Miraflores de la Sierra. La antigua estación de tren, testigo de incontables historias, nos recibe con su silencio impasible, aguardando el inicio de una nueva aventura
Bajo su mirada pétrea, siete ciclistas nos
reunimos, no como simples aventureros, sino como gladiadores modernos ante el
coliseo de la montaña.
¡Ave César! Los
que van a pedalear te saludan: Ángel, Gonzalo, Javier, Juan,
Miguel Ángel, Patrick y Alfonso. La
lista de ausencias es larga, pero el espíritu de AlfonsoyAmigos sigue en pie,
firme como el terreno que hoy desafiaremos.
Ángel y yo llegamos con el tiempo justo. Abrazos
apresurados, alguna reprimenda en tono jocoso de quienes llegaron con más
margen y unas ansias por rodar que ya se sienten en el ambiente. La
montaña espera, y estamos listos para afrontarla.
Hace dos años partimos desde este mismo punto
en la célebre 'Ruta rara, rara, muy rara', marcada por retrasos, desvíos
y risas que aún resuenan en el aire. De
aquel día, solamente repetimos Ángel y yo. Aunque
el recorrido nos sea familiar, cada pista y sendero vuelven a ser una página en
blanco, lista para que escribamos nuestra próxima historia. Esta
vez, con nuevos compañeros.
El arranque exige un pequeño esfuerzo: un
kilómetro en ascenso que nos despide de la estación y deja atrás el primer
susurro del día. Luego, nos deslizamos por las
calles de Miraflores, que empieza a tomar vida. El
río Guadalix nos guía hacia el Camino de San Blas y pasamos cerca de la antigua
Fuente del Cura (1888), aunque sin detenernos en su historia.
A nuestra derecha, la imponente Fuente de
la Villa (1970) nos observa, con su fama de devolver el ánimo a los jóvenes
inapetentes. Es el momento perfecto para la primera foto de
grupo, un instante de aparente tranquilidad... justo antes de que Miguel Ángel
descubra que ha perdido un tornillo de una cala. Por
suerte, en la bolsa de Mary Poppins aparecerá el repuesto necesario.
El bosque nos acoge con su frescura y la sombra
de sus majestuosos robles. Pronto alcanzamos el Mirador
de San Blas, un balcón privilegiado sobre el Embalse de Santillana, Soto
del Real y La Pedriza. ¿Un respiro antes de
continuar? No, los que van en cabeza ya han seguido
adelante.
Nos adentramos en el Monte Perímetro
Aguirre, un paraíso de robles y pinos. El
trazado gana desnivel y el grupo se dispersa. Cada
cual busca su mejor ritmo, sabiendo que el ascenso es largo. Me
quedo más atrás con Patrick, con quien tendré tiempo de hablar de lo humano y
de lo divino.
La ruta nos conduce hasta la Fuente de la
Parada del Rey, un enclave cargado de historia. Según
la leyenda, en el siglo XVII, Felipe IV e Isabel de Borbón, viajaban hacia el
Monasterio de El Paular cuando la reina, cautivada por la belleza del entorno,
decidió detenerse aquí. Tan impresionada quedó que,
al saber que la zona se llamaba “Porquerizas”, propuso renombrarla como “Miraflores”,
dando origen al nombre actual de la localidad."
Nuestros compañeros tampoco han hecho parada. Han
dejado atrás la historia y la generosa agua de la fuente. Nosotros, un breve respiro y seguimos también adelante, guiados por los arroyos de la Vejiga y la Media
Luna, que nos conducen hacia el Río Miraflores.
Pronto alcanzamos la Carretera de Rascafría, donde
logramos reagruparnos por breves instantes. Desde
aquí comienza el ascenso al Puerto de la Morcuera (1776 m). Nos
esperan dos kilómetros de esfuerzo sostenido hasta la cumbre, con una pendiente
media del 6.8% y rampas exigentes al final. Un
reto que exige concentración y piernas.
La temperatura baja, el aire se vuelve más fresco, y nos preparamos para un vertiginoso descenso por una carretera cerrada al tráfico. (¿?) Antes de lanzarnos, inmortalizamos el momento con unas fotos. La pegatina en el cartel… mejor lo dejamos, ya es ilegible...
