Más de cuarenta miembros del grupo de AlfonsoyAmigos y todos andamos dispersos por la geografía peninsular
Para colmo, antes resumíamos indicando que se
acudía a las rutas MTB desde Madrid o Segovia y ahora resulta que la mayoría
pertenecemos a municipios diferentes de los que no nos permiten escapar y los que somos de la mismísima capital vivimos de punta a punta.
Quedé con Enrique y éste con Ángel sin yo saberlo, buscando un punto
equidistante en el que encontrarnos. No sé los
demás, pero yo ya estaba dando pedales a las 6,50 horas de la mañana y creo que
a Enrique le amaneció sobre la bicicleta.
La ilusión por poder al menos vernos las caras anima las pedaladas. Afortunadamente, los madrugadores suelen ser los
más avezados en el manejo de la bicicleta y se avanza a buen ritmo.
Me hará
falta emplear una 1h 20m de mi “tiempo
disponible” para, tras un extravío, llegar al punto de encuentro en donde
fácilmente reconozco a un Ángel que no parece haber ganado ni un gramo de grasa
en el tiempo que llevamos confinados.
Mirada de
extrañeza, mirada de un querer y no poder, de no saber exactamente qué hacer,
pero las sonrisas de alegría brotan sin esfuerzo. Vamos con las manos bien cubiertas por guantes
largos, pero optamos por un chocar de codos que a ambos nos sabe a muy poco.
En pocos
minutos ya vemos acercarse a un Enrique al que sus piernas le han permitido
pasarse de largo un buen trecho y después retroceder. Más de lo mismo, miradas, sonrisas y una especie de
escrutinio de arriba abajo como el que ve a su cita por primera vez.
Te
reconozco por la voz, pero no sé si eres tú – bromea Ángel. La barba blanca, estilo abuelo Heidi, destaca en mi
cara. Una barba que nació el día
que nos confinaron.
Las ansías
de un abrazo quedan reprimidas con pesar. Apenas
hemos tenido oportunidad de hacernos un selfie extraño en el que aparecemos
distanciados, pero se adivinan unas sonrisas. En un par
de minutos la magia del momento se rompe cuando Ángel mira su reloj y nos
avisa: “Que hay que regresar”.
¡¡Adiós
amigos, hasta muy pronto!! ¿Ha merecido
la pena…? Claro que
sí
No
ocultaremos que Enrique me ha hecho entrega del nuevo Garmin y yo he dado
traslado del mío a Ángel…, pero no rompamos el encanto del relato.
Iniciamos
la vuelta, abandonando el “Punto de no retorno” (que ya comentábamos en
Abril de 2016)
Ese punto debe corresponder ahora con el
ecuador de la ruta que te has marcado.
No queda
más remedio que acelerar la marcha por llegar a tiempo a casa, a buen ritmo,
sin poder parar en ningún sitio a orinar o a tomarte una cerveza. Y recuerdo (es
lo que tenemos los mayores) cuando muchos años atrás, (he dicho muchos), los padres de la que era mi novia me recordaban con voz severa cada vez que la iba a recoger: "A las 10 en casa" Eso sí, 10,30 en
horario de verano.
Y llega un
momento en el que el poco espacio de los carriles bici es disputado por
ciclistas, corredores, andarines y algunos perros de impredecible reacción. Pero tú tienes que regresar antes de las 10 y los
semáforos te guiñan el ojo cada vez que coges un poco de ritmo.
Carrera
frenética que te ayuda a recuperar la forma perdida pero siempre hay solución: Madrugar mañana un poco más.
Al llegar
a casa, Ángel, Enrique y Alfonso escriben en el WhatsApp: “He llegado bien”
Salía con noche cerrada y llegando al carril bici o anillo verde, cerca de la carretera de El Pardo, amanecía tenuamente y apretando los pedales, ya que es la primera vez en pedalear por el anillo verde y no sabía cuánto se tardaba en llegar a san Chinarro.
ResponderEliminarDespués de algunos errores o pérdidas llegue al puente,8:10 y casi 26 kms. Y unos minutos de espera veo una bici y una silueta que me resulta conocida, ¡Alfonso! me digo..pero al acercarme veo una cara con una tupida barba, pero me saluda y la voz no engaña. Que alegría reencontrarnos. Tras un codazo y un golpe de guantes, decidimos ir al encuentro de Enrique que en unos instantes vemos llegar y repetición de sonrisas, leve intercambio saludos un trapicheo una foto distante y.. que fugaz, pensaba yo, mirando el reloj, llegando a casa sobre las 9:47, "que poco dura lo bueno" nunca antes tuvo tanto significado, según metía la llave el la cerradura de casa...
Un recuerdo queda, solo un instante.
Queda menos.
Un fuerte abrazo.