Cuando alcancé el Alto del León, el sol comenzaba a asomarse tímidamente por el horizonte. Nada hacía presagiar lo que nos aguardaba
Vera Trail
En el aparcamiento de La Herrería, junto a los verdes campos del Real Club de Golf, nos reunimos en una fresca mañana un grupo reducido: Andrés, Enrique, Fer, Luis Ángel, Nacho y Alfonso.
Es
posible que algún compañero ausente haya decidido no venir por temor a las
previsiones meteorológicas. Debo admitir que los que estábamos
presentes tampoco teníamos las cosas del todo claras, pero no nos ha caído
ni una sola gota en toda la ruta.
A continuación, nos encontramos con estrechos senderos que debemos recorrer de a uno, procurando no quedar enganchado entre las ramas de los arbustos. Pronto nos daremos cuenta de que hemos venido demasiado abrigados, lo que obligará a algunos a hacer parada para añadir a la mochila la ropa que sobra.
Hemos
optado por el recorrido más corto para plantarnos al pie de las “zetas
trialeras” lo antes posible, y ya las tenemos delante. Cada
uno de nosotros las afronta según su propia fuerza y habilidad. No
hay que correr.
Hemos tenido un buen calentamiento, pero ahora hay que llegar al puerto de Malagón por la pista. Enrique tomará en solitario una variante que hará su recorrido aún más exigente. El resto de nosotros continuamos por trazado habitual y no podemos resistirnos a hacernos unas fotos junto al rótulo de Abantos (1640 m)
Una vez
en la cotera que separa Madrid de Ávila, comenzaremos ascenso hacia la entrada de
los portillos de los Pozos de Nieve (1703 m), donde Enrique nos aguarda pacientemente,
aunque con un toque de ansiedad en su rostro.… Tenemos
muy cerca el “motivo principal de esta ruta”.
Tras
superar un par de conocidos repechos duros, nos encontramos ante el sendero que
nos llevaría al Refugio de La Naranjera, que a mí particularmente me
encanta, pero Enrique se detiene para indicarnos que debemos tomar desvío hacia
la izquierda, por sendero que no debemos perder. Estamos
en la cima San Juan” (1734 m)
Pero ¿esto qué es?
El
sendero en descenso se extiende por más de kilómetro y medio entre pinos y
arbustos, y aunque no podemos llamarlo trialero por la falta de raíces, piedras y escalones, es
simplemente espectacular. Es limpio, peraltado, y muy zigzagueante,
con curvas que nos obligan a realizar buenos trazados y pendientes suaves que se
disfrutan cada vez más a medida que avanzamos. ¡Es
una auténtica pasada!
Nos
detenemos para reagrupamos y respiramos profundo al cruzarnos con la pista que
viene desde la fuente de la Naranjera, la Casa de la Cueva, la Mariposa
y más allá… Pero aún hay más por venir. Se
puede ver claramente que la ladera se vuelve más pronunciada.
Como
parecía, tramos más complicados, con más pendiente, que requieren mayor atención…,
pero la adrenalina fluye sin control por nuestras venas. ¡Qué
emoción!
En
algún tramo, cuando hemos tenido oportunidad de apartarnos sin perder la
inercia, hemos dejado que nos adelantaran un par de ciclistas endureros con e-bike,
pertrechados con cascos integrales, petos, rodilleras y coderas… Y
nosotros, en cambio, “a pelo”, disfrutando de la aventura con un estilo algo
más ligero, pero sin duda atrevido.
Nos
detenemos de nuevo, ahora cerca de la Casa de la Cueva. No podemos
evitar soltar suspiros de satisfacción que nos ayudan además a normalizar la
respiración. Los choques de puños y las miradas cómplices
de satisfacción son el reflejo de lo bien que lo estamos pasando, ¿verdad
Andrés? Estamos
listos y con ganas de afrontar todo lo que nos echen.
¡La aventura continúa y la emoción flota en el aire!
Hemos
disfrutado de mucho recorrido inédito hasta ahora, pero lo que viene a
continuación es un descenso duro y vertiginoso que ya forma parte de rutas
pasadas de AlfonsoyAmigos. A más de uno de los presentes
nos llegan recuerdos de varias caídas y muchos tramos recorridos a pie hasta
coger los márgenes del arroyo de Navalacuerda.
No hay temor
¡Allá
vamos!, mostrando un control impresionante sobre nuestras bicis, que se deslizan
con una docilidad y complicidad increíbles. Yo
mismo, en un momento, estoy a punto de “salir por patas” en el tramo más
complicado, pero rápido de reflejos suelto los frenos por completo. Mi querida
bicicleta responde perfectamente, haciendo su trabajo sin queja alguna.
Nos
acercamos al embalse de la Aceña, en el municipio de Peguerinos, que
data de 1991. No se encuentra en su mejor momento de caudal
de agua, pero no pierde su encanto. Un
par de fotos a la carrera, porque el grupo parece estar ansioso por enfrentar
el tramo más duro de la ruta.
El
desnivel es bastante pronunciado desde el principio, y cada uno se marca su
propio ritmo, pero aquello se convertirá casi en una tortura. A
medida que avanzamos, el porcentaje no se alivia, al contrario, en algunos
tramos se vuelve más empinado y el terreno se complica con piedras sueltas,
algunas de gran tamaño. Bastante peor y duro que en
anterior ocasión.
Enrique, con su humor característico, me dice: No me des conversación
Cuando
nos gustaría pensar que el final está próximo nos encontramos con otra pared,
esta vez con zanjas profundas que hacen que el desafío sea mayor. Casi
4 durísimos kilómetros, terrible desafío que a todos ha dejado mella en las
piernas y ha disparado las pulsaciones. No se
nos va a olvidar.
Regresamos
hacia el puerto de Malagón, para coger pista forestal con formidables
vistas que ya no apreciamos y que nos llevará, todavía con algún repecho no
deseado, por encima del embalse del Romeral, en
San Lorenzo de El Escorial.
Los abrazos y felicitaciones son inevitables. ¡Magnífica propuesta, Enrique! Deja que nos recuperemos para la próxima.
Mi reconocimiento para los compañeros con bicicleta muscular/pulmonar y mención especial para Andrés.
Nota: En el track se pueden ver los porcentajes de desnivel superados.
Nota 2: Pocas fotos del
recorrido. No estaba la cosa como para detenerse.
Nota 3: ¿Qué me he extendido
mucho? Creo que la ruta lo merecía.