martes, 15 de julio de 2025

El Arte de Rodar Juntos

 

Una afición que nos mueve por dentro, tanto como por fuera

A veces nos preguntamos si este rincón que compartimos, este blog, este grupo, este refugio sobre ruedas, es un reflejo fiel de lo que somos… o un deseo que se escribe con esperanza.

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Aquí hablamos de amistad, de compañerismo, de caminos que se cruzan con alegría. Y aunque no todos lo vivamos igual, aunque el viento sople distinto en cada alma, siempre abrazamos lo que nos une.

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No escondemos que, como en los mejores matrimonios, hay momentos de disonancia. Discusiones, puntos de vista opuestos, rutas que se entienden de manera distinta. Pero elegimos mirar hacia el horizonte, no hacia los pedales del otro

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Creemos en los gestos sencillos, en las miradas que dicen más que palabras. En quienes llegan sin hacer ruido, pero dejan huella. En quienes no siempre están, pero cuando lo hacen, suman con generosidad.

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No hace falta que todos miremos con los mismos ojos, ni que cada paso resuene igual. Basta con que haya respeto, con que el silencio no pese más que la presencia, con que el gesto amable no se pierda.

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Este espacio no es perfecto, pero tiene alma. Y mientras haya una sonrisa que brote sin pedir permiso, una palabra que abrace sin ruido, una ruta que nos junte sin condiciones… seguirá siendo real.

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Gracias por estar, por sumar, por seguir rodando… incluso cuando el viento nos empuja en direcciones distintas.

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"La armonía no es la ausencia de diferencias, sino la voluntad de convivir con ellas." — Alfonso


lunes, 7 de julio de 2025

Cuando el sol es el rey del mambo

 

Cuerpo sabio, bici fiel y calor con banda sonora

Como cada semana, la bici me llama. Me guiña desde su rincón, invitándome a salir. Aunque sea solo como oyente, sin cámara ni mochila, parece decirme.


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Y el sábado, sin pensarlo demasiado, respondí a su guiño. Salí en solitario, sin aparejos, pero con los sentidos despiertos. Un paseo breve, silencioso, suficiente para recordar que, aunque el verano aprieta, el vínculo permanece.

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Para el domingo también tenía planes: acudir a la propuesta que habían realizado otros amigos. Pero el cuerpo, sabio y veterano, pidió calma tras lo visto el sábado. Y lo escuché. 

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No era la primera vez. Recuerdo varios “pajarones” estivales, (así los llamamos con humor). Golpes de calor que apagaban el entusiasmo y convertían la ruta en reto. Sudores fríos, energías que se evaporan… momentos que enseñan, aunque lleguen sin avisar.

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La ruta que se sugería prometía pocas sombras, y el sol ya avisaba de que se presentaría con fuerza. No fue una renuncia: fue respeto. Al cuerpo, al verano, y a la bici.

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Siempre me sorprende ver cómo a algunos compañeros el calor no parece afectarles

Son capaces de darlo todo, incluso cuando el sol es el rey del mambo y las horas piden tregua. Les admiro, sinceramente. Pero también sé que cada cuerpo tiene su historia, su termómetro y su límite. Y el mío aprendió a protegerse.

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El verano tiene sus fieles seguidores. Pero yo soy más del invierno

Cuando el aire corta la cara, y las ruedas crujen sobre hojas secas, me siento más ligero. El frío no me resta: me devuelve el aliento. Me reconecta.


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Ahí, entre capas térmicas y caminos silenciosos, me siento más yo

Y cuando llegue ese fresco esperado, que es mi auténtica temporada, la bici volverá a llamarme, pero con más intensidad. Saldré a su encuentro, como siempre, con ganas renovadas, o tal vez lo haga antes, como a hurtadillas, robándole unos kilómetros al calor.

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miércoles, 2 de julio de 2025

Una Pausa Necesaria

 

Durante los últimos 15 años, semana tras semana, he compartido con vosotros rutas, crónicas, reflexiones y emociones. He fotografiado momentos, escrito con el corazón y procurado que cada entrada tuviera un trocito de verdad, del camino… y de mí.

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Ahora, sin dejar de rodar ni alejarme del grupo, ha llegado el momento de tomar un respiro. Este verano me esperan nuevas aventuras familiares, las de ejercer como abuelo, y con ellas, la necesidad de bajar el ritmo y soltar, durante un tiempo, la cámara y el cuaderno de notas.

