Nunca 33 kilómetros fueron
tan bien aprovechados
Pronto,
muy pronto, estoy en mi coche, todavía de noche, dirigiéndome hacia el punto de
encuentro. La mañana es fría y oscura. Mientras
callejeo, antes de salir a carretera, apenas unas parpadeantes luces de colores
en un par de balcones, preludio de las fechas que se avecinan.
Todavía
no ha amanecido y la luna se resiste a delatar su presencia. Voy
con tiempo de sobra así que, de manera no habitual, me sitúo en el carril
derecho y dejo que, aquellos que tienen más prisa que yo, me adelanten sin
pudor.
Escuchando música, relajado,
veo a mi izquierda, iluminado, el Puente Dunlop sobre la rampa Pegaso del
Circuito del Jarama.
Ya en
Montejo de la Sierra, el termómetro exterior del coche ha marcado -4º. Permanezco
en el interior, en espera de que lleguen los compañeros: Ángel,
Enrique, Ernesto, Luis Ángel, Pawel, Alfonso, además de Javier y Marino (que
anunciaron su asistencia con anticipación y ganas).
Tras no haber logrado completar la ruta en dos ocasiones anteriores por culpa de averías, hoy, los presentes, estamos dispuestos a llevarla a término… y sin
recortes (apunta Pawel).
En
marcha, hacia la ermita de Nazaret (1218 m), por laderas que ocultan su
verdor y que crujen bajo nuestras ruedas por la escarcha que las cubre,
afrontando un primer repecho a modo de calentamiento que no parece haberse ganado una
parada grupal.
Sí
pararemos poco más adelante, pues la tija de Javier ha entrado en rebeldía y
habrá que darle solución con abrazadera que portaba Luis Ángel. ¡Vamos,
que nos quedamos fríos!
Buena
parte del tramo siguiente está marcado y roto por huellas profundas de las
ruedas encadenadas de grandes máquinas, aunque, afortunadamente, el barro que
han provocado se encuentra congelado y podemos avanzar sobre él.
Y enseguida,
tras giro a la izquierda, tenemos por delante el fuerte repecho que nos iza
hasta cruce con carretera, pero superando desniveles del 17 al 23%. ¿Pero
no lo íbamos a hacer por carretera? La
pregunta se diluye en el aire, como en nuestras bocas las delicias turcas con
las que nos ha obsequiado Enrique, recuerdo de su último viaje.
Breve
parada en el collado Salinero (1515 m), para reagrupar y disfrutar de un
paisaje que va perdiendo su capa blanca gracias a un sol que ahora es más
generoso y que no nos abandonará en el resto de la ruta. Desde
aquí podemos divisar los próximos puntos de destino, pero no será fácil llegar
hasta ellos.
Duele
comprobar que los piornos y retamas se han comido gran parte del sendero que ya
de por si es complicado recorrer, pero aun así allá vamos, montados en la bici
o andando, el caso es avanzar, hasta tomar el collado Llera (1505 m) y
algo más allá, pero tampoco fácil, el cerro el Morro (1524 m).
Tremendo
el descenso que tenemos por delante, flanqueados por increíble paisaje, es
verdad, pero que pronto nos hará percibir un reconocible olor a frenos quemados,
llegando alguno a pensar que ha fundido las pastillas y está bajando sin
control. Ya lo he dicho: ¡Tremendo!
El
siguiente tramo, más llevadero y por pista forestal en su mayor parte. Primero
hacia el Collado Hondo (1363 m) y después, ya en descenso y más rápido,
hacia el Collado del Espino (1276 m), circunvalando el Cerro de la
Morra y pasando por la zona de las Carboneras, donde hasta 1950 se producía
carbón vegetal de roble para venderlo a otros pueblos y a Madrid capital.
Nos
acercamos a la localidad de La Hiruela y, junto a su iglesia de San
Miguel Arcángel, tendremos nueva avería o no tan nueva. Ahora
es Marino el que tiene problemas con su tija. Si la
de Javier no bajaba, la suya no sube… 😃 En
esta ocasión soy yo el que proveo de abrazadera que será laborioso dejar
instalada.
Precioso
el recorrido que nos aguarda por el GR-88. Primero
por zona de piedras cerca de Peña Tejerones y después, con más
velocidad, para recorrer a todo su largo una especie de tubería zigzagueante,
plagado el suelo con manto de hojas que ya se rindieron y que nos llevará,
disfrutando mucho, hasta el puente sobre el río Jarama, donde las fotos
serán inevitables.
Abandonamos
Madrid y entramos casi a hurtadillas en la provincia de Guadalajara,
ascendiendo por praderas húmedas hacia la localidad de El Cardoso de la
Sierra y, a su salida, por el camino de Montejo, encontrar los repechos
duros que la mayoría recordamos de veces anteriores.
Seguimos
rodando por el GR-88, por algunas zonas de piedras y escalones que superamos
con sorprendente habilidad, para seguir rápidos hasta cruce con la carretera
GU-187, muy cerca de la entrada al Hayedo de Montejo, de acceso muy
restringido. Acabamos de entrar de nuevo en Madrid.
Nos
resulta obligado seguir un tramo por carretera para tomar el puerto del
Cardoso (1348 m), pero enseguida nos desviamos junto a la fuente del
Collado para tomar, ahora sí en descenso, caminos rurales bastante
enfangados.
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La misma Fuente del Collado 18 años atrás |
Algún
pequeño tobogán, pero, en general, descenso muy rápido, con los arroyos del
Zarcillo, del Palancar, de la Mata, seguro que alguno más… dejándose oír con
fuerza a nuestro paso.
De
nuevo en Montejo, ya junto a los coches, cruce de abrazos más largos de lo habitual y amplias
sonrisas en las caras de los que HOY SÍ, hemos completado y disfrutado esta
preciosa ruta.