Donde la niebla no deja ver nada…
Ruta y Crónica: Chicho
La
previsión meteorológica anunciaba ligera pero constante lluvia para la mañana
del domingo, así que decidimos hacer ruta por los senderos de Hoyo de Manzanares, donde rodar en mojado
es una gozada por lo bien que agarra el terreno. Además,
ofrecen una rápida escapatoria hacia los coches y los bares en caso de que la
lluvia torne en temporal.
Puntuales
y joviales acuden: Alfonso,
Andrés. Ángel, Eva, Fer, Jesús, Juan Patricio, Patrick y Chicho
Ante
el cachondeo generalizado por mi nuevo calzado de invierno, decido variar
ligeramente el trazado que tenía en mente y me hago el firme propósito de hacer
pagar al grupo tamaña ofensa, dirigiéndolos hacia las más pedregosas subidas a
fin de que tengan que descabalgar de sus monturas y hacer equilibrios sobre sus
zapatillas con calas.
Comienza
la ruta por el rápido, técnico y rápido descenso hacia el Arroyo de Peregrinos
que esta vez cruzamos por encima del puente para no mojarnos los pies y para
evitar que la bici eléctrica de Alfonso le de algún calambrazo.
La
subida por pista por el camino de Moralzarzal a Torrelodones, aunque pesada,
permite que el grupo se dé a la charla y comente las novedades de la semana. Ángel
aguanta pacientemente mi discurso hasta que nos desviamos para iniciar la subida
al Mirador de Peñaliendre. Pronto todos enmudecen y comienzan su
particular vía crucis entre piedras y jaras.
A
mitad de subida, Patrick espera que nos desviemos camino del famoso “escalón
rojo” que últimamente supera casi con los ojos cerrados. Decido negarle semejante satisfacción, pues
la benévola meteorología nos abre una ventana de oportunidad para atacar la
subida a Peñaliendre y el descenso por el arroyo que el grupo tuvo una vez la
poca fortuna de afrontar de subida.
La
niebla poco a poco nos va envolviendo y las jaras parecen querer atraparnos con
sus abrazos. En
algún tramo empedrado y empinado, Ferluy duda si ha escogido bien hoy su bicicleta
o debería haberse decantado por algún modelo más trepador de su escudería de
bicis.
Poco
antes de alcanzar la cima, Jesús rompe la patilla del cambio pero esta vez ha
sido previsor y saca de la mochila el preciado recambio que le permitirá
continuar la ruta sin tener que regresar al coche como en anterior ocasión. Evidentemente, la patilla no se monta sola y
parece que, en ausencia de los mecánicos oficiales del grupo, Patrick y otros
ayudantes reparan muy dignamente el desaguisado.
Alguna
vez tendremos que explicar cómo es posible que aparezcamos todos en la foto que
nos tomamos en el mirador si no hay nadie allí para hacérnosla. Andrés duda de que efectivamente esto sea el
mirador de Peñaliendre, argumentando que en todas las ocasiones que ha subido
no se ve nada por la niebla. Tranquilo,
volveremos a subir.
El
descenso por el Camino de la Casa del Monte se confunde en bastantes tramos con
el cauce del arroyo de Peñaliendre. Como
las lluvias han sido escasas, podemos recorrerlo sin acabar mojados hasta las
rodillas y una vez superados los tramos más estrechos, atrincherados, difíciles
y cerrados, disfrutamos de uno de los descensos más divertidos, exigentes y
adrenalínicos de las últimas rutas.
Durante
el descenso divisamos una colonia de buitres que no sabemos si espera
pacientemente a que alguno de nosotros de con sus huesos en la tierra (lo que no sería de extrañar) para
abalanzarse sobre él y darse el banquete del día. En la lejanía, Juan Patricio confunde a uno
de los negros alados con un tótem como los que erigía en sus campamentos
juveniles.
Una
pequeña avería nos retrasa un ratillo camino de la ladera de El Picazo. Una vez solventada, rodeamos la parte alta
de Hoyo de Manzanares y a ritmo
endiablado enlazamos curvas y contracurvas, piedras y más piedras que no
quieren acabar para disfrute de todos. Seguiremos
exprimiendo las bicicletas al máximo por el sendero que rodea la Academia de
Ingenieros hasta que la carretera pone freno a nuestros desmadres.
