“No importa si está lloviendo o brilla el sol. Cuando voy en bicicleta soy el hombre más afortunado del mundo“. – Mark Cavendish
No
esperábamos, yo al menos, lograr reunir para hoy tal número de amigos en
nuestra ruta clásica de San Isidro.
El
grueso del Grupo de AlfonsoyAmigos (sin mirar a nadie) ya debería haber
partido horas antes desde Roncesvalles, cuando cerca de la entrada al Parque Nacional de La Pedriza y con
distintas opiniones sobre la “puntualidad” nos encontramos:
Eva, Jesús, José “Bombi”, Juan, Luis Ángel, Miguel Ángel, Patrick, Rafa y Alfonso.
Creed
que se me ha hecho extraño no recitar de corrido la nómina de presentes sin
comenzar por un Andrés o un Ángel… en la cabecera, pero es lo que hay. Un nuevo recuerdo especial para todos los “bicigrinos”, ¡ánimo que ya os queda
menos!... Je Je, con la confianza de que hayan empezado con buenas pedaladas.
Una
alegría enorme ver cómo se acerca hasta nosotros nuestro añorado y querido Bombi
y no solamente para saludarnos. Los
abrazos de todos un tanto reprimidos, pues la última o penúltima variante del
COVID nos ha sobrevolado.
Un 14
de Mayo, avanzada la primavera y antes de partir surgen dudas sobre si cargar o
no ropa de abrigo en la mochila. La
temperatura es buena, muy buena, pero los cielos están cubiertos y amenazan con
permanecer así toda la mañana.
Allá
vamos, por el trazado que hace tiempo consideramos es tal vez el ¿más fácil? No, al contrario, aquel que parece alargar más
los tramos en ascenso para llegar a nuestro destino, el Alto de La Nava.
No se
adelantó el track previsto, pero no es la primera vez que los presentes hacemos
este recorrido en fechas que fueron de calor, mucho calor, o de frío intenso
con viento que nos paralizaba y en ocasiones para rodar sobre nieve recién
caída o soportando lluvia persistente. ¿He
hablado también de granizadas? ¿Te
acuerdas Fer en aquel mano a mano que tuvimos hace tiempo?
Riscos,
paredes rocosas, canchales, arroyos y praderas van quedando atrás con nuestra
marcha, pasando junto a los aparcamientos de Canto Cochino. Está a rebosar, se
diría que más de un vehículo ha pasado noche en aquel lugar.
Pasamos
la “Puerta de la Pedriza”, donde una
guarda forestal asegura que la encontraremos siempre abierta. Confiemos en que así sea y no ocurra como con
la infinidad de senderos que hemos conocido en años pasados y que ahora están
totalmente prohibidos para las bicicletas.
Superamos
la Charca Verde, sin dejar de
escuchar el estruendo de las aguas saltando valle abajo por el cauce del río Manzanares, que no perdemos ocasión
de fotografiar antes de comenzar a atacar las zetas.
Tras
un buen tramo avanzado, Eva nos da alcance a los que vamos en cabeza y avisa de
que Patrick ha tenido un pinchazo que no consigue reparar. Regresaremos un kilómetro a su encuentro: Sigue perdiendo aire de su rueda delantera y logra
avanzar gracias al “mouse” que lleva bajo la cubierta, pero habrá que recurrir
a mecha, líquido tubeless y bombona de co2 para ponernos de nuevo en marcha. Jesús le echará buena mano.
Unas
primeras gotas de lluvia se dejan sentir sobre unos brazos que todavía van al
descubierto, pero avanzamos. Es como
si nos hubieran querido avisar: “Eh,
que os vais a mojar…” Unos
cientos de metros y nuevas de gotas de lluvia, la temperatura parece
descender con rapidez.
Mezcla
de fragancias de plantas aromáticas como el cantueso, el romero, las jaras o el
rosal silvestre, que se funden ahora con el olor familiar y agradable a tierra
mojada.
Llegamos
a la zona de Las Losillas, donde nos esperan formidables bloques de piedra de
anárquicas formas y tamaños que ya conocemos de otras ocasiones. Tal vez allí o muy cerca se encuentran las
piedras que ya fueron bautizadas hace mucho tiempo: el Cáliz, el Yelmo, las
Torres, el Pájaro, el Cocodrilo, la Bota, la Maza, el Hueso, la Esfinge, el
Elefantito, la Campana, la Vela, el Indio, el Centinela, o el Tolmo, entre
otras muchas. Siento
no poderlas reconocer una a una.
