Relato de: Aránzazu González
Concluía el mes de septiembre, el veraneo llegaba a su fin y las últimas familias de forasteros se disponían a recoger sus bártulos para regresar a sus lugares de origen durante el invierno.
María y Teresa se
despedían emocionadas con el otoño en ciernes, confiando que se verían al año
siguiente, contando los días hasta que llegara el próximo mes de junio.
Diciembre de 1960 y Teresa
tiene que afrontar una apendicitis aguda que obliga al médico del pueblo con la
ayuda de un vecino que trabajaba en Transportes Figueredo a trasladarla de
urgencia a Madrid, ciudad en la que permanecería hasta su total recuperación
acompañada de su madre.
Ambas, madre e hija se
alojarían temporalmente en la casa que unos familiares tenían en la calle
Barquillo, muy próxima a la Gran Vía madrileña.
María mientras tanto
comenzaba sus estudios de veterinaria. Teresa, alumna destacada durante su paso
por las escuelas de San Rafael, interesada por la geografía y la literatura,
una inquietud que la acompañó siempre, soñaba con conocer otros lugares en
cuanto le fuese posible, y en ese sentido encaminaría su vida. Pasaron los
meses y Teresa y su madre decidieron prolongar su estancia en Madrid un tiempo
más, consumiendo así todo el invierno en la capital.
Teresa se dispuso a
averiguar dónde quedaba el domicilio que aparecía en el remite de las cartas de
María, aprendiendo a cómo moverse en aquel tranvía hasta llegar a la que era la
casa. Las dos amigas se reencontraron así antes de lo previsto y juntas fueron
al Café Comercial donde María le propuso a Teresa que estudiara mecanografía y
taquigrafía para buscar trabajo como secretaria.
Teresa y su madre
regresaron a su casa de San Rafael a la primavera siguiente, aunque ya habían
decidido que a partir de entonces sería de forma temporal, la vida de madre e
hija experimentaba una metamorfosis parecida a la que comenzaba para el propio
país.
Con el paso del tiempo a
María se le hacía más insoportable la ausencia del aire y paisaje serranos
durante sus obligadas y prolongadas estancias en Madrid, esto unido a los
desencuentros con su padre, motivados por la resistencia de María al rol que
tácitamente habían planeado para ella, harían que fuese cada vez más conflictivo
continuar la vida familiar en la ciudad.
Una ciudad en la que
crecía inevitablemente el asfalto y donde el ritmo de la vida urbana se imponía
al estancamiento de años anteriores, con la transformación a la que asistía España
iniciada la década de los 60, en su particular transición de la autarquía a la
estabilización económica comenzando así un periodo de fuerte crecimiento
económico, con cambios a nivel internacional que incidirían forzosamente en
el país, tras la llegada de Eisenhower a la presidencia de los EEUU.
En los meses sucesivos
Teresa encontró un trabajo como secretaria en uno de los departamentos de una
empresa farmacéutica alemana. En aquella atmósfera laboral conocería gente muy
diversa, aprendiendo a hablar inglés y alemán, aprovechando la oportunidad que
había buscado toda su vida: viajar y conocer otros lugares. Empezaría para ella
un itinerario vital apasionante que le permitiría convertirse en una mujer
independiente, y sin embargo, nunca dejaría de extrañar la tierra que la vio
nacer.
Los viajes de Teresa se
sucederían por toda Europa, y sobre todo a Alemania, país que también
recorrería junto a María muchos años después. Aquellos primeros años 60, serían
una de las mejores etapas de sus vidas en las que empezaba a cobrar forma el
destino de cada una de estas dos amigas.
Las inversiones
extranjeras llegaron atraídas por los costes laborales reducidos. El desarrollo
y la emigración masiva, acabó con el paro casi por completo. Se desencadenó un
éxodo rural hacia las zonas industriales españolas y de otros países de Europa.
