jueves, 4 de mayo de 2017

¡Bicicletas al tren!

Este pasado domingo AlfonsoyAmigos se aventuró una vez más con la ruta San Rafael–Madrid y regresó en tren



Mi GPS fu testigo de que, como mínimo, se acumularon en las piernas  74 kms a fuerza de pedaladas. Como mínimo, porque los compañeros que se permitieron el lujo de partir desde El Espinar añadirían otros 10 kms más entre la ida y la vuelta y el amigo Ángel, que madrugó y se levantó pletórico, inició ruta desde Zarzuela del Monte añadiendo otros 25 kms a su cuenta particular.



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Con todo y con ello, la ruta transcurrió con bastante soltura de pedaleo y se notó que todos disfrutábamos de la jornada que estábamos compartiendo.

Cuando finalmente llegamos a la Casa de Campo de Madrid, bordeamos el lago y nos plantamos en la puerta de Príncipe Pío. La euforia del logro y los abrazos quitan importancia al cansancio acumulado.

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Estaba cayendo algo de chirimiri y quien más quien menos ya tenía mojado el cuerpo por agua o sudor. De haber hecho mejor tiempo seguramente hubiéramos alargado el encuentro, acercándonos a la Plaza Mayor que era nuestro segundo objetivo, pero Renfe quiso ser protagonista: "O cogéis el tren de regreso a la 16.00 horas o tendréis que aguardar hasta las 19,00", pareció recordarnos.

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La dudas surgen entre los que tenemos que regresar a Segovia, pues los madrileños (hoy no me cuento como tal) ya están en casa.

Son las 15,15 horas y a regañadientes se opta por buscar dónde comer rápido y marchar a la estación. Las despedidas entre madrileños y foráneos se vuelven ahora precipitadas, van corriendo los segundos en el reloj, tic-tac, tic-tac.

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Alcanzamos la Puerta de San Vicente y un grupo de 11 ciclistas avanza por las aceras del Paseo de la Florida buscando quien les quiera dar de comer. No faltan lugares en los que incluso salen a nuestro encuentro y nos ofrecen mesas para comer tranquilos y con tiempo, que es precisamente lo que no nos sobra. Tic-tac, tic-tac.

En un establecimiento nos confirman que nos pueden hacer bocata de calamares a la velocidad del rayo y allí realizamos el encargo, de pie, junto a las bicicletas, intentando no estorbar a los viandantes.

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Andrés propone lanzar equipo de avanzadilla para que vaya sacando los billetes y así marcha un grupo.

Nadie pide agua, nadie se toma una cerveza, apenas acudimos alguno a los baños y esperamos con ansiedad unos bocadillos de  calamares que parecen haber ido a pescar a la mismísima costa. Tic-tac, tic-tac. No quiero ni mirar la hora, voy pagando para ganar tiempo.

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Interminables minutos hasta que nos entregan los bocadillos, en paquetes individuales introducidos en bolsas más grandes, que se reparten entre los que nos hemos quedado de guardia y partimos acelerados hacia la estación. Tic-tac, tic-tac.

Afortunadamente Samuel sale a nuestro encuentro, pues la mayoría andamos bastante perdidos. ¡Rápido!, que es al final del edificio, nos grita. Una pareja de policías nacionales bien armados nos miran perplejos y dudan tal vez si considerar o no sospechosos los bultos que llevamos.

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Reparto de billetes y ya estamos en el andén. ¡Caray!, hasta nos han sobrado un par de minutos.

Tal vez a estas alturas ya no pensamos con claridad: Abren las puertas de los vagones y nos precipitamos al interior con nuestras máquinas, con ruedas enormes de 27,5”, de 29”, que parecen convertir los vagones en pequeñas cajas de cerillas.

Se apoya una bicicleta junto a la puerta que acaba de cerrarse y junto a ella se acumula otra, otra más, cinco o seis, que en principio parecen no estorbar y algún extraño sentido nos hace pensar que en la próxima estación se abrirán las puertas del lado contrario.

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Ya sentados y aliviados por estar de vuelta empezamos a abrir los preciados paquetes. ¡Nos han engañado!, no hay más que pequeños paquetitos con patatas fritas. Tranquilos, que los bocatas están en otro paquete… ¡uf! Reparto rápido de bocatas y latas de bebidas.

La llegada a la primera estación me coge con el bocata en la mano derecha, la coca cola en la izquierda y en la boca un calamar que se me atraganta cuando compruebo que el andén está en el mismo lado de la puerta que estamos bloqueando.



La hora parece tranquila de viajeros. ¡Ojalá que no aparezca ninguno…! Pero alguien ha presionado el botón de apertura. Noooooo.

La puerta se abre sin remedio a la par que intento que no caigan al suelo ni mi bocata ni la coca cola o se descuelguen al andén las bicis que pugnan por precipitarse al vacío y que Sergio me ayuda a sujetar.