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Seguiré saliendo con vosotros, porque eso forma parte de lo que soy. Pero lo haré sin la presión de planificar ni de escribir cada semana. Saldré sin cámara ni mochila cargada de obligaciones, simplemente para disfrutar del camino y de los amigos.

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Esta pausa no es una despedida. Es solo un paréntesis para recuperar el equilibrio, para dejar que otros propongan, organicen y lideren, mientras yo ruedo como uno más, sin reloj y con la libertad de pedalear sin compromisos.


Gracias por estar ahí, en cada lectura, en cada foto, en cada pedalada compartida. Nos seguimos viendo, en ruta y en la vida.

 

Ruta descartada… con buen humor


Hoy, junto a Asanta y Juan, hemos explorado la ruta que podía convertirse en propuesta para el domingo.

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La jornada empezó torcida: apenas habíamos comenzado a rodar cuando la bici de Juan dijo “hasta aquí hemos llegado”. La patilla del cambio decidió, no sabemos si jubilarse o declararse en huelga, dejando la cadena colgando y a Juan con cara de circunstancias. Tuvimos que despedirnos de él antes de tiempo.

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Ya en marcha, Asanta y yo continuamos por un trazado que se antojó duro a pesar de ser muy conocido. Con caminos muy técnicos, tramos deteriorados y desniveles exigentes. El mítico Camino del Ingeniero estaba irreconocible: raíces fuera de control, piedras vivas y repechos traicioneros.

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Si llego a proponer esto como ruta oficial, y con bicis musculares, corro serio riesgo de morir “joven” … a manos de algún compañero exhausto y enfadado con razón. Así que, por el bien del grupo (y el mío propio), la descartamos con cariño y sentido común.

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No fue alcanzada la Cruz de Pedro Álamo, nos avisó un paisano de que estaba muy estropeado el ascenso, pero no pudimos resistirnos a recorrer y disfrutar del Camino de las Municiones y La Canaleja, antes de regresar a La Casona.

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Cedo los trastos y el track (por si os animáis), a quien los quiera recoger.

¡Hasta pronto! 


domingo, 29 de junio de 2025

La crónica de la jornada: Un camino al recuerdo

 

Este domingo no solo trazamos senderos, sino que abrimos caminos al recuerdo


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Junto a la estación de tren de El Espinar y dispuestos a escribir una nueva historia, nos encontramos: Andrés, Ángel, Enrique, Fer, Jesús, Miguel Ángel, Nacho, Rafa, Raúl, Santi y Alfonso. Algunos llegan oliendo a churros…

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Para este día, decidí mirar atrás, hasta el origen. En enero de 2011, Fer se unió por primera vez a nuestras salidas, cuando este blog era apenas un cuaderno de notas. Aunque no estuvo en las primeras pedaladas, su historia se trenzó con la de los pioneros con naturalidad, y desde entonces ha sido parte esencial del grupo.

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Catorce años después, la esencia sigue intacta. Fer ha vuelto una y otra vez, sumando vida a cada kilómetro. Con su carácter genuino, sin filtros, es capaz de sacarnos una carcajada o una ceja enarcada. Habla mucho, sí, pero siempre desde un corazón que no se esconde. Esa forma de ser, tan suya, ya es parte del paisaje emocional del grupo.

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Con abrazos especiales para Fer, nos subimos a nuestras bicicletas para celebrar su reciente cumpleaños. Desde lo alto de la chimenea de la antigua fábrica de madera, tres cigüeñas nos ven partir.

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Las previsiones no fallaron: el calor fue intenso, muy por encima de lo habitual. El trazado, seguramente ideado en días más frescos, se volvió exigente, pero ahora lo contamos…

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En los primeros metros, la hierba, alta y reseca parecía querer engullirnos, mientras nos alejábamos de La Estación, enfilando hacia El Espinar. El calor iba en aumento, y, a pesar de ello, Fer no solo dirige al grupo, sino que además no para de hablar, de comentar, de explicar. Y se nota: se encuentra a gusto.

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Cuando cruzamos junto a la finca de La Fuensanta el panorama cambia. La temperatura desciende lo suficiente como para agradecerlo y rodamos a la sombra por el Barranco Mellizo hacia las ruinas de la casa forestal de Las Lanchas.

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Allí, entre piedras y muros que desafían en pie el paso del tiempo, hacemos una pausa. Un lugar singular por su silencio, por lo que fue y lo que queda. Nos agrupamos para la foto, esa que cada semana resume mucho más que una ruta. Y esta vez, el título surge casi solo: Sobre la Historia.