En el verano de 1961 María
contaba ya con 19 años y su impaciencia por regresar a San Rafael era incluso
más que desde niña. Su pasión por los animales y el campo hacían crecer su
prisa por reencontrarse de nuevo con el entorno espinariego.
Teresa y María continuaron
sus excursiones en bici por San Rafael y sus alrededores, explorando la más
libre de todas las sensaciones, de los años que quedarían grabados a fuego en
la impronta de su memoria, con los colores y olores de un paisaje del que
habían decidido formar parte.
En aquel estío María conoce
a Juan, un apuesto chico empleado en la finca de ganado propiedad de su familia,
con el que compartiría su pasión por el campo y los animales. María y Juan se
enamoraron nada más conocerse saltándose todo convencionalismo y la
disconformidad frontal de los padres de ella, pero eso sí, con el apoyo
incondicional de su amiga Teresa.
El amor de Juan y María superó cualquier expectativa, vivieron y envejecieron juntos con esa máxima en la que crecieron, enamorándose de las diferencias que se regalaron mutuamente (recordando así a J.Bucay: “enamorarse es amar las coincidencias y amar es enamorarse de las diferencias”).
El amor de Juan y María superó cualquier expectativa, vivieron y envejecieron juntos con esa máxima en la que crecieron, enamorándose de las diferencias que se regalaron mutuamente (recordando así a J.Bucay: “enamorarse es amar las coincidencias y amar es enamorarse de las diferencias”).
Pasaron dos veranos y dos
inviernos y Teresa no dejaba de viajar a Alemania hasta valorar una oferta de
trabajo que la obligaría a residir 10 años de su vida en Múnich y otros 5 en
Berlín.
María y Juan se casaron en
la iglesia de San Rafael Arcángel en julio de 1964 y un año más tarde vendría
al mundo Antonio, su primer hijo, al que le seguirían otros dos hermanos más,
Jesús y Luis.
Teresa volvía a San Rafael
cada año, y aunque sus estancias eran más reducidas que antes las dos amigas
aprovechaban al máximo ese tiempo recorriendo y recordando juntas aquellos
parajes donde desde niñas forjaron esa amistad que las mantendría unidas de
por vida, que ni siquiera la muerte podría ya quebrantar.
Aránzazu González
¿Ya leíste la primera parte?
Capítulo I - Mujeres en la Sierra Segoviana años 50
Capítulo III - Mujeres en la Sierra Segoviana años 50 - Desenlace
Capítulo I - Mujeres en la Sierra Segoviana años 50
Capítulo III - Mujeres en la Sierra Segoviana años 50 - Desenlace
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Buenos días a tod@s. Quiero felicitar, primero, a la autora del relato, Aranzazu G. Herranz y, después, cómo no, a Alfonso Fernandez por permitirnos colaborar con nuestras historias en su magnífico blog que se está ganando, cada día, más adeptos por la gran variedad de historias, rutas, bosquejos de nuestra tierra, nuestra sierra...
ResponderEliminarNos congratula, sobremanera, el poder disfrutar todas las semanas del contenido tan variado que nos ofrece este blog y en el cual me gustaría ser más activa opinando, comentando. Buscaremos huecos, pues, para hacerlo con más regularidad porque merece la pena que todos aportemos nuestro granito de arena en él y quienes escriben en el mismo, plasman sus rutas, dejan su impronta... merecen esa reciprocidad, "feedback", reconocimiento...
