Hoy, fuera de lo habitual, hemos adelantado la hora de
quedada a las 8,15 horas. A pesar de ello, varios vehículos parten de San
Rafael hacia el punto de encuentro.
A nuestra izquierda hemos dejado el Castillo de Manzanares
el Real o Castillo de los Mendoza del Siglo XV, junto al Embalse de Santillana,
en la falda de la Sierra del Guadarrama y enclavado en tierras que durante muchos
años fueron motivo de disputa entre segovianos y madrileños. Ya sabemos quien
se llevó el gato al agua.
Desde Collado Mediano y Madrid nos llegaban varios efectivos.
Nuevamente “La Niña
Bonita” rueda por los caminos. (Nos hemos juntado 15, para los que no
juegan a la lotería casera): Antonio, Andrés, Belén, Enrique, Eusebio, Galo,
Javier, Jorge, Juan, Paco, Santi Calleja, Sergio C, Sergio 2, Toño y este
vuestro amigo.
La salida de hoy ha sido única, diferente donde las haya,
pues hasta el final no ha quedado claro si se trataba de una ruta ciclista o un
duatlón, que nos ha puesto a prueba a todos. En ocasiones hemos parecido
miembros del Circo del Sol, realizando múltiples piruetas y equilibrios para
mantenernos en pié, sobre todo en los tramos en los que la nieve, a veces con
más de quince centímetros, se presentaba
ante nosotros.
Partiendo de una altura de 911 metros, nuestro objetivo era
llegar hasta el Puerto de la Morcuera a 1796 metros y al final ha resultado
PRUEBA SUPERADA.
Todos hemos llegado, pero tiene mucho más mérito el caso de
Belén, después de tres meses en el dique seco y de Enrique y Sergio 2, que aún
no están en su mejor forma.
Espero y confío en que Enrique no me retire la palabra y
regrese de nuevo. Como me ha dicho, ya son dos veces seguidas las que, con la
verdad un tanto distorsionada, le hago venir a acompañarnos. Si no logra coger
la forma no será por falta de empeño y pundonor. Recordarle que sin sufrimiento
no hay gloria y hoy su gloria ha sido mucha.
La ruta ha sido dura, por el desnivel superado en no
demasiados kilómetros, pero también hemos atacado dos trialeras. Una que nos ha
permitido disfrutar con el descenso, muy habilidoso a tramos y otra, que ha
requerido toda nuestra atención y habilidad, pues en un sendero ya de por si
complicado, se acumulaba gran cantidad de nieve en la que en ocasiones te
podías hundir hasta la rodilla y todo ello con nuestra burra a cuestas.
Agradecer a la diosa fortuna y a nuestros respectivos
ángeles de la guarda, que no hayamos tenido ningún incidente.
Desde los coches se comenzó ruta rodando por Cañada, sin
charcos ni barro, dejando a nuestra izquierda el Embalse de los Palancares y el
primer obstáculo que se nos presenta y que ya avisé en la convocatoria, es
atravesar el Arroyo Mediano con bastante caudal y sin puente. Algunos hemos
improvisado unas bolsas de plástico y otros se arriesgan a atravesar por las
bravas. Unos más, otros menos y algunos mucho, acabaremos con los pies mojados.
Zona muy pantanosa y con bastante agua acumulada, que pone a
prueba nuestras fuerzas y nuestro habilidad para no hocicar y caer de bruces.
Después, en ascenso, por zona trialera sobre lanchas de
piedras que solamente resulta del gusto de algunos. Al resto nos va sumando
desgaste a las piernas. Bordeamos el Centro de Convivencia El Soto.
Y cuando parece que debería venir un descanso, el camino
toma desnivel progresivamente e incluso, en una ocasión, tenemos que afrontar
casi una “pared”. Unos atacan con risas y otros cogen aire ante el duro
esfuerzo como si se fueran a zambullir en las aguas. Ya arriba, habrá que dar
un golpecito en la espalda a alguno para que recobre la respiración.
Parece que llaneamos, pero siempre vamos en ascenso. Zona
boscosa en la que la niebla nos va absorbiendo más y más. Cuesta ver a los
compañeros que no están justo a tu lado, pero nadie se queja de frío, vamos
bastante calentitos.
Algunas zetas en el camino. Entre niebla ves a los
compañeros que ya han ascendido más que tú, pero también consigues ver a los
que van por debajo. Nuevo reconocimiento para Juan, que vuelve a hacer de
pastor cerrando grupo.
La pista no da descanso y los kilómetros ascendidos se
acumulan. Sergio, Galo, Eusebio... tendrán que volver atrás para dar apoyo moral
y algún suave empujoncito a los que sienten perder sus fuerzas. Algunos tramos,
con nieve en la pista, requieren mayor atención.
Y ahora se disipa la niebla, justo para permitirnos
disfrutar de las geniales vistas del valle, con el Embalse de Miraflores de la
Sierra al fondo. Estamos en la Hoya del Puerto. Parada y fonda.
A la vista lo que nos queda por ascender
y no parece poco después de lo que ya has sufrido.
Nuevo rodar con el sonido del agua rodeándote. Los pequeños
arroyos fluyen por las laderas.
Impresionantes los kilómetros que nos quedan hasta alcanzar
la carretera M-611. Formidables vistas del valle, de las laderas del monte y del
Pico de la Najarra a 2122 metros de altitud, totalmente nevados.
Un pequeño respiro, fotitos en la cumbre y algún revolcón en la nieve por
mero gusto.
Jorge, Javier y Andrés deciden volver por el mismo camino, nos
encontraremos más adelante, pero el resto nos aventuraremos a seguir la ruta
prevista, para descender por el Camino del Monte, que ya de por si es bastante
trialero y complicado, pero que en esta ocasión nos encontramos con mucha
nieve. Conseguimos rodar montados a tramos, pero más de uno va al suelo. Juan
se está haciendo especialista en caídas. Las risas hacen eco en el valle.
Santi y Enrique cierran grupo, pero les tenemos controlados.
Los 15 agrupados en descenso rápido, después por zona en
semi llano y más tarde por trialera a tramos muy complicada. Veo caer como en
cámara lenta a Eusebio, pero es un experto ciclista y saber rodar
perfectamente. Los demás solemos caer a plomo.
Agrupamiento en Casa Forestal y regreso rápido. Temo que
alguno se pierda, pero acabaremos nuevamente frente al Arroyo Mediano.
Esta vez hay más intrépidos que atacan directamente sin
pensárselo. Yo recurro a mis bolsas de plástico y Enrique decide meter
totalmente los pies en el agua, tal vez para quitarse el polvo del camino.
Y estampida general, se ve que han soltado los perros y hay
que huir a toda velocidad.
Son las 2,30 horas después de una muy, pero que muy variada
ruta.
Las cervezas se dejan para otro día con más tiempo.