Este pasado domingo AlfonsoyAmigos se aventuró una vez más con la ruta San Rafael–Madrid y regresó en tren
Mi GPS fu testigo de que,
como mínimo, se acumularon en las piernas
74 kms a fuerza de pedaladas. Como mínimo, porque los compañeros que se
permitieron el lujo de partir desde El Espinar añadirían otros 10 kms más entre
la ida y la vuelta y el amigo Ángel, que madrugó y se levantó pletórico, inició
ruta desde Zarzuela del Monte añadiendo otros 25 kms a su cuenta particular.
Con todo y con ello, la
ruta transcurrió con bastante soltura de pedaleo y se notó que todos
disfrutábamos de la jornada que estábamos compartiendo.
Cuando finalmente llegamos
a la Casa de Campo de Madrid, bordeamos el lago y nos plantamos en la
puerta de Príncipe Pío. La euforia del logro y los abrazos quitan importancia
al cansancio acumulado.
Estaba cayendo algo de
chirimiri y quien más quien menos ya tenía mojado el cuerpo por agua o sudor. De haber hecho mejor
tiempo seguramente hubiéramos alargado el encuentro, acercándonos a la Plaza Mayor que era nuestro segundo objetivo, pero Renfe quiso ser protagonista: "O cogéis el tren de regreso a la 16.00 horas o tendréis que
aguardar hasta las 19,00", pareció recordarnos.
La dudas surgen entre los que tenemos que regresar a Segovia, pues los madrileños (hoy no me cuento como tal) ya están en casa.
Son las 15,15 horas y a
regañadientes se opta por buscar dónde comer rápido y marchar a la estación.
Las despedidas entre madrileños y foráneos se vuelven ahora precipitadas, van
corriendo los segundos en el reloj, tic-tac, tic-tac.
Alcanzamos la Puerta de
San Vicente y un grupo de 11 ciclistas avanza por las aceras del Paseo de la
Florida buscando quien les quiera dar de comer. No faltan lugares en los que incluso salen a nuestro encuentro y nos ofrecen mesas para comer tranquilos y con
tiempo, que es precisamente lo que no nos sobra. Tic-tac, tic-tac.
En un establecimiento nos
confirman que nos pueden hacer bocata de calamares a la velocidad del rayo y
allí realizamos el encargo, de pie, junto a las bicicletas, intentando no
estorbar a los viandantes.
Andrés propone lanzar
equipo de avanzadilla para que vaya sacando los billetes y así marcha un grupo.
Nadie pide agua, nadie se
toma una cerveza, apenas acudimos alguno a los baños y esperamos con ansiedad
unos bocadillos de calamares que parecen
haber ido a pescar a la mismísima costa. Tic-tac, tic-tac. No quiero ni mirar
la hora, voy pagando para ganar tiempo.
Interminables minutos hasta
que nos entregan los bocadillos, en paquetes individuales introducidos en
bolsas más grandes, que se reparten entre los que nos hemos quedado de guardia
y partimos acelerados hacia la estación. Tic-tac, tic-tac.
Afortunadamente Samuel
sale a nuestro encuentro, pues la mayoría andamos bastante perdidos. ¡Rápido!,
que es al final del edificio, nos grita. Una pareja de policías
nacionales bien armados nos miran perplejos y dudan tal vez si considerar o no sospechosos
los bultos que llevamos.
Reparto de billetes y ya
estamos en el andén. ¡Caray!, hasta nos han sobrado un par de minutos.
Tal vez a estas alturas ya
no pensamos con claridad: Abren las puertas de los vagones y nos precipitamos
al interior con nuestras máquinas, con ruedas enormes de 27,5”, de 29”, que
parecen convertir los vagones en pequeñas cajas de cerillas.
Se apoya una bicicleta
junto a la puerta que acaba de cerrarse y junto a ella se acumula otra, otra
más, cinco o seis, que en principio parecen no estorbar y algún extraño sentido
nos hace pensar que en la próxima estación se abrirán las puertas del lado
contrario.
Ya sentados y aliviados por estar de vuelta empezamos a
abrir los preciados paquetes. ¡Nos han engañado!, no hay más que pequeños
paquetitos con patatas fritas. Tranquilos, que los bocatas están en otro
paquete… ¡uf! Reparto rápido de bocatas y latas de bebidas.
La llegada a la primera
estación me coge con el bocata en la mano derecha, la coca cola en la izquierda
y en la boca un calamar que se me atraganta cuando compruebo que el andén está
en el mismo lado de la puerta que estamos bloqueando.
La hora parece tranquila
de viajeros. ¡Ojalá que no aparezca ninguno…! Pero alguien ha presionado el
botón de apertura. Noooooo.
La puerta se abre sin
remedio a la par que intento que no caigan al suelo ni mi bocata ni la coca
cola o se descuelguen al andén las bicis que pugnan por precipitarse al vacío y
que Sergio me ayuda a sujetar.