Un señor me mira asustado desde el otro lado, (seguro que esto no le ha pasado nunca) y amablemente le pido que haga el favor de subir por la siguiente puerta, a lo que accede sin remedio pero con una sonrisa. (A estas alturas creo que nadie que me conozca pondrá en duda mi amabilidad y educación). Las puertas cierran y damos todos un respiro.

Renfe autoriza a que se viaje con las bicicletas en sus trenes  (especialmente en los de cercanías) pero no todos los convoyes están adaptados.



El tren se pone en marcha y la operación se repite en la siguiente estación. Sujetamos las bicicletas para evitar su caída y al viajero de turno, que lo hay, le ruego que acceda por la siguiente puerta. Todo parece resuelto, no tardaremos en bajarnos.

Oímos las voces de una señora que parece erigirse defensora de pleitos pobres. Nos recrimina, nos habla de violación de derechos e intentamos no contestar pero, curiosamente, se levanta de su sitio al fondo del vagón, recorre el pasillo y se detiene frente a mí, que me encuentro sentado, para increparme directamente con un: “¡Chaval, vaya huevos que tienes!”



Estoy por contestarla con un “aduladora”, pero la reconozco nuestro error, acaecido en circunstancias especiales, y hago propósito de enmienda para nueva ocasión. Viendo que no entramos en la pelea que parecía desear, la señora amenaza con dar cuenta al conductor del convoy.

Se da media vuelta justo en el instante en que llegamos a su parada, se apea y corre hacia la cabecera del tren mientras hace gestos llamativos con los brazos. Cruce de palabras entre la alterada mujer y el conductor al que no alcanzamos a ver, pero que imaginamos encogiéndose de hombros.



Al no haberse sentido complacida, no dudamos que para esta señora la próxima misión de su vida será “luchar contra los desalmados ciclistas”.

Por favor, promovamos entre todos la amabilidad, la educación y el respeto. Aprendamos a ser más tolerantes... ninguno somos perfectos.

ooOoo

Domingo 7 de Mayo (Día de la Madre)

Tendremos ruta

Lugar de encuentro: Paseo Rivera de San Rafael

Hora de inicio de ruta: 9,00 horas.

AlfonsoyAmigos - Rutas MTB


Rogamos especial puntualidad para no demorar la hora de finalización en día tan señalado.

Recorreremos la Garganta del Río Moros, alcanzaremos el Collado de Marichiva y volveremos a visitar la Fuente de Marichiva.

Fuente de Marichiva - AlfonsoyAmigos
Fuente de Marichiva

A partir de ahí seguiremos el sendero que Ferluy y Antonio ya han explorado y que nos permitirá visitar los Ojos del Río Moros.


Tranquilos, estaremos de regreso a buena hora y no faltarán puntos de escape por si fueran precisos. 

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4 comentarios:

  1. No me lo puedo creer!!!!
    De verdad existen personas como este personaje?????.
    Increíble!!!!
    Lo único bueno de esta anécdota ( porque no sabría como calificarlo).,es que la buena señora, te ha llamado chaval. Sientete alagado.
    Menos mal,que personas así, quedan pocas,o eso quiero creer.
    Un saludo. Charo.

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    Respuestas
    1. Es posible que ya viniera alterada de casa... y su parrafada fue más larga, pero ya no acerté a entenderla.
      Un saludo Charo.

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  2. Genial cronica!!!
    Envidia que tenia esta señora al ver tan dicharachero y vistoso grupo!...
    La buena educacion y las sonrisas siempre venceran.
    Un abrazo

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  3. Ciclistas de montaña que queréis viajar en tren, tendréis que aprender a recitar versos como las rutas que recorréis!!!

    Hace tiempo que dos atrevidos del Siglo de Oro (de nuestros días) se colaban en el tren, para amenizar con otra vista y de otra guisa a los que íbamos aburridos de ver siempre lo mismo.
    Y con mucho salero y muy poca vergüenza, de esa que de vez cuando hay perder, dedicaban a todo el vagón, con gallardía y descaro, versos de Calderón de La Barca, de Don Lope de Vega y de Góngora.

    Intimidados pero agradecidos de que el vagón del tren se viese invadido por aquellos truhanes de la mejor intención, regalando picardía y cultura, y siendo las mujeres su objetivo más osado y cultivado.

    Así que ya sabéis, biciosos, a recitar versos de Don Lope o Calderón si vais en tren con vuestras más fieles compañeras, que a más de uno picardía no le falta y seguro que no habría mujer que se atreviera a increparos, jaja.

    "¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción y el mayor bien es pequeño, que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son".

    "En fin, la cortesía, el buen trato, la verdad, la fineza, la lealtad, el honor, la bizarría, el crédito, la opinión, la constancia, la paciencia, la humildad, la obediencia, fama, honor y vida son" (Calderón de La Barca)

    Abrazo

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