Me entretengo en limpiarla para una nueva foto y para que, al menos, se sepa dónde estoy.
En la bajada apenas saludamos de pasada a la Fuente
del Cossío, que queda a nuestra izquierda, testigo silencioso de nuestro
fugaz paso. Nos desviamos hacia el arroyo de las Hoyuelas
y seguimos hacia el Collado del Hontanar (1730 m). La temperatura
es agradable, incluso fresca y el entorno una auténtica maravilla.
Una vez tomado el desvío, comprobamos que
Javier y Juan se nos han escapado. El
aviso no llegó a tiempo y el teléfono no tiene cobertura. Volveremos
a reunirnos en la Fuente del Hornillo.
Rápido descenso hasta el Puerto de Canencia
(1504 m) dominado por pinos silvestres. Lugares
en los que tuvo su actividad el famoso bandolero “Tuerto Pirón”
Desde allí, comienzan los kilómetros más exigentes
de la ruta, con el largo descenso repleto de dificultades hacia el Collado
Ventoso. Otra cala suelta, esta vez de Juan, nos
detiene la marcha por unos minutos.
Después, el grupo reducido sigue avanzando,
sorprendiendo a propios y ajenos, mientras las bicicletas devoran los
abundantes obstáculos del camino. Nos
detenemos para reagrupar y para que las manos, los brazos y, quizá, todo el
cuerpo, disfruten de un merecido descanso.
El camino de Rascafría a Bustarviejo nos permite
avanzar hasta conectar con la Cañada Real Segoviana, que se nos muestra más indulgente.
Descendemos
a gran velocidad, disfrutando, pero atentos a las numerosas torrenteras que
cruzan la pista de tierra.
De nuevo, sendero single, esta vez revirado y
cerrado por la vegetación. Nos llevaremos algún arañazo
de recuerdo antes de alcanzar las antiguas vías del ferrocarril Madrid-Burgos.
Apenas un kilómetro junto al balastro de las
vías y, casi sin darnos cuenta, estamos de nuevo en la Estación de Miraflores. Gonzalo,
con cierta incredulidad, pregunta ¿pero ya hemos llegado?
Más de 40 kilómetros de una ruta que ha tenido
de todo: exigencia, aventura y el plus que siempre añadimos nosotros. Completamos
la jornada en cuatro horas y media, paradas incluidas. ¡Bravo,
bravo y bravo!
Un día para recordar, una ruta que exigió todo de nosotros y nos devolvió aún más. Hasta la próxima aventura.
Solo quería agradecerte de corazón por tomarte el tiempo y la dedicación de escribir, como siempre, la crónica de nuestra última ruta. Ya lo sabemos todos: hasta que no hay crónica, la ruta no termina.
ResponderEliminarTus palabras no solo recogen cada pedalada, cada subida sufrida y cada bajada épica, sino que también nos hacen revivir los momentos, las risas, las anécdotas (y los despistes de siempre). Hay algo mágico en cómo conviertes kilómetros y polvo en relatos que nos hacen sentir orgullosos de ser parte del grupo.
Gracias por mantener viva la esencia de cada salida. Por hacer que el esfuerzo tenga memoria. Y por demostrarnos, una vez más, que no solo se pedalea con las piernas, sino también con el corazón y un buen teclado.
¡Nos vemos en la próxima… crónica!
Gonzalo
Gracias, Gonzalo. Tus palabras significan mucho, especialmente viniendo de alguien que lleva poco con nosotros pero ya comparte plenamente nuestro espíritu. No suelo responder a los mensajes porque creo que las crónicas hablan por sí solas, pero valoro enormemente cada comentario recibido y, sobre todo, vuestra participación, que es lo que realmente da vida a cada ruta. Alfonso
EliminarLeo la formidable crónica y el mensaje de tu compañero. Es un testimonio claro de que lo que escribes tiene impacto, une al grupo y refuerza la esencia de cada aventura. ¡Una gran muestra de compañerismo y admiración! Saludos. Susana Freixa
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