Un señor me mira asustado
desde el otro lado, (seguro que esto no
le ha pasado nunca) y amablemente le pido que haga el favor de subir por la
siguiente puerta, a lo que accede sin remedio pero con una sonrisa. (A estas alturas creo que nadie que me conozca pondrá en duda mi amabilidad y
educación). Las puertas cierran y
damos todos un respiro.
Renfe autoriza a que se viaje con las bicicletas en sus trenes (especialmente en los de cercanías) pero no todos los convoyes están adaptados.
El tren se pone en marcha
y la operación se repite en la siguiente estación. Sujetamos las bicicletas
para evitar su caída y al viajero de turno, que lo hay, le ruego que acceda por la siguiente
puerta. Todo parece resuelto, no tardaremos en bajarnos.
Oímos las voces de una señora
que parece erigirse defensora de pleitos pobres. Nos recrimina, nos habla de violación de derechos e intentamos no contestar pero, curiosamente, se levanta de su sitio
al fondo del vagón, recorre el pasillo y se detiene frente a mí, que me
encuentro sentado, para increparme directamente con un: “¡Chaval, vaya huevos
que tienes!”
Estoy por contestarla con
un “aduladora”, pero la reconozco nuestro error, acaecido en circunstancias especiales, y hago propósito de enmienda para nueva ocasión. Viendo que no entramos en la pelea que parecía
desear, la señora amenaza con dar cuenta al conductor del convoy.
Se da media vuelta justo
en el instante en que llegamos a su parada, se apea y corre hacia la cabecera
del tren mientras hace gestos llamativos con los brazos. Cruce de palabras
entre la alterada mujer y el conductor al que no alcanzamos a ver, pero que imaginamos
encogiéndose de hombros.
Al no haberse sentido
complacida, no dudamos que para esta señora la próxima misión de su vida será “luchar
contra los desalmados ciclistas”.
Por favor, promovamos
entre todos la amabilidad, la educación y el respeto. Aprendamos a ser más
tolerantes... ninguno somos perfectos.
ooOoo
Domingo
7 de Mayo (Día de la Madre)
Tendremos ruta
Lugar de encuentro: Paseo Rivera de San Rafael
Hora de inicio de ruta: 9,00 horas.
Rogamos especial puntualidad para no demorar la hora de
finalización en día tan señalado.
Recorreremos la Garganta del Río Moros, alcanzaremos el
Collado de Marichiva y volveremos a visitar la Fuente de Marichiva.
Fuente de Marichiva |
A partir de ahí seguiremos el sendero que Ferluy y
Antonio ya han explorado y que nos permitirá visitar los Ojos del Río Moros.
Tranquilos, estaremos de regreso a buena hora y no
faltarán puntos de escape por si fueran precisos.
No me lo puedo creer!!!!
ResponderEliminarDe verdad existen personas como este personaje?????.
Increíble!!!!
Lo único bueno de esta anécdota ( porque no sabría como calificarlo).,es que la buena señora, te ha llamado chaval. Sientete alagado.
Menos mal,que personas así, quedan pocas,o eso quiero creer.
Un saludo. Charo.
Es posible que ya viniera alterada de casa... y su parrafada fue más larga, pero ya no acerté a entenderla.
EliminarUn saludo Charo.
Genial cronica!!!
ResponderEliminarEnvidia que tenia esta señora al ver tan dicharachero y vistoso grupo!...
La buena educacion y las sonrisas siempre venceran.
Un abrazo
Ciclistas de montaña que queréis viajar en tren, tendréis que aprender a recitar versos como las rutas que recorréis!!!
ResponderEliminarHace tiempo que dos atrevidos del Siglo de Oro (de nuestros días) se colaban en el tren, para amenizar con otra vista y de otra guisa a los que íbamos aburridos de ver siempre lo mismo.
Y con mucho salero y muy poca vergüenza, de esa que de vez cuando hay perder, dedicaban a todo el vagón, con gallardía y descaro, versos de Calderón de La Barca, de Don Lope de Vega y de Góngora.
Intimidados pero agradecidos de que el vagón del tren se viese invadido por aquellos truhanes de la mejor intención, regalando picardía y cultura, y siendo las mujeres su objetivo más osado y cultivado.
Así que ya sabéis, biciosos, a recitar versos de Don Lope o Calderón si vais en tren con vuestras más fieles compañeras, que a más de uno picardía no le falta y seguro que no habría mujer que se atreviera a increparos, jaja.
"¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción y el mayor bien es pequeño, que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son".
"En fin, la cortesía, el buen trato, la verdad, la fineza, la lealtad, el honor, la bizarría, el crédito, la opinión, la constancia, la paciencia, la humildad, la obediencia, fama, honor y vida son" (Calderón de La Barca)
Abrazo