Y tras esta parrafada tan larga, ahora quiero decir a Aranzazu, sobre su historia, que "chapeau" por esta segunda parte del relato que tanto se ha hecho de rogar. María y Teresa se han metido en nuestros corazones, tanto que, durante mucho tiempo, dejarán honda huella en quienes seguimos con tanto fervor esta historia de amistad entre dos amigas de estatus sociales tan diferentes pero tan iguales en forma de pensar, amar, sentir... Tal y como destacas tú en esta parte, querida amiga, y tirando de esa frase de Bucay: "Enamorarse es amar las coincidencias y amar es enamorarse de las diferencias", que en esta vida no hay, cuando la predisposición y las ganas prevalecen por encima de convencionalismos u otras cosas que huelgan, son accesorias, cuando dejamos que hable el corazón, los sentimientos, el alma... nada que nos separe de nuestros congéneres. Mira María, es el claro ejemplo de la mujer que lucha por lo que quiere, por el amor de Juan aunque para algunos haya diferencias, barreras que no se pueden transgredir, traspasar...; o el caso de Teresa, la muchacha pueblerina cuyo afán de superación le lleva a no conformarse tan solo con lo que le ofrece su pueblo.
Moraleja: Seamos abiertos de miras y no tan cerrados de mente.
Gracias, Aranzazu G. Herranz y Alfonso Fernandez por dejarnos disfrutar de este fabuloso relato, historia... ¿Para cuándo la siguiente parte? Un abrazo y un beso para ambos.
María Jesús Maricalva
Buenos días, entrañable historia la descrita por Aranzazu G. Herranz como preciosas son las imágenes que mezclan el presente y el pasado, el entorno rural con el de la capital. Al final un@ siempre desea volver a sus orígenes después del viaje. Historia de superación, de amor y que aplica la amistad por encima de todo, incluso superando la barrera que a veces impone la posición social de ambas amigas. Esperando la tercera parte. Pasar un buen tod@s un feliz miércoles. José María Orgaz.
ResponderEliminarLa verdad es que nunca deja de sorprendernos gratamente, Jose. Nos maravilla esta historia tan bien escrita como nos está encandilando en el grupo con su Que no mueran las mariposas. A cual mejor de sus cinco primeras entregas. Nos tiene en ascuas hasta que llegue la sexta y aquí con esa tercera entrega que cierra esta historia tan especial, peculiar... entre María y Teresa.
EliminarGracias Arancha por este precioso relato, por hacer que nos llegue directo al corazón y por dejarnos con las ganas de más. Espero poder leer pronto la tercera parte.
ResponderEliminarEsta muy bien ambientado en la época y lugares. En aquel renacer de la economía, epoca de cambios tranquilos para la vida de las mujeres que estudian, trabajan y emigran... Y que a la vez crean sus familias.
Y esa amistad que persiste a pesar de que las vidas de nuestras protagonistas sigan caminos tan distintos. Siempre vuelven a reencontrarse y a apoyarse...
Esa es la verdadera amistad! Me encanta!!
Me voy a dormir hoy pensando en María y Teresa... Me pasa lo mismo que cuando leí la primera parte, me voy a dormir trasladandome a aquella época y a aquellos paisajes quedando a la espera de la tercera parte.
Bellas fotos como siempre e interesaste relato.
ResponderEliminarUn saludo
Emilio Mendez de Vigo
María y Teresa, Teresa y María, que bonita lección de lo que es una verdadera amistad. He leído este capítulo muy despacio y me ha maravillado la forma tan extraordinaria de narrarlo. Además de que los hechos acontecen prácticamente coincidiendo con los años de mi juventud en San Rafael. Amigas para lo bueno y lo malo. A pesar de las diferencias por su condición social. Las dos procuran educarse y adquirir los conocimientos necesarios para ser algo en su futuro. Y llegan a adquirir unos saberes buenísimos, incluso en aprender idiomas. Su amistad por encima de otros aspectos. Me ha llegado tu relato a lo más profundo. Gracias y esperamos pronto el siguiente capítulo.
ResponderEliminarAngel Efren Sanz Moreno
Gracias a tod@s por vuestros comentarios tan amables y generosos con el relato de Teresa y María.
ResponderEliminarGracias a ti, Alfonso, por publicarlo y por el trabajo de edición que eso conlleva, que en esta segunda parte te he dado un poco de guerra.
Os tengo preparada la tercera y última parte para cuando sea con fotos espectaculares de AlfonsoyAmigos.
