domingo, 11 de mayo de 2025

Entre Jaras y Senderos: el placer de desafiar el terreno

 

Un recorrido exigente, pero inolvidable. Aquí está la crónica


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Cada ruta es más que un recorrido: es el encuentro con el esfuerzo, la camaradería y la satisfacción de pedalear sin prisas… ¿he dicho “sin prisas”?... La adrenalina de todos y cada uno de nosotros también ha acudido a la cita.

Hemos cambiado el punto habitual de encuentro para darle un aire renovado a unos trazados que nos son familiares. No sé si lo hemos conseguido.

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Con curiosidad, ganas de desafiar el terreno y un entusiasmo difícil de disimular, acudimos a la cita en Los Peñascales: Andrés, Ángel, Enrique, Fer, Jesús, Juan, Luis Ángel, Patrick, Pawel, Pedro, Rafa, Raúl, Santi y Alfonso

Los abrazos del reencuentro dan paso a las palabras de ánimo, a los avisos y advertencias al comenzar a rodar: Ojo, que ante nosotros se entrecruzarán sendas en las que es fácil extraviarse, y perder de vista el camino para consultar el GPS podría acabar en una caída.

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La Presa de Los Peñascales ha retenido gran parte del caudal del arroyo de Trofas, que nos acompaña en nuestras primeras pedaladas. Al seguir su curso, el arroyo decide continuar su camino hacia el río Manzanares, mientras nosotros nos desviamos.

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Terreno roto que ya hay que sortear con esfuerzo y un desnivel que pronto se hará sentir, pero por ahora seguimos agrupados y frescos de piernas. Sin pausas, iremos ascendiendo entre los límites del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares y de la zona urbana de Los Peñascales.

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Podríamos optar por una pista más limpia, seguro, pero nuestro trazado nos guía por senderos que, por momentos, parecen estrecharse y poner a prueba nuestro avance. El grupo se estira, casi desapareciendo entre la vegetación, mientras el cordel de Cerrastrillero, que iremos cogiendo a tramos, nos eleva hasta los Altos de la Solana.

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Desde aquí, en el horizonte, las Cuatro Torres de Madrid se alzan como centinelas de la ciudad, imponiendo su presencia sobre el paisaje y haciendo que todo a su alrededor parezca llano.

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Es momento de tomarnos un descanso y hacernos unas fotos de recuerdo. El sol, fiel compañero desde el primer minuto, no nos abandonará, pero ahí, en lo alto, el aire fresco sigue imponiendo su criterio: no es momento de quitarse ropa y mejor ponernos de nuevo en marcha.

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El camino del Prado nos abre paso por tierras de Hoyo de Manzanares hacia El Mirador del Monte Egido, pedaleando por la ladera del Cerro Almorchón y pasando muy cerca de una cantera de granito rosa, que yo no alcancé a ver.

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Solo de pasada, saludaremos a unas antiguas minas de wolframio que, al igual que las que conocemos en las cercanías de San Rafael, proveían de este codiciado mineral para su uso en blindajes y armamento. Hemos tomado el punto más alto de nuestra ruta.

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El descenso por el camino de Villalba, salpicado de zonas muy complicadas, lo cogemos con ganas, pero nos obliga a todos a poner pie en tierra en los primeros tramos. Después, sin dejar avanzar por caminos pedregosos y escalonados el ritmo se acelera, pero los kilómetros transcurren muy lentos.

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A la vez, debemos estar atentos a los grupos de caminantes, algunos con perros sueltos, y a los ciclistas que han preferido rodar en sentido contrario. Dejamos atrás, acaso para otra ocasión, el desvío hacia la Cascada del Covacho, sobre la que una pareja de caminantes me pregunta.

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Junto al arroyo de los Peregrinos y cerca de la senda de los Elefantes (al parecer por algunas rocas con la forma de este animal) nos detenemos para reagrupar y descansar. Un rincón precioso, lleno de encanto, protegido del viento, donde el murmullo del agua y el canto de algún pájaro lejano invitan a una pausa prolongada y tranquila...

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Nuestros walkies, que cada vez llevamos más compañeros, difunden un continuo “pitorreo” incordiante. ¿Qué pasa…? Fer, travieso como siempre, juguetea con el suyo, provocando risas y bromas que estallan con ganas.

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Enrique tiene compromisos y necesita volver pronto. Con el track en mano, y en contra del gusto de todos, se despide de nosotros. Ha decidido aumentar el ritmo y avanzar en solitario. Es posible que ya haya calculado la forma de recortar algún kilómetro.

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Los nuevos tramos añaden dificultad, pero también diversión, y me hacen notar cuánto ha mejorado la destreza de todos. La técnica, la confianza y la fluidez en el pedaleo son evidentes en cada maniobra.

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Dejamos atrás el arroyo de las Lanchas de Castilla y bordeamos La Berzosa por el Camino de Galapagar, pasando junto al parking donde hemos aparcado en otras ocasiones. Tenemos un tramo de 800 metros por carretera antes de coger desvío nuevo hacia Las Machorras.

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Ya lo dijimos, volvemos a discurrir por tramos del Cordel de Cerrastrilleros, pero con un par de cruces de la M-618 que, como siempre, imponen respeto por la alta densidad de tráfico.

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A petición del distinguido público”, toca recorte… Con precisión de cirujanos, Patrick y Raúl, conocedores de cada rincón de la zona, se encargarán de extirpar un par de verrugas del trazado. Menos kilómetros, sí, pero que al final todos agradeceremos.

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El Berzalejo, Los Robles, Torrelodones, sorteando caminos y comiendo kilómetros de pura diversión sobre las bicis. Sigo al compañero que va delante, pero jugando con él a una especie de “Cucú tras” … Ahora te veo, ahora no, serpenteando por sendas que se pierden entre jaras en flor, que por momentos nos envuelven y nos superan en altura.

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Desde Torrelodones retomamos el track inicial, navegando por senderos single que despiertan la emoción de unos y ponen a prueba las reservas de fuerzas de otros. Cada curva, cada tramo técnico, cada pequeño repecho, es una mezcla de disfrute y exigencia.

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Fin de ruta y de una jornada exigente, sin tregua, donde cada kilómetro ha sido un reto y cada repecho una prueba superada. No hubo más descanso que las paradas pues, incluso en los descensos, la tensión fue máxima.

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Según mi GPS: 33,06 kilómetros, con 731 metros de desnivel acumulado en 4 horas 44 minutos, con paradas. Alguna caída, algunos rasguños, algún extravío, pero al final, el orgullo y la satisfacción pesan más que el cansancio.

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¡Enhorabuena a mis compañeros, qué lujo compartir rutas así!


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