Comenzar un camino nuevo da miedo. Pero a cada paso que damos, nos damos cuenta de que lo peligroso era quedarse quieto
Como
cada domingo, me dirijo ilusionado hacia el punto fijado de encuentro con la incertidumbre
de qué amigos serán los que hoy se libren de sus compromisos y puedan acudir.
Durante
toda la semana, hemos venido consultando las previsiones de lluvia en la zona y
no descartamos la posibilidad de que la “pasta” de la que estamos hechos se
ponga a remojo a lo largo de la mañana.
El encuentro
es en un polígono, muy tranquilo y con espacio de sobra para aparcar sin
molestar a nadie. Lo malo es que no hay ningún
sitio donde tomar un café antes de salir, ni donde celebrar la ruta al regreso.
Tal
vez por ello, hoy vamos a iniciar la marcha cuasi puntuales: Andrés,
Ángel, Asanta, Enrique, Fer, Luis Ángel, Miguel Ángel, Nacho, Patrick y
Alfonso.
Atalaya de El Molar |
Echando
de menos a otros amigos de asistencia habitual, la decena de ciclistas
presentes nos ponemos en marcha, atacando con calma el primer rampón de la
mañana por el monte de Valdeoliva.
Una ruta engañosa y exigente
Enrique
nos ha sorprendido con una ruta que no se parece en nada a las que solemos
hacer. Una
ruta llena de trampas, de subidas y bajadas que no dan tregua, de curvas que
nos obligan a estar atentos. Una ruta que no pone a prueba
nuestra destreza, sino nuestra resistencia.
El
recorrido es más corto que el que hicieron otros compañeros hace poco, pero no
por eso menos intenso. Nos lleva hasta El Molar,
siguiendo el antiguo Camino de Francia, que une Madrid con el norte.
El
día parece no acompañar mucho. El cielo está gris y el aire
frío. Pero
no nos importa. Después de 25 kms, ya estamos
calientes y sudorosos. Por suerte, no llueve ni hay
barro. Podemos
ir a un ritmo aparentemente tranquilo y charlar con el que tenemos al lado.
El
paisaje no es muy variado, pero tiene su encanto. Vemos
árboles y arbustos que se han adelantado a la primavera y lucen flores blancas
y rosas. Algunos dicen que son jazmines, otros que son
azahares, tal vez cerezos. Yo no lo sé, pero me gusta el
aroma que resulta fácil de percibir y te envuelve.
Estamos
siguiendo tramo de la carretera de Servicio del Canal Isabel II. A ambos
lados de la pista, vemos tentadores senderos de tierra, pero… hoy no tocan. Siguiente
localidad: Venturada, después de superar el arroyo de Sacedón. El
viento se nos pone en contra.
Nos
toca otra subida, más dura de lo que se desprende del gráfico, por la M-627, rodeando
el embalse de Pedrezuela o del Vellón y tomamos el camino de servicio
del embalse. No nos podemos resistir a cliquear unas fotos
de recuerdo.
Después
de pasar la presa nos aguarda un largo recorrido por el Camino de Servicio del
Canal Alto. Aquí ya no hay tiempo para hablar, el silencio
parece imponerse la mayor parte del tiempo mientras aceleramos la marcha, que
casi se mantendrá hasta el final.
Observamos
con curiosidad los numerosos aviones que nos muestran su panza al girar para
alinearse con las pistas de aterrizaje. Vuelan,
nos parece, más bajos de lo habitual, por debajo de las nubes oscuras, como si quisieran
evitar perder visibilidad o escapar de una lluvia que amenaza con descargar sobre
nosotros.
No
lluvia, no barro, más ritmo y más kilometraje del habitual. Los
abrazos, los de siempre, fuertes y sinceros y un sentir general: Una
ruta como esta de vez en cuando… no hace daño.
Guapa crónica. Un placer rodar con vosotros.
ResponderEliminarBuena ruta rodadora y exigente ¡... esperando ya este jueves para ver próxima ¡
ResponderEliminarParece que este tipo de rutas rodadoras, para nosotros no tiene más historia. Nos gusta un poco más de "jarana". Sobre todo a los más traileros.
ResponderEliminarPor contra se puede ver más el paisaje, charlar y coger fondo físico en resistencia para estar más tiempo encima de la bici y sobre todo, que volvemos a salir, otra mañana más y, es lo importante.
Hacernos fotos, algunas anacrónicas, pues no parecen de este tiempo de invierno y seguimos rodando, nos felicitamos con un abrazo y esperamos ansiosos la convocatoria siguiente!
Sed Felices Un Abrazo.
Una ruta muy rodadora donde no se para de dar pedales! Ideal para coger fuerza y resistencia. Subidas y bajadas se suceden sin cesar. Mucha parte de la ruta sigue el canal del agua que viene del Atazar. La atalaya del Molar vigilando el paso de Somosierra nos recuerda que esta zona fue antaño frontera entre los reinos catolicos y los Califatos. Una ruta muy completa...
ResponderEliminarQuedarse en la cama no es una opción!! Impensable, si tienes un grupo como el de AlfonsoyAmigos con los cuales compartir todos y cada uno de los domingos.
ResponderEliminarQue buena ruta y trayecto este de san Agustín de Guadalix, perfecto para los días de lluvia, barro y mucho agua. Es la alternativa perfecta de "desagüe" para no tenerte que quedar en casa. Eso jamas!!
Quien dice que en las rutas de sierra baja no se pueden acumular desniveles de mil metros........?
Nos vemos este domingo de nuevo donde madrugar dolerá tanto como siempre aunque la recompensa sea enorme.
Un abrazo