Jesús Vázquez Ortega
Camino de Segovia remontado El Portachuelo, existió en tiempos pretéritos una posada en la que hacer parada y fonda después de bregar toda la jornada contra esas sendas de Dios.
Camino de Segovia remontado El Portachuelo, existió en tiempos pretéritos una posada en la que hacer parada y fonda después de bregar toda la jornada contra esas sendas de Dios.
Su propietario, de nombre
Aniceto, era persona austera de tez morena, tomado de canas y pródigo en
arrugas, estigmas del mucho desgaste acumulado a lo largo de los años.
El negocio nunca marchó
mal pues no faltaron viajeros que se detenían a yantar y beber, o descansar el
cuerpo rendido sobre un añoso jergón.
Entre la clientela como en
botica, había para elegir desde chalanes merecedores de toda desconfianza hasta
frailes pedigüeños que se llevaban más de lo que consumían, pasando por una
amplia lista de parroquianos tan típicos como ajados mercheros, vagabundos con
mano larga y pícaros mercachifles que hubieran vendido a su familia si pagaban
lo suficiente.
Pero también se dejaban
caer ingenuos lechuguinos, personas de copete y por supuesto servidores del
orden que velaban porque la ley se cumpliera, cometido harto espinoso debido a
la acuciante necesidad que preponderaba en una sociedad precaria, colmada de
ciudadanos resabiados por la penuria.
La Venta del Hambre cuyo
nombre no deja lugar a dudas, fue un minúsculo universo en el que no faltaron
las afrentas, los tirones de navaja cabritera o el insulto procaz, alternándose
con actos generosos, gestos humildes e incluso ceremonias fervorosas.
Gozaba de gran fama en lo
culinario, según cuentan su delicioso pan de leña y sus sabrosos chorizos eran
viandas muy apreciadas por los comensales, que degustaban si había posibles.
En los crudos inviernos
refugio de amparo a caminantes yertos de frío, por contra en los estíos se
disfrutaba del céfiro que refrescaba suavemente el rostro.
Un elenco indefinido de
personajes variopintos desfiló por aquella hospedería cuyos muros fueron
testigos de capítulos irrepetibles, que tras su desaparición como el bueno de
Aniceto, guardaron para siempre ocultos en los resquicios de la historia
testimonios de ricos y pobres, de almas errantes que un día cruzaron sus vidas
en aquel apartado andurrial hoy sepultado bajo el asfalto.
Otras series de Jesús Vázquez:
Guerra en las Cumbres
Alas sobre el Guadarrama
Otras series de Jesús Vázquez:
Guerra en las Cumbres
Alas sobre el Guadarrama
Gracias Jesús por la interesante y esmerada reseña que nos regalas sobre aquel lugar que existió en la provincia segoviana, que al igual que otros en su tiempo, acogían a trashumantes del tipo que fueran, retratados quedan y muy bien en tu relato los personajes que visitaban El Portachuelo, utilizando esa rica prosa cervantina y galdosiana cargada de poderosa ironía y expresividad, que aunque en desuso, gusta recordar e incorporar, apreciando más si cabe, esta, nuestra lengua castellana.
ResponderEliminarRelato curioso dedicado en definitiva a aquellas posadas o ventas en las que se hacía un alto en el camino, para aliviar la atonía que producía transitar por los caminos de antes.
Un saludo.
Sin palabras, Jesús. Rica prosa y excelsa narración que a nadie nos deja indiferente. Bien conjugados los hechos y exquisito el lenguaje que acompaña al relato.Mi más sincera enhorabuena tanto a ti como a Alfonso por incluir esta reseña en su maravilloso blog.
ResponderEliminarSaludos.
María Jesús Maricalva
Alguno sabe, si la foto de la puerta se corresponde con el portón de la Venta del Hambre
ResponderEliminarMuchas gracias
Julio Miguel Angulo
No Julio. no corresponde. Es una simulación. En la actualidad no queda nada en pie. Un saludo.
Eliminarmuchas gracias Alfonso!
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