Acudo
al aparcamiento automatizado de Manzanares El Real a la hora fijada. Tengo reserva prepagada desde hace doce días y
no quiero perderla.
Apenas
se oye un pequeño murmullo de movimiento de personal; los coches eléctricos
hace tiempo que abandonaron la idea de sintetizar ruido artificial para sus
motores.
No
puedo evitarlo: mientras sigo al grupo, me asaltan los recuerdos. La de veces que entré a este parque con mi vieja bicicleta, una de las últimas que convirtieron en chatarra. En aquel entonces, me bastaba con decidir en el momento el camino que debía explorar.
Ahora el último grito son las bicis-trac, bicicletas que avanzan sobre raíles, eliminando toda posibilidad de elección.
El pedaleo es curioso, una mezcla de nostalgia y resignación. El pedalier electrónico me permite ajustar la resistencia y elegir la cadencia, pero la sensación no es la misma. Las ruedas quedaron en el pasado.
Lo peor, sin embargo, es la megafonía. A través de los altavoces estratégicamente ubicados, simulan sonidos de naturaleza: agua corriendo, pájaros cantando, gritos de aves rapaces. Lo llaman "experiencia inmersiva". Parece ser que la instalaron con la intención de disimular el ruido del cadenado que arrastra las bicis-trac e intentar no molestar a
la auténtica fauna, bueno, a la que no ha huido actualmente a otras tierras.
Intento concentrarme en el aire fresco que aún se puede respirar aquí. Veo a un usuario dos bicicletas por delante, esforzándose como si estuviera entrenando. Pero, por muy duro que lo intente, ninguna bici-track puede escapar de las cadenas... Je, je.
Superamos la curva del Mirador de los Poetas: Me pongo de pie sobre
los pedales con la esperanza de distinguir algo a lo lejos, pero lo único visible es la nube de contaminación que cubre el horizonte. A veces, si tengo suerte, logro vislumbrar algo de Madrid desde el Mirador de la Reina.
Yo no
vengo por hacer ejercicio, lo reconozco, tan solo lo hago por la necesidad de escapar, de respirar un aire que la ciudad me niega, y de rescatar de mi memoria los buenos momentos que compartí con amigos durante años.
Al alcanzar el Puerto de la Fuenfría, noto cómo el aire fresco acaricia mi rostro. Aquí,
en el collado, los raíles se bifurcan hacia diferentes direcciones, aquellas que
recorrimos libres durante años, hacia el Puerto de Navacerrada, hacia Segovia o
hacia el Collado del Rey y más tarde al de Marichiva. ¡Recuerdos imborrables! Hoy, sin embargo, solo he pagado para llegar hasta aquí. Mi tiempo es limitado; los compromisos esperan.
-- ¡Eh, oiga! ¡Oiiiiigaaaaa!
¿Se ha quedado dormido o qué? Su coche está bloqueando la salida del mío.
Alfonso

Alfonso








Buff...ojalá que no tengamos que vivir esos momentos prefabricados y preconcebidos, prediseñados y cuasiartificiales. Que ganas de respirar en libertad, dejando caer nuestras bicicletas por esos senderos tan recordados. Estamos ,necesitados de esos momentos y de esos abrazos al terminar cualquier bajada, subida, trailers o sendero habilidoso. Queda un día menos!!??
ResponderEliminarNo puedo casi, ni terminar de leerlo, me entran ganas de llorar y,la cabeza me vueltas, las piernas me flaquean y casi no me sostienen, no lo has hecho con intención Alfonso pero, que disgusto me has dado. No sé lo voy a contar a mi bici, llevaré el secreto hasta enterrar el coronavirus.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me voy a volver finolis, me cachis en la mar, caspita, que no hombre que no, eso no puede ocurrir, llenar nuestros montes de raíles, que no me nieeeeergo.
ResponderEliminarPero seguro que algún día ocurrirá, esto o parecido, menos mal que yo no lo veré, pero paciencia ya queda un poquito menos para rodar realmente con nuestras bicis, la mía está tarde estaba llorando por que la dije aller que este domingo tampoco salimos.
Y las averías qué, es muy triste pensar por un segundo que esto pueda ocurrir!!! No poder parar a rellenar nuestros botes de agua de esas maravillosas fuentes que tenemos, como dice Fer espero que mis ojos no lo vean.
ResponderEliminarQue gran relato por otro lado Alfonso.
Un abrazo a todos. Un día menos!!!
La imaginación y los sueños al poder.
ResponderEliminarEspero que sea eso, solo un sueño para poder disfrutar siempre de la bici tal como nos gusta y no cambiar un ápice.
Tal como la tenemos concebida.....Nos gusta la bici?
Alfonso, qué maravilloso relato! Has logrado plasmar una atmósfera futurista y melancólica, un excelente contraste entre la nostalgia de las experiencias pasadas y la frialdad de la modernidad. Además, tu estilo es muy visual, nos transporta directamente al Parque Natural Sierra de Guadarrama en este peculiar escenario. ¡Enhorabuena! Alba Cari
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