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Reanudamos la marcha con un silencio que no incomoda, porque vamos pendientes del camino, de cada curva, de cada obstáculo… y del arroyo Goyato, que cada uno vadea de la mejor forma posible.

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El que vadeamos ahora es el arroyo Gargantilla, que nos da paso a ascender hasta la pista forestal. La propuesta de Fer desde este punto es conocida: un sendero divertido, recorrido en muchas ocasiones y que siempre guarda su encanto. Pero el calor empieza a hacer mella, y ya hay voces que reclaman la posibilidad de coger agua.

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El grupo se divide: Aventureros con reserva de agua por un lado y buscadores del líquido elemento reparador por otra. En el reencuentro, junto a arroyo Mayor, tanto los unos como los otros darán cuenta, con entusiasmo, de lo que los demás se han perdido. ¡Preciosos senderos…!, dirán unos. ¡Pues el agua fresca de la fuente de la Hiedra!, responderán otros.

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Abandonamos de nuevo la sombra al dirigirnos hacia las instalaciones de Iberpistas en Gudillos. Un camino familiar nos aguarda: el ascenso por la “alfonsina”, que siempre nos pone a prueba con respeto y cariño. Avanzamos entre pinares y recuerdos de decenas de ascensos, con ese ritmo que solo se consigue cuando se pedalea entre amigos.

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Alcanzamos el “camino del agua” que, curiosamente, no tiene ninguna fuente en su recorrido. Fer, siempre atento, se propone paliar nuestros calores con el aire de un descenso rápido entre pinos. ¡Ojo! Que el terreno está muy seco y la velocidad no perdona.


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De nuevo tenemos por delante otro ascenso familiar, primo hermano, acaso más roto que de costumbre. Pero allá vamos, en busca del “pilón”, la fuente de los Aserraderos, allá donde nace el río Gudillos. Debe tener alguna obstrucción, pues apenas deja escapar un hilillo de agua por su caño. 

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Aún así, Raúl se empeña en reponer su botija, convencido de que la paciencia hace brotar manantiales. Cada sombra se convierte en un oasis y cada fuente en un pequeño milagro.

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Rodamos por caminos forestales, a la derecha, ahora a la izquierda… no hay pérdida, aunque intentamos mantener el ritmo. El grupo se estira, se encoge, se espera. Nadie queda atrás. A estas alturas, nos dejamos llevar por la costumbre, por la confianza, por ese saber compartido de que el final está cerca.

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En el Cerro de Asperillas (1459 m) alcanzamos hoy el punto más alto de nuestra ruta. Pero ni aquí corre aire fresco, y el grupo, mientras se resuelve una leve avería, se apiña en apenas un par de sombras, como si quisiéramos fundirnos con ellas y desaparecer por un instante del calor. En esa parada breve, compartimos bromas, pero también silencios que dicen más que muchas palabras.

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En otra época del año, puede que la ruta de hoy hubiera podido parecer poco más que un paseo. Sin demasiada velocidad, sin repechos extremos ni largos ascensos… Pero el calor ha hecho mella en todos, y cuesta disimular que en nuestras mentes ya se dibujan unas cervezas muy frías.


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El cruce de Los Navazos marca el pistoletazo… ¿de salida? No, de regreso. Por un terreno que, a ojos ajenos, pudiera parecer complicado, pero que a nosotros nos invita a acelerar la marcha, a juguetear con cada curva, a volar sobre piedras que ya nos saludan a nuestro paso.

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En La Estación se celebraba estos días FEMUKA. Las calles aparecen engalanadas con bellos adornos de colorido vibrante, y el sonido de tambores y tamboriles de las charangas parece celebrar nuestra llegada.

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Fer preparó la ruta por su cumpleaños y nos invita a comer al finalizar. Un gesto generoso, como tantos otros que ha tenido a lo largo de los años. Si algo lo define no es solo su fuerza en las piernas, sino su constancia en el afecto.

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Y así, entre platos compartidos, brindis sinceros y risas que aún conservan el polvo del camino, cerramos una jornada que fue mucho más que una ruta. Fue un reencuentro con lo esencial: la amistad, el paisaje, el recuerdo.

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Gracias, Fer, por ser ruta, compañía y motivo. Que vengan más cumpleaños… y más caminos compartidos.