domingo, 29 de junio de 2025

La crónica de la jornada: Un camino al recuerdo

 

Este domingo no solo trazamos senderos, sino que abrimos caminos al recuerdo


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Junto a la estación de tren de El Espinar y dispuestos a escribir una nueva historia, nos encontramos: Andrés, Ángel, Enrique, Fer, Jesús, Miguel Ángel, Nacho, Rafa, Raúl, Santi y Alfonso. Algunos llegan oliendo a churros…

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Para este día, decidí mirar atrás, hasta el origen. En enero de 2011, Fer se unió por primera vez a nuestras salidas, cuando este blog era apenas un cuaderno de notas. Aunque no estuvo en las primeras pedaladas, su historia se trenzó con la de los pioneros con naturalidad, y desde entonces ha sido parte esencial del grupo.

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Catorce años después, la esencia sigue intacta. Fer ha vuelto una y otra vez, sumando vida a cada kilómetro. Con su carácter genuino, sin filtros, es capaz de sacarnos una carcajada o una ceja enarcada. Habla mucho, sí, pero siempre desde un corazón que no se esconde. Esa forma de ser, tan suya, ya es parte del paisaje emocional del grupo.

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Con abrazos especiales para Fer, nos subimos a nuestras bicicletas para celebrar su reciente cumpleaños. Desde lo alto de la chimenea de la antigua fábrica de madera, tres cigüeñas nos ven partir.

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Las previsiones no fallaron: el calor fue intenso, muy por encima de lo habitual. El trazado, seguramente ideado en días más frescos, se volvió exigente, pero ahora lo contamos…

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En los primeros metros, la hierba, alta y reseca parecía querer engullirnos, mientras nos alejábamos de La Estación, enfilando hacia El Espinar. El calor iba en aumento, y, a pesar de ello, Fer no solo dirige al grupo, sino que además no para de hablar, de comentar, de explicar. Y se nota: se encuentra a gusto.

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Cuando cruzamos junto a la finca de La Fuensanta el panorama cambia. La temperatura desciende lo suficiente como para agradecerlo y rodamos a la sombra por el Barranco Mellizo hacia las ruinas de la casa forestal de Las Lanchas.

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Allí, entre piedras y muros que desafían en pie el paso del tiempo, hacemos una pausa. Un lugar singular por su silencio, por lo que fue y lo que queda. Nos agrupamos para la foto, esa que cada semana resume mucho más que una ruta. Y esta vez, el título surge casi solo: Sobre la Historia.

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Reanudamos la marcha con un silencio que no incomoda, porque vamos pendientes del camino, de cada curva, de cada obstáculo… y del arroyo Goyato, que cada uno vadea de la mejor forma posible.

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El que vadeamos ahora es el arroyo Gargantilla, que nos da paso a ascender hasta la pista forestal. La propuesta de Fer desde este punto es conocida: un sendero divertido, recorrido en muchas ocasiones y que siempre guarda su encanto. Pero el calor empieza a hacer mella, y ya hay voces que reclaman la posibilidad de coger agua.

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El grupo se divide: Aventureros con reserva de agua por un lado y buscadores del líquido elemento reparador por otra. En el reencuentro, junto a arroyo Mayor, tanto los unos como los otros darán cuenta, con entusiasmo, de lo que los demás se han perdido. ¡Preciosos senderos…!, dirán unos. ¡Pues el agua fresca de la fuente de la Hiedra!, responderán otros.

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Abandonamos de nuevo la sombra al dirigirnos hacia las instalaciones de Iberpistas en Gudillos. Un camino familiar nos aguarda: el ascenso por la “alfonsina”, que siempre nos pone a prueba con respeto y cariño. Avanzamos entre pinares y recuerdos de decenas de ascensos, con ese ritmo que solo se consigue cuando se pedalea entre amigos.

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Alcanzamos el “camino del agua” que, curiosamente, no tiene ninguna fuente en su recorrido. Fer, siempre atento, se propone paliar nuestros calores con el aire de un descenso rápido entre pinos. ¡Ojo! Que el terreno está muy seco y la velocidad no perdona.


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De nuevo tenemos por delante otro ascenso familiar, primo hermano, acaso más roto que de costumbre. Pero allá vamos, en busca del “pilón”, la fuente de los Aserraderos, allá donde nace el río Gudillos. Debe tener alguna obstrucción, pues apenas deja escapar un hilillo de agua por su caño. 