Un abrazo
Muy bonito relato Aranzazu, me gusta que reflejes como desde hace muchos años, tanto la gente de las ciudades como la de los pueblos hemos tenido esa extraña atracción hacia el mundo opuesto del que venimos, y que hoy en día está en auge sobre todo desde las grandes ciudades a los pueblos más pequeños buscando tranquilidad y calidad de vida que en las ciudades ya no tenemos.
ResponderEliminarFelicidades por el relato y ya esperamos con ganas la resolución de esta bonita historia.
Ah y por supuesto maravillosas fotos, muy bien escogidas ayudándonos a imaginar más todavía ese relato.
Alfonso Duran
Enhorabuena Aranzazu.
ResponderEliminarDa gusto leerte e ir imaginandonos esa infancia de Teresa y María,en nuestras propias infancias,no iguales pero parecida, volviendo a ver a los veraneantes de toda la vida, con los que teníamos contactos.
Deseando leer la tercera y última entrega. Esperamos pacientes.
Un beso y gracias
Enhorabuena Aranzazu.
ResponderEliminarCon tus publicaciones he podido proyectar en mi mente imágenes y momentos del entorno donde vivo pero retrocediendo a una época que yo no he conocido, es curioso como lo que escribes en tus relatos coincide con momentos, gentes y situaciones de las cuales he oído en casa con mi familia a lo largo de los años, esto indica que lo que escribes es muy real.
Las dos publicaciones son muy bonitas, es bueno con la lectura de ellas ver y valorar como se planteaba la vida en otros tiempos.
Enhorabuena.
Esperamos más publicaciones.
Un saludo.
Mene.
Enhorabuena Aranzazu.
ResponderEliminarCon tus publicaciones he podido proyectar en mi mente imágenes y momentos del entorno donde vivo pero retrocediendo a una época que yo no he conocido, es curioso como lo que escribes en tus relatos coincide con momentos, gentes y situaciones de las cuales he oído en casa con mi familia a lo largo de los años, esto indica que lo que escribes es muy real.
Las dos publicaciones son muy bonitas, es bueno con la lectura de ellas ver y valorar como se planteaba la vida en otros tiempos.
Enhorabuena.
Esperamos más publicaciones.
Un saludo.
Mene.
Arancha, tardé pero no podía faltar a la cita con tu escrito. Quise tener un rato tranquilo para poder disfrutar de las dos partes, y también aprender sobre una realidad humana y social de época que geográficamente me resulta lejana, pero bastante próxima en lo cultural.
ResponderEliminarEl relato tiene un encanto de detalles que transporta a la época, a las situaciones, y por qué no, a los corazones y las mentes de las dos amigas, y esa lucha contra la corriente por las cosas que uno ama y necesita, ya sea una amistad o la persona elegida como compañero de camino, y que justamente son las luchas en las que no hay que escatimar recursos (y sabés de qué hablo).
María y Teresa eran dos almas hermanas que decidieron emprender vuelo, como los globos. Y para ello soltaron lastre, con el esfuerzo que significó para ellas dadas las circunstancias en las que les tocó desenvolverse, porque para volar no solamente hay que mirar hacia arriba, hacia los objetivos más altos, sino también es menester jamás perder referencia de la tierra, en este caso, para ellas, la tierra que las vio convertirse en amigas. Sino fíjate lo que le pasó al pobre Tales por vivir mirando las estrellas...
Con aprecio y gratitud, un saludo desde el otro lado del Atlántico.
Sergio Zaza
Enhorabuena Arancha! Tienes muy buena mano y mejor imaginación. Nos haces poner caras a los personajes y nombres a los lugares: esto se llama literatura.
ResponderEliminarEs fantástico y estoy segura de que esto es el inicio de algo más grande.
Felicidades guapa!
Felicidades Arancha! Historia entrañable, bien documentada y ambientada, llega con sencillez directa al corazón. Esperamos ver el desenlace. Gracias por compartir tu arte!
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