Habrá quienes al vernos nos tomen por locos, sin saber que lo que realmente están viendo es a gente feliz
Y a punto estuve de regresar a casa sin dar una sola pedalada
En
una mañana más fría de lo habitual y de cielos cubiertos, nuestro punto de
encuentro se sitúa en tierras de Colmenar Viejo, junto al Puente del Batán y un río Manzanares que ahora fluye apático hacia
el río Jarama.
Confiando
en entrar en calor durante la mañana, acudimos abrigados: Ángel, Enrique, Fer, Juan, Luis Ángel, Pawel, Rafa,
Santi y Alfonso. Se
rematan los preparativos y estamos listos para la partida pero algo falla… No consigo encender mi e-bike, malo, malo. La batería cargada y en apariencia bien
instalada, pero nada de nada, se niega a encender.
Mis
manos no paran de intentarlo y no faltarán compañeros que quieran comprobarlo ellos
mismos con un peligroso tira y afloja de cables, limpieza de bornes de conexión
e incluso soplando para eliminar rastros de humedad. Insisto para que partan, que yo regresaré a
casa, pero ahí siguen junto a mí como si los tuviera pegados con loctite.
Tras
mil y un intentos y sin saberse cuál ha sido la última mano milagrosa, aquello
decide dar señales de vida y encender sus luces led verdes como arbolito de
Navidad iluminando la cara de todos. ¡¡Genial!!
Gracias, amigos.
Hace
un mes pedaleábamos desde este punto en sentido norte hacia el Cerro San Pedro
y hoy arrancamos hacia el sur por la Colada
de las Huelgas, por una consecución de senderos que antaño se nos antojaban
complicados, a tramos imposibles, pero que con el tiempo se han convertido en
casi amigables.
Sube
y baja, sube y baja, sobre lanchas de piedra, por duros repechos, en
zigzagueante rodar que reclama estar muy atentos para no acabar por los suelos
y dejando atrás en recodo las ruinas del molino.
Evitando
en esta ocasión avanzar a pie junto a la central hidroeléctrica El Navallar y la presa, ascendemos por
la M-618 para acercarnos hasta el puente
medieval del Grajal que, cuentan, formaba parte de un camino militar de
época andalusí que unía Talamanca de Jarama con el Valle del Tietar. Nuestras ruedas cruzarán el Manzanares por el Puente Nuevo del Grajal (de 1895)
Ahora
carretera, ahora senderillo, tomando altura en habilidosa procesión para
después avanzar por donde hace tiempo nos cayó bastante agua. Hoy, sólo para animar al recuerdo, apenas nos
salpican cuatro gotas que no animan ni a sacar el chubasquero.
Por
el Cordel del Hoyo de Manzanares y,
tras giro a la izquierda, por el divertido Cordel
de Cantalojas, en descenso, por donde la marcha se anima como si nos
hubieran puesto música hasta alcanzar a ver el pequeño embalse que hemos
conocido con mejor aspecto entre el arroyo
del Guindo y el arroyo del Canchal.
Tomamos
altura y la vista se pierde a lo lejos, distinguiendo con claridad el embalse del Pardo, que también toma
aguas del Manzanares. Vadeamos el arroyo de Jaramillo, con algún tramo muy complicado y nos acercamos
por el cordel de Valdelosillos hasta el Puente
de la Marmota (siglo XVIII).
Este
puente se construyó por mandato de Fernando VI, para dar continuidad a la valla
de El Pardo, cazadero preferido de
la monarquía, y que ahora vamos a seguir por un buen rato por el Cordel de Valdeloshielos.
No tengo claro si el primer tramo al abandonar el puente es de restos de calzada romana, pero mis compañeros se empeñan en superarlo sin poner pie… al primer o al segundo intento. ¡Bravo!
Tramos muy complicados, con cortos y duros repechos que rompen el ritmo, con ramas que pugnan por echarnos del sendero y muy cerca de la valla de piedra, pero también con zonas disfrutonas de toboganes que aceleran la marcha.
Superada
la canalización de la caída de aguas de la central eléctrica de la Marmota,
cogemos pista al principio pedregosa y después de más fácil recorrer por vía
pecuaria hacia el polígono industrial de Colmenar Viejo, que es el tramo más
tedioso pero que se supera a muy buen ritmo.
Avance
rápido junto a las antiguas vías del tren y el desvío que ya conocemos para
rodar por encima de la antigua canalización del Canal de Isabel II, que siempre
resulta pintoresco.
Casi
obligado el desvío por la calleja de
Navarrosillo, que ya no se resiste a ninguno y ¿qué se podría evitar? Sí, pero que nos permite coger a continuación un
buen tramo de la colada de los Gallegos.
Los
últimos tres kilómetros de nuestro recorrido, con algunos pasos con mucho
pedrolo y escalones continuos que cada vez nos resultan más familiares y menos complicados. Donde las bicicletas ya parecen conocer el
trazado idóneo y solamente hay que dejarse llevar para disfrutar.
Ideal
para regresar al punto de partida con la adrenalina alta, satisfechos de la
ruta y de cómo se ha solventado, con ganas de compartir abrazos e ilusión con
los compañeros.
Y
ahora a los coches, que parece que empieza a llover.
Contraste entre dos épocas en los dos puentes. Bonita y original foto. Juan Pérez
ResponderEliminarY otro domingo más y van....
ResponderEliminarEsta vez se me hizo un poco pesado los rampones por las piedras y el tener que bajarme para empujar la bici en ocasiones, tal vez, porque era la primera ruta con ropa de invierno y cuesta hacerse al principio de la temporada invernal.
Cada vez quedan menos rutas para despedir este año tan intenso.
Un abrazo.
Cuando cada semana recorro la Casa de campo recuerdo vuestras aventuras y las fotos de bonitos lugares. Gracias. Rubén Rubiales
ResponderEliminarA estas alturas, pocas rutas hay que no hayamos recorrido en varias ocasiones. Y sin embargo nos siguen llamando la atención por diversos motivos.
ResponderEliminarTras la ruta del domingo y haber sorteado tantos obstáculos trialeros pienso que
si el nivel tecnico y fisico se mantiene tenemos AlfonsoyAmigos para muchos, muchísimos años.
Que asi sea!!