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Aún así, Raúl se empeña en reponer su botija, convencido de que la paciencia hace brotar manantiales. Cada sombra se convierte en un oasis y cada fuente en un pequeño milagro.

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Rodamos por caminos forestales, a la derecha, ahora a la izquierda… no hay pérdida, aunque intentamos mantener el ritmo. El grupo se estira, se encoge, se espera. Nadie queda atrás. A estas alturas, nos dejamos llevar por la costumbre, por la confianza, por ese saber compartido de que el final está cerca.

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En el Cerro de Asperillas (1459 m) alcanzamos hoy el punto más alto de nuestra ruta. Pero ni aquí corre aire fresco, y el grupo, mientras se resuelve una leve avería, se apiña en apenas un par de sombras, como si quisiéramos fundirnos con ellas y desaparecer por un instante del calor. En esa parada breve, compartimos bromas, pero también silencios que dicen más que muchas palabras.

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En otra época del año, puede que la ruta de hoy hubiera podido parecer poco más que un paseo. Sin demasiada velocidad, sin repechos extremos ni largos ascensos… Pero el calor ha hecho mella en todos, y cuesta disimular que en nuestras mentes ya se dibujan unas cervezas muy frías.


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El cruce de Los Navazos marca el pistoletazo… ¿de salida? No, de regreso. Por un terreno que, a ojos ajenos, pudiera parecer complicado, pero que a nosotros nos invita a acelerar la marcha, a juguetear con cada curva, a volar sobre piedras que ya nos saludan a nuestro paso.

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En La Estación se celebraba estos días FEMUKA. Las calles aparecen engalanadas con bellos adornos de colorido vibrante, y el sonido de tambores y tamboriles de las charangas parece celebrar nuestra llegada.

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Fer preparó la ruta por su cumpleaños y nos invita a comer al finalizar. Un gesto generoso, como tantos otros que ha tenido a lo largo de los años. Si algo lo define no es solo su fuerza en las piernas, sino su constancia en el afecto.

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Y así, entre platos compartidos, brindis sinceros y risas que aún conservan el polvo del camino, cerramos una jornada que fue mucho más que una ruta. Fue un reencuentro con lo esencial: la amistad, el paisaje, el recuerdo.

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Gracias, Fer, por ser ruta, compañía y motivo. Que vengan más cumpleaños… y más caminos compartidos.


jueves, 26 de junio de 2025

Recordar para Celebrar

 

Más que una ruta, una memoria que sigue rodando


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Este próximo domingo, nuestras ruedas girarán en una nueva ruta, pero también para festejar el cumpleaños de un compañero de incontables batallas, tanto en los caminos como en la vida. Para rendirle el homenaje que se merece, os llevaré de vuelta hasta la primera salida que realizamos juntos, allá por enero de 2011.

Yo apenas comenzaba a escribir en el blog y las fotos no eran muy buenas, pero lo que vivimos aquel día marcó el inicio de muchas historias que aún hoy nos siguen acompañando.

 
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Aquel primer día con “Ferluy” (2011)

 

Contaba en aquella crónica:

 

La verdad es que aquella mañana pensaba tomármela con calma. No tenía intención de salir ni había quedado con nadie. Pero a las 9:30 suena el teléfono: Fernando ha quedado con un tal Ferluy para salir a las 10:15. Podría haberme quedado en casa... pero cuando te llaman, ya sabes lo que pasa.

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Su propuesta: subir por la Cañada Real Leonesa. Me sorprende, después de la ruta exigente del día anterior. Pero poco después ya estamos pedaleando, junto a la Cerca de las Monjas, tomando el Camino de la Peña del Águila…

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Ver publicación original de 2011 (pincha)


Y la crónica finalizaba:

 Una ruta breve, extraña para relajar piernas… pero intensa, divertida y plena.

Ferluy, encantado con la salida, nos lanza una sonrisa y nos promete que volverá

Y cumplió su palabra.


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Aquella salida en Enero de 2011

 


Domingo, 29 de Junio de 2025

Hace ya muchos años que el amigo Fer nos acompañó por primera vez. Hoy sigue con nosotros, con más años, pero con la misma energía, la misma sonrisa y alguna que otra historia más... en las piernas.

