La Nava de La Pedriza se rinde a AlfonsoyAmigos

A veces simplificamos y decimos: “He acabado MUY cansado, cuando deberíamos decir: He acabado agotado

Era de esperar que en un día como hoy, con tan buenas temperaturas y ante aviso de que las lluvias llegan la semana próxima, muchos aficionados a la bicicleta y al senderismo optáramos por acercarnos a disfrutar del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, accediendo a La Pedriza desde Manzanares El Real.

Hace años era libre la entrada y con permisividad para la acampada y el baño pero, desde entonces, muchas son las restricciones que han ido acumulándose en La Pedriza y alguna más desde que se declaró en 2013 el Parque Nacional.

De momento, a pie o en bicicleta no tenemos problemas de acceso, pero ya hay vehículos que esperan el control y el aparcamiento, bastante limitado, se va llenando con bastante celeridad.

Los que no tenemos control somos nosotros, pues seguimos sin pedir confirmación de asistencia y siempre es sorpresa y motivo de alegría saludarnos los que hemos decidido aparecer. Hoy:

Alejandro (sobrino de Jesús y que acude por primera vez), Andrés, Enrique, Eva, Fer, Galo, Javier, Jesús, Juan Patricio, Lorena y Nacho, Luis Ángel, Nacho (mucho tiempo sin verle), Paco, Patrick, Rafa, Santi, Víctor (que también nos alegra con su regreso) y Alfonso.

La ruta se prevé exenta de complejidad, pero la dureza que nos vamos a encontrar no parece haber acobardado a nadie. Nos esperan 21 kms de duro y continuo ascenso para alcanzar nuestro destino a 1953 m.

Desde un nivel de 916 m. nos ponemos en marcha por la Colada de Manzanares a El Boalo, dando un pequeño rodeo al Parque para evitar el ascenso inicial por carretera. El bonito sendero de Quebrantaherraduras, recorrido hace años, no está permitido ahora al tránsito de bicicletas.

Los Collados del Campuzano, Quebrantaherraduras y del Terrizo nos acercan a la zona más popular de Canto Cochino, donde ya encontramos en la zona recreativa a los que madrugaron más que nosotros. Nos hemos cruzado tres veces con coche de la guarda forestal; su conductor nos saluda con amabilidad.

Cuando una barrera impide el paso de vehículos, el monolito de la Puerta de la Pedriza nos da la bienvenida. Nosotros conocemos 8 puertas en la Sierra de Guadarrama… ¿conoces tú alguna más?

Fresnos y sauces flanquean la ancha pista por la que avanzamos, el PR-18, más adelante serán pinos los que encontremos.

A nuestra derecha dejamos la Charca Verde, la poza más famosa del río Manzanares, antiguo lugar de recreo y divertimento para bañistas en época estival y donde hoy sólo se escucha el murmullo de las aguas en las que el baño se prohibió en Junio de 2016.

Me hubiera gustado ver marchar a todos agrupados, pero unos pedalean con alegría y otros reservan fuerzas desde el principio en una mañana fresca pero que pronto invitará a quitarse ropa de abrigo.

Más adelante y antes de curva pronunciada (en este punto pinché en anterior ocasión), es obligada la parada para reagrupar en el Puente del Francés (que algunos dicen de “los franceses”), donde el Arroyo del Francés y el de la Mata confluyen provocando ruidosa cascada. Estamos a 1000 m bajo el nacimiento del río Manzanares, pero nos acercaremos mucho más.

Los andarines podrían tomar variante por escalera de piedra y seguir sendero, pero nosotros nos mantenemos en la pista para comprobar cómo va tomando más desnivel del deseado. Unos compañeros parten, otros charlan y remolonean… siempre ocurre igual.

Las zetas de La Pedriza van cayendo una tras otra, una más sencilla, otra más pedregosa y rota, y bajando o levantando la cabeza puedes ver a los compañeros que ruedan por delante o por detrás según el caso.

Hemos recorrido unos 15 kms y parece que ya lo hemos subido todo, reagrupamos, hacemos unas fotos y disfrutamos del paisaje. Ya se puede apreciar el desnivel que hemos superado.

Pero es en este punto donde, durante años, muchos ciclistas no han visto o no han querido ver el desvío, quizá conocedores de que es ahora cuando la pista toma auténtico desnivel y desafía a todo aquel que acepte el reto con otros casi 6 duros kilómetros.