Una
vez cruzada la carretera, no tardamos en dar con el escondido y estrecho
sendero del Colmenar del Sevillano que sigue dándonos oportunidad de pedalear a
toda pastilla entre ramas, piedras y la valla que lo delimita.
Después
de reagrupar y comprobar que todos seguimos de una pieza atravesamos el Alto de
la Solana camino de otro sendero trialero que es si cabe, todavía mejor que el
anterior. El
grupo está pletórico y duda de que pueda haber más senderos y trialeras que
enlazar, pero esta zona es una mina y para no defraudarles les endoso otra
rápida bajada hasta el arroyo de Trofa.
En
la subida hacia la carretera, Patrick parte la cadena por segunda vez en lo que
va de mañana. Como
es hombre previsor, no le faltan repuestos ni herramientas con la que resolver
la incidencia mientras los demás le ofrecemos un estupendo apoyo moral y
supervisamos la reparación.
Eva
baraja la posibilidad de grabar en vídeo estas reparaciones “en ruta” y abrir
su propio canal de YouTube con el que hacer la competencia al mismísimo “hombre
de Mammoth”, del que por cierto somos todos seguidores.
Y
para no alargarme demasiado, decido cortar por lo sano la crónica igual que
hicimos con la ruta. Sí,
señores, hubo un buen recorte por el que nadie protestó y con buen criterio
decidimos emprender el regreso a los coches y tomarnos una cervecita con pincho
podrido a la salud de Andrés.
El
próximo domingo más.
Aviso
a los ausentes: Se
recomienda que se apliquen en las clases de “spinning” en su gimnasio o en los hoteles en los que se alojen, si
quieren volver en un estado de forma y nivel digno del grupo… jeje. Se os echa de menos.
Y dejamos unas fotitos de la escapada que tuvimos el sábado por la Casa de Campo de Madrid, en esa Ruta de la Abuela que, en Segovia o Madrid, no quiere dejar de
existir.
Nos libramos de la lluvia, pero no de un continuo sube y baja trialero, habilidoso, complicado, duro y disfrutón a tope, bajo la experta batuta de Chicho. Pocos kms, pero creo que el cuerpo ya no pedía más. Admirado y orgulloso del esfuerzo de mis compañeros de ruta.
ResponderEliminarChicho: Que pluma mas fina tienes!!!. Aunque lo que comentas de los campamentos juveniles ¿a que te refieres?. ¡Cachondo! :). Como siempre, magnifica mañana, magnifica compañía...y el pincho estaba podrido?. ¡Hambre teníais que pasar!. Gracias a tod@s.
ResponderEliminarNo disimuleis que teneis todos cagalera y no fue de la ruta fue del pincho y Juan que se comio el mia mas, que ascó coño.
ResponderEliminarBueno al lio, menudo despilfarro de adrenalina, trialera tras trialera, para abajo trialera para arriba, recortamos y no dije ni pio, me encontre de diez y termine muy satisfecho con la ruta y la compañia.
Otra, Chicho, de bajar y subir, subir y bajar interminables pero divertidas a más no poder, se recortó por imperativo de la hora, pero como fue una mañana ideal para la ruta, solo una ligera niebla mañanera, y unas cuántas averías, pero que son gajes de nuestro quehacer Dominguero o sabatino.
ResponderEliminarPor cierto el Sábado, por la Casa de Campo madrileña, también disfrutamos y nos pusimos en forma, eeeeh Alfonso.
Gracias, por estar ahí. Sed Felices.
Gracias Alfonso por esa estupenda y trepidante Ruta de la Abuela del sábado. Si nos hubieses abandonado a mitad de mañana no habríamos sido capaces de encontrar el camino de vuelta a casa nosotros solos...jaja
ResponderEliminarChicho
¿Y qué te crees que me hubiera pasado a mí si me dejas en mitad de una de las trialeras de Hoyo? Se disfruta doblemente montando y enseñando ¿verdad?
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