A veces, los objetos que nos
acompañan durante años guardan más que cosas: guardan historias. Hoy,
la mochila que fue testigo de tantas rutas, risas y recuerdos, rompe su silencio.
Querido Alfonso:
No sé si me escuchas, pero esta noche tengo algo que decirte:
Llevo años contigo, colgada a
tu espalda, rozando tus sueños, acompañándote en cada ruta.
Sentí el sol quemando tus pasos, la lluvia empapando tus dudas y el sudor de los días que parecían no acabar.
También los vi a ellos, tus amigos.
Escuché sus risas, sus quejas cuando el sendero se hacía duro, sus historias contadas al ritmo de las pedaladas.
Me acostumbré a sus voces, a sus bromas repetidas, a sentir los abrazos al llegar a la cima.
Ellos también son parte de mí.
Y cómo no iban a serlo, si fueron ellos quienes me regalaron.
Aquella sorpresa que te emocionó, que selló un vínculo entre vosotros y que me convirtió en símbolo de amistad.
Desde entonces, no solo he llevado tu carga,
sino también el cariño de quienes te acompañan.
Sé que te apena, pero has decidido dejarme en casa.
Otra mochila más nueva, ligera y práctica me ha reemplazado, y lo entiendo.
El tiempo pasa también para mí.
Pero antes de que me olvides
del todo, quiero pedirte algo:
¡Guárdame!
No hace falta que me lleves más lejos.
Solo colócame en un rincón del sótano, donde el polvo no me moleste demasiado.
Porque sé que algún día, cuando tú ya no estés para contar tus historias, alguien bajará esas escaleras.
Tal vez tu hija. Tal vez tus nietos.
Y al encontrarme, abrirán mis
débiles cremalleras como quien abre un libro antiguo.
Dentro hallarán mapas con anotaciones, una braga de cuello que huele a invierno, una foto doblada con sonrisas sinceras...
Y entonces, Alfonso, tú volverás.
No como una sombra, sino como una presencia cálida; una voz que susurra desde cada objeto:
“Aquí estuve. Aquí
viví. Aquí fui feliz.”
No quiero morir siendo solo una mochila.
Quiero ser memoria.
Quiero ser legado.
Así que, si puedes, no me tires. No me
olvides. Déjame esperar en silencio, como quien aguarda,
paciente, el regreso de una historia que aún no ha terminado.
Con cariño, Tu mochila
Tal vez no vuelva a compartir senderos, pero aún puede susurrar historias.
Hay recuerdos que no se guardan en cajones… se guardan en mochilas.
Nota: Si no leíste la primera parte, pincha en
"La Mochila que Guardaba Recuerdos"
Muy emocionante Alfonso! El valor sentimental de los objetos es mucho mayor que su valor para mi... Me he emocionado! Me cuesta mucho tirar cosas y acaban en un armario o trastero... Me gusta volver a encontrarlos pasado los años.
ResponderEliminarUn.fuerte abrazo.
Patrick
Eres un auténtico maestro de la escritura, consiguiendo que vivamos y sintamos cada palabra. Me has emocionado, una vez más.
ResponderEliminarY sí, una lástima lo de la mochila, pero necesitas otra porque aún te quedan muchas aventuras y caminos que recorrer.
Te queremos