La ley de Murphy no perdonó y las averías mecánicas se cebaron con nosotros, pero ganas de disfrutar no nos faltaron
La mañana se despertaba lentamente mientras marchábamos hacia el punto de encuentro. Apenas algunos mensajes de confirmación de asistencia no nos dieron demasiadas pistas, pero la sorpresa y alegría fueron mayúsculas cuando a la cita empezaron a acudir numerosos vehículos.
Amigos ya habituales, otros no tanto, que se hacen de rogar de una ocasión a otra, e incluso una cara nueva. La lista es larga: Andrés, Ángel, Barri, Enrique, Ernesto, Fer, Jesús, Juan, Luis Ángel, Miguel Ángel, Nacho, Pedro, Rafa, Raúl, Santi y Alfonso.
Durante toda la ruta pensé que habíamos acudido 15 y ahora veo que en realidad éramos…
El
inicio de marcha se demora, pues son muchos los saludos y abrazos que cruzar,
que ya te dan el calor necesario como para saber que frío no vamos a pasar.
Es muy
difícil conseguir que todo el grupo arranque a la vez. Mientras
algunos no se resisten a prolongar los saludos, ya veo quién ha tomado la cabecera
a muy buen ritmo… “como llevo el track”.
Estaba
previsto para hoy un recorrido de 40 kms, pero que apenas proponía un desnivel
acumulado de 670 metros. En una ruta ya realizada con
anterioridad, el sastre había metido el tijeretazo a la zona de más relieve,
para conseguir un traje a medida que a todos pudiera contentar y, sobre todo,
que se pudiera finalizar más pronto de lo habitual.
Rápidos
los primeros kilómetros, pero cuando estamos recorriendo el Cordel de la
Serranilla, Jesús nos avisa de una avería. Al principio parece un pinchazo,
pero en realidad es que ha debido pegar con una piedra y ha destalonado una
rueda.
Allí
estamos, en una de las zonas más estrechas de nuestro recorrido, agrupados
técnicos y curiosos alrededor de la bicicleta de Jesús. La
reparación se alargará bastante más de lo previsto, pero mientras se resuelve,
surgen conversaciones y bromas bajo un sol que acaricia.
Nuevo
aviso por los walkies: La tija de la bicicleta de
Luis Ángel se ha declarado en rebeldía. No
faltarán manos para intentar ayudar a resolver un problema que también se resiste y el
compañero pensará incluso en darse la vuelta. A
base de entusiasmo y un trato cariñoso, la tija parece volver a funcionar.
La Cañada
Real de las Merinas nos aproxima hasta los muros de la Presa de Los
Irrios, en cuyo embalse apenas hay un “charco de agua”. La
recordamos de tiempos mejores.
Algún
compañero que, quizá, no ha tenido la precaución de estudiar con anticipación
el track, empieza a temerse que, unos kilómetros más adelante, nos
aguarda, con una sonrisa burlona, el rampón de hormigón tras superar túnel bajo
la nacional.
No van
a faltar quienes se hagan un poco los remolones, pero tenemos que llegar hasta
el Cruce de las Conejeras para tomar una decisión y allí nos reunimos,
no sin esfuerzo.
No
hay forma de garantizar la hora de regreso a aquellos que tienen prisa, así que
el grupo se separa: Unos descenderán por la vía
más rápida hacia el embalse y el resto seguiremos según lo previsto, siguiendo
tramo por la carretera de la Jarosa y descendiendo hacia las saturadas de
visitantes Áreas Recreativas de La Jarosa I y II
De
nuevo en ascenso, sin abandonar las pistas forestales, rodando por la Calle de
los Álamos y la calle de las Chaparras, por tramos que ralentizan la marcha,
pero sin detenernos hasta alcanzar el punto más alto de nuestra ruta a 1213 m, lo
que nos abre las puertas a un rápido, rapidísimo descenso hasta los 951 m, al
cruce con la carretera que nos acerca a Guadarrama.
Ahora sí, podemos tomarnos un respiro con un fácil rodar por vías pecuarias entre Las Cabezuelas y Alpedrete, que nos devuelven al recorrido que ya hicimos a primera hora. El final está próximo y todavía quedan fuerzas en las piernas para acelerar la marcha y conseguir que los últimos kilómetros vayan cayendo con fluidez. En palabras de Miguel Ángel: “Aquí nunca se sale a pasear”
Llegaremos
a tiempo de encontrarnos con los compañeros, ya con todo recogido y antes de
que partan. Abrazos y sonrisas generosas.
Gracias Alfonso ¡¡ buen reportaje ( parece que estuvimos más tiempo parados que en ruta ¡ ) y buena ruta, sobre todo la 2º parte a partir de La Jarosa por las pistas nuevas, buena velocidad media por allí. Seguimos....
ResponderEliminarEs un comentario egoísta pero me lo paso muy bien en los parones por avería. Surgen los chascarrillos, el buen humor y no faltan manos para ayudar a solucionar el problema. Además, la pieza más insospechada pero necesaria aparece por arte de magia de cualquier mochila. Son ratos realmente divertidos. Cuando me toque a mi espero mantener la sonrisa. Buena semana para todos.
ResponderEliminarLlevamos un par de rutas con averías y no por falta de mantenimiento sino por mala suerte. En la Tejera Negra una lasca de pizarra rebañó la cubierta, poniéndola al límite y provocando una explosión, pero una mecha y el tubeless de la rueda (en perfecto estado) permitió terminar. Ayer una tija que no se quedaba arriba, probablemente por un cable tensado de más ..., pero que con tensión manual permitió terminar la ruta y por último una piedra que rompe un radio y provoca destalonamiento y fuga del abundante líquido que tenía la rueda. Pero no hay nada que no solventara una cámara.
ResponderEliminarLo importante, el poner buena cara ante la avería de un compañero, el ayudarle a reparar y sobre todo que no sienta que está estropeando el día a nadie, porque si alguien pensara eso, algún día cuando tenga una avería le gustará que varios amigos le ayuden para poder terminar la ruta. Porque lo importante es eso, salir a compartir la mañana, tanto en las cuestas arriba, como en las cuestas abajo.
Nos vemos en dos o tres semanas, que el sábado vamos a ver el otoño navarro.
Un abrazo.
De nuevo excelente narración. Ejemplo de cómo contar una historia de ciclismo de montaña de forma amena y entretenida, incluso para los que no somos ciclistas. Captura la esencia de una salida en grupo y transmite la pasión por este deporte. ¡Felicidades por tu trabajo! Alba Gracia
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