Agrupamos,
hacemos alguna foto y… empieza a llover con ganas. No me atrevo a decir diluviar, pero sí cae lo
suficiente como para intentar buscar cobijo bajo algún árbol y plantearnos el
regreso a la vista de que los cielos se cubren de nubes negras con más rapidez
que nosotros en decidirnos.
Alguno
rescata del fondo de la mochila un chubasquero olvidado pero la mayoría apenas
tendremos unos cortavientos o unos manguitos con los que intentar cubrirnos del
chaparrón.
Lo
reconozco, en ese momento y con la sensatez de persona mayor, recomiendo dar
por concluido el ascenso pero será Eva la que intente y consiga animar a todos
para que sigamos adelante desafiando la persistente lluvia. Pues nada, allá vamos de nuevo, que no se
diga.
Jesús
arranca en cabeza por el desvío hacia La
Nava y yo le sigo a cierta distancia, aunque lo acabaré perdiendo de vista.
Casi tres kilómetros de
marcha y la lluvia arrecia, compartiendo protagonismo con ráfagas de granizo. Por no perder a Jesús, al que no puedo avisar,
sigo adelante y me lo acabo encontrando agazapado bajo un árbol. Mal cobijo para los dos por un buen rato a
1754 m.
El
walkie deja escuchar la voz entrecortada de Rafa, pero sin entenderse lo que
quiere decirnos aunque nos lo imaginamos, pero mejor no moverse. En un momento que la lluvia afloja, se nos
unen Bombi y Miguel Ángel para juntos tomar la determinación de regresar. Hemos estado a tiro de piedra de alcanzar el
Alto, una pena. Un
par de ciclistas que regresan calados nos aconsejan no subir.
Ya de
regreso, nos da alcance Rafa, que ha subido a buscarnos. Gracias amigo. Ni
siquiera había cobertura con los móviles. El
Grupo espera algo más abajo… han encontrado un árbol protector más tupido.
Poco
más hay que decir, la suerte está echada y hemos puesto en el asador todo lo
que teníamos. Nos
vamos de regreso, dejándonos caer cuesta abajo por donde hemos subido, pero la
velocidad de la bajada hace que se sienta mucho más frío en los cuerpos mojados…
calados diría yo, por una mezcla de agua y fina arenilla que hace chirriar a
los frenos y golpea los rostros con dureza.
Paradas
breves para reagrupar y asegurarnos de que todos bajamos bien. En los tramos que intentamos dar pedales
apenas se consigue que las rodillas heladas reaccionen. Duro el ascenso al Collado de Quebrantaherraduras, pero desde aquí ya todo es bajar.
Breve parada en el Collado del Campuzano, solamente para asegurarnos de que nadie ha sufrido percance sobre la pista mojada y muy rápidos salimos del Parque pasando junto al Punto de Información para llegar en pocos minutos por el GR 10 a donde fueron dejados los coches. La temperatura ha mejorado y, ahora sí, la lluvia ha cesado.
¡Vaya odisea!... ¿Para cuándo la
próxima?
Cambio
de ropa apresurado para intentar entrar en calor y acercarnos a compartir unas
cervezas, pero yo me retiro antes.
Mucha suerte para Juan y Luis Ángel que se incorporan al grupo del Camino de Santiago a mitad de semana. ¡¡Ánimo amigos!!
Ruta dura por todo, hacia muchísimo tiempo que no pasaba tanta calamidad junta, pero hoy desde casa y ya recuperada de todo lo vivido ayer os puedo asegurar que no cambiaría lo de ayer con vosotros por nada, me lo pasé pipita, os quiero muchisimo
ResponderEliminarEva, sabes el cariño que todos te tenemos y lo que nos alegra verte en cada ocasión. Con más voluntad que el resto Je Je. Ojala nos veamos pronto de nuevo. Bss. Alfonso
EliminarLástima que llegué un 24h. Tarde, pero técnicamente no se puede decir que me la haya perdido
ResponderEliminar