¿Desafío…? Allá vamos, que por intentarlo no va a quedar pero OJO, mejor tomarlo con calma y no hacer alardes. A nuestra derecha el Arroyo del Chivato, será porque va a contar cómo hemos logrado subir, y al frente, casi a tiro de piedra, Cabeza de Hierro Mayor que parece decirnos: “Ven, vamos, vamos, sube, sube…”

Y vamos animándonos unos a otros y subimos metro a metro avanzando hacia el alto de la Nava Grande. Con gran alegría nos cruzaremos con nuestro amigo Chupo, al que vemos bajar rápido pero que se irá deteniendo al reconocernos. Parece ser que está haciendo con otros amigos nuestra misma ruta…, pero sin paradas y sin fotitos, que están en pleno entrenamiento para prueba en Sudáfrica. ¡¡Mucha suerte!!

La nieve irá apareciendo a la vista en las cunetas y en las laderas del monte, y después en mitad de la pista como si no hubiera tenido tiempo de retirarse antes de que llegáramos.

Andrés y Nacho se demoran y quedan rezagados. El primero ha acudido a la cita aunque sufre las consecuencias de una gastroenteritis y el segundo quizá no contaba con que se iba a encontrar a su regreso con una de las rutas más duras de la temporada. Algún amago de plantarse, pero siempre surge la voz de un amigo, no sé si se le puede llamar así en estos casos, que grita: “Venga, que ya queda poco” y les hace sacar fuerza de flaqueza.

Arriba, en el alto de La Nava, los que llegaron antes esperan y animan con aplausos y vítores a los que acuden con el último aliento que les queda. Las vistas impresionantes quieren un protagonismo que pugna con el orgullo de todos por haber llegado.

Aún tendremos tiempo de improvisar vídeo de felicitación por el cumpleaños de Ángel, excelente amigo para todos, al que mandamos un fuerte y cariñoso abrazo y que seguro que ha sentido más que nosotros no poder acudir a acompañarnos… e invitarnos a cervezas.

Es verdad, ahora tenemos que retroceder los últimos 6 kms y al ver como se embalan nuestras bicicletas en la bajada sin dar pedales somos conscientes del durísimo desnivel que hemos superado.

Árbol Singular
Pino Albar en la Sierra del Francés

Reagrupamos en el mirador de Las Losillas (en línea recta, más abajo, el puente del Francés) y retomamos por la derecha la pista principal para seguir adelante, rápida al principio pero que esconde nuevas zetas que parecen no tener fin, con dos o tres largos repechos que se ganan más de una maldición.

Cuando tomamos curva pronunciada a la izquierda por el Puente de los Manchegos, con el río Manzanares en pañales bajo nuestras ruedas, es la señal de que nos queda el último km de ascenso de la jornada.  

No podemos seguir adelante y pasar de largo, hay que parar para hacernos una foto clásica en este lugar emblemático, pero las piernas de más de uno tiemblan por el cansancio al pisar las piedras sueltas que allí encontramos.

Estamos en el Collado de los Pastores (1748 m) con magníficas vistas de todo el valle, el Embalse de Santillana y Madrid a lo lejos. A nuestra espalda, las cimas de Cuerda Larga con Cabeza de Hierro Mayor y Menor, la Bola del Mundo, La Maliciosa…

Collado de los Pastores
Foto con gazapo, ¡descúbrelo!

Les digo que ahora ya es todo regreso en bajada, pero los que no han estado antes parecen mirarme con cara de incredulidad. Que sí, insisto, que ya es todo bajada.

La Umbría de la Garganta nos acoge durante el rápido descenso. Ahora queda bajar, bajar y bajar… y saludar con una sonrisa al cruzarnos con los que aún sufren en ascenso y con los andarines y excursionistas que de forma despreocupada ocupan gran parte de la pista.

Hoy no hay tramos de nieve o hielo en la bajada y la pista se encuentra en mucho mejor estado que hace años, por lo que es fácil emocionarse y dejarse llevar soltando los frenos… ¡¡pero no tanto Nachoooo!! que se olvida de que la tierra está muy seca y resbaladiza y le veo primero derrapar en curva e irse al suelo y poco más adelante hacer un recto para acabar en la cuneta. Afortunadamente sin más consecuencias que algún rasponazo.

La hora se nos ha echado encima y los abrazos son apresurados pero tan sentidos como siempre. En las caras se refleja el cansancio, claro que sí, pero también un gran orgullo.

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