Estoy siendo víctima de una hipersensibilidad extrema que no soy capaz de controlar
La
familia y los amigos me dicen que el dolor se irá pasando… pero, ahora mismo,
me cuesta creerlos. Me digo a mí mismo: “Se
fuerte, los que te quieren sufren por ti” y “No
quiero convertirme en el llorón de AyA”
Retomando sensaciones
He
preparado con mucha antelación la equipación y aparejos necesarios para la ruta
propuesta. Temía olvidar algo.
Los
que no se han olvidado de acudir y de darme otro enorme abrazo: Andrés,
Ángel, Enrique, Fer, Juan, Luis Ángel, Miguel Ángel, Nacho, Rafa y Santi.
La
semana pasada fui a caerme en el único charco del recorrido y me llevé puesto
todo el barro. Hoy vamos a comprobar si las
dehesas retienen o no el agua de las lejanas lluvias caídas. ¿Será
un día seco o húmedo?
Aparcamos los coches junto al restaurado Puente del Batán, una joya de la edad media que cruza sobre el cauce alto del río Manzanares y me viene a la memoria el que, hace unos años, una pareja de la Guardia Civil nos dio el alto en este punto por no llevar la mascarilla puesta… Rafa también lo recuerda al pasar.
La primera parte de la ruta es bastante llana y
discurre por la ribera del Manzanares, donde podríamos disfrutar del entono si
no fuera porque, muy pronto, el agua acumulada y unos trampales intentan
engullirnos. Atravesando el ramal del río, saltando de piedra en piedra o probando el lodo,
cada uno lo intenta de una forma, pero no será la última vez.
Más adelante, cruzamos puente en el camino de las Portilleras, pero enseguida volvemos a pegarnos al cauce del río y sufrimos las consecuencias: Charcos, barro y espinos y el terreno no es precisamente afable.
Rodamos algo más de 5 kms junto a las vías abandonadas
del tren de cercanías, pasando por la antigua estación de Soto del Real. A juzgar por los
movimientos de tierra que observamos y alguna noticia, es posible que se
recuperen estas vías y nuestro trazado tenga que variar en un futuro.
Más de lo mismo
Junto al puente de los Once Ojos (reconozco que no los he contado) tomamos otro
desvío. Un nuevo capítulo
de la misma historia: Agua, barro, zarzas y una canaleja entre fincas muy
pedregosa…
Terrenos de Guadalix de la Sierra. Un arroyo por
aquí, otro más adelante, otro más… hoy todos se empeñan en ir bastante cargados
de agua y ya nos importa menos mojarnos los pies. Luis Ángel se
luce al vadear el arroyo de los Cantos.
Una barrita y un trago largo, pues la mayoría sabemos
lo que nos espera a partir de ahora. De momento, un tremendo ascenso en el que el sol se
deja notar con fuerza. Imposible realizar este trazado en verano.
Esto se pone serio
Superar el arroyo de Valdemora nos indica que enseguida
tomaremos el desvío para el tramo más duro, durísimo, del día.
Se trata de una ascensión de unos 4 km por una pista de
tierra con algunos metros con piedra suelta y pendientes moderadas al
principio, muy engañosa, pero que, poco a poco, aumenta el desnivel, se
estrecha la calleja, aparecen charcos inmensos que ocultan trampas y los
pedrolos se multiplican sin permitir apenas escape.
Cada uno midiendo su propio esfuerzo, a su ritmo, procurando no gastar fuerzas sin sentido y reservándolas para superar los tramos que requieren potencia y habilidad para no poner pie en tierra o caer.
Durante el recorrido, nos alcanzan dos parejas de la Guardia Civil en motos de trial. Muy amables nos ceden el paso, pero, en mi caso, declino el ofrecimiento y les dejo pasar. Prefiero no llevar detrás achuchándome 4 motos rugiendo. Posiblemente entrenaban por la zona.
El punto más alto de nuestra ruta, a 1092 m, en la
ladera del Cerro de San Pedro (1423 m), al que solo echamos una mirada
de lejos. Nuestro grupo va llegando con cuenta gotas. Unos se sientan
en el suelo, otros se doblan sobre el manillar de sus bicis y hay quien
necesita quitarse ropa por el agobio con el que ha llegado. ¡Durísimo!
Iniciamos descenso muy rápido por la Cañada del Recuenco y la Cañada de las Gateras. ¡Eh! No os paséis, que hay nuevo desvío para tomar un descenso muy técnico y peligroso. Allí encontramos de nuevo a los agentes de seguridad que, detenidos a un lado, nos aconsejarán el mejor trazado para seguir descendiendo entre bloques de piedra.
El calor aprieta y una pista polvorienta y con mucha
pendiente nos acercará a la dehesa de Navalvillar y a Colmenar Viejo.
La última parte de la ruta, por la archiconocida Colada
de los Gallegos, divertida y variada, que puede que haga las delicias de
aquellos a los que todavía les quedan fuerzas y expriman la última energía de
los que llegan más justos.
De nuevo en los coches. “No me des el abrazo tan fuerte, que no me tengo en pie” –
avisa alguno.
Recogemos todo mientras nos vamos despidiendo. Satisfechos pero
cansados. Hoy me tomo el tiempo con más pausa, pero, cuando marcho, las últimas
palabras para Luis Ángel, que todavía me verá partir.
Un magnífico trazado que terminó conmigo, uno de estos días malos, este fue el mío,
ResponderEliminarDe lo que me alegro, acudir a la cita, de lo contrario no hubiera salido.
Fer
Divertida mañana , buena ruta en su variedad.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en el diseño del trazado hizo que disfrutáramos.
Recuerdo está ruta pasando frío y pase calor, lo cual es de preocupar. Todavía queda invierno o eso espero.
Lo que tengo claro es que quedan más Domingos y más salidas con la bici y el caso es no parar.
Sed Felices. Un Abrazo.
Buena ruta + buena compañia = Magnífica mañana de domingo ciclando.
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