Y los senderos duran y duran (que diría Duracell)
Es fácil moverse en la “zona de confort”, allí donde uno se conoce cada trazado, cada piedra y cada raíz que cruza el sendero, sabiendo dónde va a tener que realizar el esfuerzo y cuándo podrá relajarse
Pero, personalmente,
prefiero más la aventura. Avanzar sin saber con auténtica certeza lo que te
espera unos cientos de metros más allá de la rueda delantera de mi bicicleta.
Nuevamente sin un track
registrado, confiando en el buen criterio y en el trabajo realizado por los
compañeros que dedican su tiempo y esfuerzo en diseñar nuevas rutas, decidimos
acudir este domingo a la convocatoria:
Andrés, Ángel, Chupo, Fer,
Fernando, Jesús, Juan, Luis Ángel, Mariano, Miguel, Miguel Ángel, Nacho, Rafa,
Santi y Alfonso.
Celebramos la vuelta de
vacaciones de Luis Ángel y el estreno de Mariano, que no se han encontrado una
de las rutas más duras de nuestro calendario, pero sí posiblemente una de las
más divertidas y que mayor concentración y atención han requerido por parte de
todos los asistentes.
Fer nos presenta su nueva
compañera, que ya muestra sin pudor ser ligera y juguetona, provocando
numerosas miradas de los compañeros. Alguno incluso se atreve a acariciarla
bajo la atenta mirada de Fer. Hoy, nos tememos que en más de una ocasión la
pareja intentará alejarse del grupo para conocerse mejor. ¡Que seáis felices!
Con 40 kms de recorrido y
900 metros de desnivel acabará quedando registrada la ruta de hoy, pero se
nos había publicitado que recorreríamos
muchos senderos conocidos y otros por conocer donde la diversión estaría
asegurada.
Fer, como Jefe de Ruta, nos
propone ascenso por la “alfonsina”, Camino del Agua y alcanzar el Alto del León
por detrás de Casa Hilario… para ir calentando piernas. Después nos dejaremos
caer (es una forma de hablar) por esos toboganes que nos resultan tan
familiares en toda época del año.
Superando los dos repechos
duros y el último hasta la puerta de Peña el Águila, ya hay quien decide
quitarse alguna ropa de abrigo en una mañana que se nos ha presentado algo
fresca de inicio.
Cada vez sorprende menos
comprobar, que ya no te encuentras a los compañeros esperando para reagrupar en
lugares que antes eran de obligado cumplimiento. El Collado Hornillo parece
haberse convertido en el primer meeting point de las rutas de esta zona.
De todas formas, siempre
habrá quien se detenga en la Fuente de Gerardo, en la Cañada Leonesa, para
reponer su botija con agua fresca.
Chupo no partió con nosotros
desde el aparcamiento de San Rafael, pero se nos une ahora adelantándonos como
una exhalación, como si el tren no se hubiera detenido en la estación en la que
esperabas.
Lo dicho, el Grupo espera
paciente en el Collado Hornillo y hacemos recuento: 15, estamos todos. Creo que
Chupo está preparándose para la próxima Titán Desert y posiblemente tenía otros
planes, pero no se resiste a acompañarnos.
Descendemos por el sendero habilidoso
que ya nos reconoce a cada uno por nuestro nombre y que probablemente ya no se
pueda considerar trialero tras los senderos de esta categoría que ya hemos
conocido y que se han ganado el título con más merecimiento. Confiamos en que
no se nos ofenda.
Y a partir de aquí poco hay
que podamos explicar pues el grupo, de a uno, se adentrará entre los pinos
siguiendo la rueda y procurando no perder a quien va delante, por trazado
marcado por un Fer que a cada metro parece más emocionado con la agilidad de
su pareja de baile.
Nosotros no llevábamos
hoy track, ya lo dije y que Nuestra
Señora de Dorleta (al parecer patrona de los ciclistas en España) ampare a
quien intente seguir el que ahora dejamos marcado si no lo hace andando o con
bicicleta de paseo. Insistimos: Seguir el track será harto complicado para
quien no lo haya estudiado antes e intente seguirlo al ritmo que la adrenalina
vaya exigiendo.
No sé lo que cada uno
esperábamos, pero nos hemos encontrado
con una ruta que requería frescura y lucidez mental para ver y
reaccionar con prontitud ante los obstáculos que, como en videojuego de acción,
se presentaban a diestro y siniestro ante nosotros.
Como en un videojuego, pero
no de realidad virtual sino de la auténtica en la que un pequeño descuido o un
instante de relajación puede provocar que acabes ensartado por la rama
traicionera de un árbol, arañado por zarzas y piornos o con los dientes
clavados en el suelo polvoriento.
Un primer “parte de guerra” no definitivo nos informa:
Dos caídas leves y una de
pronóstico reservado.
Rotura de un radio (de
bicicleta, menos mal)
Siniestro total de un
cambio.
Arañazos múltiples
generalizados en brazos y piernas que no han necesitado ser tratados y algún
golpe en la cabeza que el casco impidió fuera de consideración.
Leí que un hándicap
importante para un ciclista de montaña de “cierta edad” era la pérdida
progresiva de los reflejos. Está claro que el que hizo el estudio no tuvo en
cuenta a AlfonsoyAmigos. Lástima que no grabáramos en vídeo esta ruta… y alguna
otra.
Cómo mejorar tus reflejos…
Come huevos y espinacas
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Monta en bicicleta
Tras recorrer una amplia
pradera que da respiro a la tensión, dejaremos a nuestra derecha el Monumento a la Mariposa y así se lo
hago ver a nuestro novato Mariano que asiente y lo observa de reojo sin dejar
de dar pedales, pero hoy no nos detendremos… Esta parada no entra en los
planes del Jefe de Ruta.
El zigzagueo continuo tensa
los músculos de brazos y hombros, las manos se aferran a los puños del manillar
y las piernas no dejan de dar pedales a pesar de que muchos tramos son
aparentemente sin desnivel, generando un cansancio fuera de lo habitual, pero
avanzas y te sientes eufórico, disfrutando cada metro que avanzas.
Y allá donde hace años la
mayor parte del Grupo ponía pie en tierra para superar tramos complicados, hoy
ves que uno tras otro todos avanzan, con la fuerza y habilidad propias de la
constancia. ¡Bravo por todos!
Regresamos al Collado
Hornillo (1637 m) por pista que “sólo conocía en descenso” – comenta Jesús. Y desde
aquí hasta el Collado de la Cierva o de
la Mina (1709 m), que nos abre la pista para acercarnos en rápido descenso al
Collado de la Gasca (1601 m).
Ya conocemos varias opciones pero Fer opta por la más vertical, la que discurre junto al
seco Arroyo de la Gasca. Algunos frenos chirrian.
La mala fortuna hace acto de
presencia en uno de los últimos tramos de nuestro recorrido, cuando un palo
traicionero se incrusta en los radios de la bicicleta de Rafa provocando la
rotura del cambio. Demora en el intento de arreglo, pero ya todo es “casi en bajada”.
Aún tendremos tiempo de
compartir unas cervezas, hoy invitados por Fer y por Miguel.