Para el domingo, es él quien nos propone el trazado para celebrar su cumpleaños. Una ruta, sí... pero también un homenaje sobre ruedas. Seguimos sumando kilómetros y sonrisas.


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Hora de encuentro: 8.45

Lugar de encuentro: Aparcamiento Estación de Tren de El Espinar 


domingo, 22 de junio de 2025

MTB en Segovia: De Revenga a la Fuente de la Reina… y alguna historia más

 

Ruinas que susurran, fuentes que recuerdan, cimas que esperan

 

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A pesar del calor anunciado y de las inevitables ausencias, algunos valientes, de esos que no se rinden ni con el termómetro en rojo, nos reunimos en Revenga con la ilusión intacta y las piernas expectantes: Ángel, Fer, Jesús, Juan, Pedro, Raúl y Alfonso

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Nos recibió un cielo cubierto. Parecía querer darnos un respiro, una tregua amable, para que las temperaturas no tomasen demasiado protagonismo.

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Los primeros kilómetros nos llevaron, como tantas veces, a las cercanías de las ruinas de la Casa de Esquileo y Venta de Santillana (incluida desde el 13 de febrero de 2025 en la Lista Roja de patrimonio en peligro). Allí, entre piedras vencidas y muros desdentados, parecía que el tiempo se hubiera detenido solo un momento para saludarnos.

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De mí ya solo quedan sombras y polvo,” murmuraba la Venta. “Pero cada vez que pasáis, me reconozco en vuestros ojos. Tuve años de esplendor, de actividad incansable, de voces y pasos que no cesaban. Fui descanso de viajeros, resguardo de pastores, eco de conversaciones ya olvidadas. Y aunque el tiempo me deshace, no me lleva del todo. Mientras alguien mencione mi nombre o pedalee junto a mis piedras, seguiré aquí… al menos un poco.”

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Continuamos en silencio, como quien deja atrás un recuerdo aún caliente.

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En la Fuente de San Pedro aprovechamos para rellenar bidones. No tenemos muy claro si Ángel se inclina para beber o para hacer una reverencia. Nos espera un largo ascenso y no sabemos si la Fuente de los Pastores será capaz de refrescarnos. El agua, clara y muy fresca parecía hablarnos también:

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Os recuerdo,” murmuraba al caer, “he calmado vuestra sed en días de niebla, de frío, de sol rabioso… No soy solo agua: soy pausa, confidencia, alivio. Aquí sigo fiel. Volved siempre que lo necesitéis.”

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No sin esfuerzo, alcanzamos el pequeño refugio y la Fuente de los Pastores. No sabemos si Jesús bebe mucha agua o si su botija tiene algún escape, pues vuelve a rellenar… y no será la última vez.

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El paisaje se abre inmenso, generoso, y a un lado podemos ver el lugar conocido donde las familias de buitres suelen celebrar banquetes. Hoy están ausentes. Nos detenemos unos instantes, quizá más por respeto a la memoria que por cansancio. Hay algo sagrado en estas vistas que invita a hacer una pausa… y unas fotos.

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Reanudamos la marcha. El terreno ondula, firme y exigente. El grupo comienza a estirarse como un acordeón fatigado: los más fuertes marcan el ritmo, mientras otros se dejan por la pendiente, a ratos pedrolera, y por la conversación que aún fluye ligera. ¿¿Juan?? Juan ya se ha escapado por delante.

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Y entonces llega La Camorquilla (1687 m), más asequible en su ascenso y generosa en lo que nos ofrece. En ese mirador, tan familiar, nos detenemos como cada vez, casi por costumbre sagrada, a hacernos unas fotos con el horizonte desplegado ante nosotros. Risas, bromas y esa sensación de estar donde uno quiere estar. Ella, coqueta y modesta, parecía decirnos:

No tengo cumbre ni leyenda, pero soy vuestro respiro antes del esfuerzo. Aquí os reís, os miráis, y volvéis a ser grupo.”

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Nos despedimos de La Camorquilla y tomamos el bello sendero que avanza entre la Majada del Cochino y la Majada del Escorial, junto al nacimiento del arroyo de las Pamplinas.  El esfuerzo se diluye en la sensación de disfrute.

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Escuchad… ¿Lo habéis oído?

