la Cañada Leonesa,
también muy rota, y otras sendas que nos devuelven a toda velocidad a San Rafael. Pequeña
diferencia de un GPS a otro. El
mío indica que hemos recorrido 50 kms con un desnivel acumulado de 1235 m y
tramos bastante complicados.
Uauuuu,
y nos lo queríamos perder.