En El Espinar, al alcance de nuestras vistas y formando parte del paisaje habitual, se encuentra una torre ya muy en ruinas que conocemos como “las antenas” o “el telégrafo”, en el Alto del Castrejón.
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Desde la Vereda de la Talanquera
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A pié podremos acceder tras un paseo muy agradable, saliendo de El Espinar por la Carretera de Ávila (SG500) y cogiendo, después de superar el polígono y frente a la fábrica del Grupo Siro, el Camino de los Castrejones. Camino de tierra que nos llevará, al principio junto a finca ganadera, sin apenas posibilidad de extravío hasta nuestro objetivo.
Cuando estamos acostumbrados a que las comunicaciones sean cada vez más rápidas, instantáneas, con internet a nuestro alcance, el intentar trasladarnos a la época de las señales ópticas, a finales del siglo XVII, resulta más que impensable, desesperante o incluso de risa.
Pero en su momento fue una auténtica revolución, ya que superaba la velocidad de los jinetes a caballo o de los corredores de fondo. En San Rafael y El Espinar todos tenemos constancia de que existieron fondas y casas de postas que daban soporte a este tipo de comunicación.
Pero, ¿qué era el telégrafo óptico?.
Este sistema consistía en una cadena de torres, que podían estar separadas entre unos 5 y 20 kms lineales y no podían tener entre medias obstáculos que dificultaran la visión entre ellas.
Cada torre tenía a su disposición uno o dos telescopios y un artilugio de madera,también llamado semáforo.
Cada semáforo tenía dos brazos para señales y unas tablillas que, situadas a distintas alturas, permitían realizar hasta un total de 196 combinaciones, que después eran trasladadas a un libro de códigos. Podían representar números, letras o incluso palabras ya prefijadas.
Cada torre tenía al menos un telegrafista, que era el encargado de observar la torre precedente, tomar nota del mensaje, confirmar la correcta recepción y transmitirlo a la torre posterior. Se podían llegar a transmitir tres símbolos en un minuto en el mejor de los casos.
Idea que surgió en Francia y que fue muy utilizada durante su Revolución, se desarrolló también en Alemania, Rusia y otros paises. Cuando se implantó en España, ya empezaba a estar en desuso en Europa.
Está claro que, a diferencia de lo populares que hoy en día son las comunicaciones, en aquella época solamente estaban al alcance de gobernantes de alto rango, militares y del propio rey, aunque se llegaron a transmitir los números premiados de la lotería y la situación del mercado de valores. Las guerras carlistas aprovecharon al máximo su uso.
La versión española fue desarrollada por Agustín de Betancourt, que mejoró los proyectos de sus antecesores europeos. Empezó a funcionar en 1799 en su primera línea , que estaba proyectada para unir Madrid con Cádiz (con 60 ó 70 estaciones o torres), pero que solamente se acabó construyendo entre Madrid y Aranjuez. Pretendía poder transmitir un mensaje de Cádiz a Madrid en menos de dos horas, cuando un mensajero a caballo (única opción anterior), podía tardar unos dos días si no surgía ningún contratiempo.
La mayor parte de las torres españolas fueron construidas siguiendo las especificaciones del Ingeniero donostiarra José María Mathé, con una planta cuadrangular de 7 metros y 12 de altura, con 3 pisos y una cubierta a modo de azotea, donde se instalaban las estructuras metálicas del telégrafo.
Estaban realizadas en mampostería de piedra con ladrillo, enfoscado y pintado en ocre, con un aspecto fortificado, porque no estaban exentos de ataques. Prueba de ello es la presencia de aspilleras o troneras y el que la puerta estuviera a unos 2 metros sobre el nivel del suelo, con una escalera de acceso que se echaba desde dentro. Algunas torres estuvieron apoyadas por guarnición militar.
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Marcas en la pared de la escalera de caracol que
permitía el acceso a las plantas superiores
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Sus moradores debían seguir un estricto protocolo diario y ser capaces de soportar duras inclemencias del tiempo, lluvia, niebla, fuertes vientos, nieve y, sobre todo, el aislamiento.
Nuestra torre, la del Municipio de El Espinar, formó parte de la línea de Madrid-Irún, que dispuso de 52 torres. Las más cercanas fueron la del Puerto de Guadarrama (actualmente desaparecida) y que habría estado donde las antenas de comunicación militares actuales, y la de Villacastín, también desaparecida en la actualidad.
En el año 1838 Samuel Morse realizó las primeras demostraciones del telégrafo eléctrico, mucho más seguro y rápido que el óptico, provocando que su antecesor fuera siendo relegado y abandonado una década después.
Algunas de estas edificaciones han sido rehabilitadas, gracias a las iniciativas de sus ayuntamientos, como la de Adanero, Monterredondo en Moralzarzal o Navalapiedra en Torrelodones, pero la mayoría se encuentran en claro estado de abandono y ruina.
Muchas son las torres similares que podemos encontrar a lo largo de nuestro hermoso paisaje, pero confío en que a partir de ahora las veáis de forma diferente.
Fernando, "otro reportaje a la saca". De verdad espero que os guste.
ResponderEliminarQué reportaje tan bueno. Felicidades!!
ResponderEliminarUn abrazo
Gemma
No habreis salido, pero te ha cundido el fin de semana. Muy buena la información que nos has facilitado. Conocía la torre de Cabeza Mediana, pero no sabía el uso que habia tenido. Todo un lujo.
ResponderEliminarUn abrazo
Iker
Cuánto se aprende con tus artículos... Sigue así!!
ResponderEliminarGenial reportaje Alfonso! Como siempre muy didaxtico... una pena que se abandonen estas estructuras del pasado.
ResponderEliminarFuerte abrazo Patrick. Gracias.
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