Te esperaba, Alfonso, os esperaba.” La Camorca (1814 m), majestuosa, nos ha observado desde lo alto con su habitual gravedad.

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He sentido vuestras ruedas muchas veces, he escuchado vuestras risas romper el aire frío de la mañana, y hoy… por fin, os vuelvo a tener cerca. Faltan rostros. Echo de menos a quienes antes venían con paso firme y mirada cómplice. Hoy sois menos… pero sois míos. Cada pedalada que dais en mi costado es una caricia. Os esperaba, sí. Aunque allá abajo el mundo gire, yo sigo aquí… aguardando veros coronar una vez más.”

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Estamos al pie del ascenso, al borde de una pista que ahora aparece rotulada por máquinas de gran tamaño: dudamos si merece la pena llegar hasta el punto más alto. El cielo parece encapotarse aún más, y todavía nos quedan repechos que afrontar. Amiga, Camorca, será en la próxima ocasión.

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Hubiéramos ido de todas formas a visitar la Fuente de la Reina, hoy con más agua que en ocasión anterior, pero Jesús insiste en llenar de nuevo su botija para saciar su sed inagotable. También aprovecha Ángel. Nos caen las primeras gotas de lluvia.

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En este lugar tan particular, se nos cruzan algunos ciclistas, pocos, en realidad. Uno de ellos nos observa mientras nos hacemos unas fotos. Su rostro me resulta familiar. Cruzamos unas palabras amables y es él quien, con una pista precisa, el recuerdo de una paella compartida, facilita el reconocimiento.

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Una maravilla: reencontrarse, después de tantos años, con un viejo conocido, "El Barbián", al que no veía desde septiembre de 2012… y poder saludarnos con alegría.



Después de ese inesperado reencuentro, retomamos la marcha, tomando un desvío junto a unas antiguas ruinas. El sendero se inclina en un descenso que se disfruta… pero que no permite tener un momento de despiste. Tras un kilómetro, reagrupamos junto a la fuente de Palominos. Distraemos a Jesús, por si acaso decide acercarse, otra vez, a coger agua.


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El camino de Cabezagatos nos acoge mientras rodamos con tranquilidad, reservando fuerzas para lo que, ya lo anunciamos, aún nos espera.

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Ante nosotros el arroyo del Horcajo, que nace en las laderas del Montón de Trigo, que baja con abundante agua, pero se vadea bien… no siempre fue así. Nos abre la puerta a un terrible ascenso: setecientos metros de gran desnivel, que se niega a dar ni un pequeño respiro. Estamos en el Camino Forestal de Empalado.

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Una vez arriba, es momento de detenerse, felicitarnos… incluso de abrazarse. Pero sin interrumpir ese breve silencio que algún compañero necesita para recuperar el resuello.

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Todos lo hemos hecho bien, nos merecemos un premio… y no pensamos rechazarlo. Vadeamos el arroyo del Retamar, al pie del Collado de Río Peces, y dejamos que nuestras bicicletas disfruten tanto como nosotros al avanzar por el Pinar de la Acebeda, uno de los rincones más frondosos y evocadores de la Sierra de Guadarrama.

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El cansancio parece olvidarse, del primero al último, mientras marchamos en fila india, confiando en la habilidad de quienes ruedan delante y tomando buena nota de los avisos que transmiten. Ya no hay diferencia entre musculares y e-bikes: simplemente se avanza… y se goza. Ni siquiera los cortos repechos que aparecen aquí o allá se perciben como obstáculos.

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Sentimos que la temperatura empieza a bajar y una lluvia, casi tímida, hace acto de presencia. Solo Ángel se detiene a ponerse su chubasquero… y la marcha se acelera aún más. El aroma a tierra mojada nos acompaña: agradable, fresco y reconfortante.

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La lluvia ha durado poco. Cogemos ya los últimos tramos de nuestra ruta, por la Senda de la Desesperada, que se empeña en dejar huella de barro en nuestras ruedas antes de acercarnos al Embalse de Puente Alta y hacernos la última foto de tan espléndida ruta.

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Bajamos con calma, haciendo lo posible por retener lo vivido. Los caminos, ya lo sabemos, guardan memoria. Y también saben esperarnos.

¿Unas cervecitas?... Cómo no. ¡¡A la salud de todos!!