Hasta al mismísimo despertador ha tenido hoy pereza para ponerse a sonar pero, afortunadamente, ha cumplido puntual con su encargo
Había
que madrugar, no quedaba más remedio, pues por delante teníamos largo trayecto
en coche hasta nuestro punto de encuentro y ni el reciente cambio horario iba a
impedir que este domingo nos pusiéramos en carretera bajo el manto de la noche.
Sabíamos
que ni alineándose los astros iba a ser esta una ruta multitudinaria, pues
requería de la conjunción de Júpiter y Saturno y de una gran dosis de voluntad
que en esta ocasión sólo han logrado hacer aflorar: Ángel, Juan, Jesús Blanco, Luis Ángel,
Patrick, Rafa y Alfonso.
Probablemente ya todos desayunados en casa, pero el intento de tomar un café de refuerzo en Cantalojas ha resultado fallido. Todo cerrado a nuestra hora de llegada. La próxima vez, un termo a la mochila.
Se ve
que presentíamos una mañana fresca y hemos acertado poniéndonos los culotes largos.
El sol ya está presente a
primera hora, pero le cuesta hacerse notar y se aprecia con claridad que
durante la noche ha caído una buena helada.
Apenas
un kilómetro y medio y nos encontramos a las puertas del Parque Natural Sierra Norte de Guadalajara y el Hayedo de la Tejera Negra. En el aparcamiento ya vemos a quienes han
madrugado más que nosotros. Es
que hay gente para todo.
En la
primera bifurcación, cogemos la pista de la derecha para ir en busca de los
primeros desniveles que nos ayudarán a calentar las piernas, marcando altura a
1551m para tomar después un pequeño respiro en descenso.
Prácticamente
no nos detenemos hasta alcanzar el Collado
del Puerto de los Infantes (1484m), en el límite de la provincias de Guadalajara-Segovia,
donde nos detenemos por unos minutos con la vista puesta al norte, para mirar
sin ver que al otro lado se encuentra la localidad de El Muyo, que en muchas ocasiones fue punto de partida de nuestras
rutas por estos lares.
De
haber partido de tierras segovianas como otras veces, hubiéramos tenido que
alcanzar el mismo punto en el que nos encontramos, pero superando una fuerte
subida conocida como la “Cuesta de Revienta Burras” (por algo será), que a ninguno se nos escapa del recuerdo.
En esta larga sucesión de toboganes que componen nuestra ruta ahora nos toca descender, dejando atrás tres pequeños afluentes del arroyo del Puerto. Avanzamos a buen ritmo y disfrutamos de las vistas hacia tierras alcarreñas.
Sube,
baja, sube, baja, avanzando por la pista. A los
pies de la ladera de Cabeza Gorda estamos atentos para coger desvío por la
izquierda, disfrutar de las espléndidas vistas y hacernos unas fotitos ¿cómo
no? Después, dejarnos caer con habilidad por trialera hacia el río Lillas, que recoge aguas de un
montón de afluentes y a pesar de ello se deja vadear sin problemas.
Estamos
en el aparcamiento principal del Parque, pero nos espera un largo ascenso de
casi ocho kilómetros hacia el Collado del
Hornillo (1626m), cruzándonos en el primer tramo con los vehículos que
acceden en sentido contrario.
Rodamos
por zona de umbría donde el frío de la noche aún no se ha recuperado y ha
dejado zonas heladas en la carretera que provocarán un buen resbalón de Jesús y
Rafa, haciendo que ambos acaben por los suelos. Han
recibido un buen golpe, pero se irán recuperando poco a poco.
Abandonamos
zona de vehículos desviándonos por la derecha y nos adentramos en zona de pinos
y robles, aunque ya alcanzamos a ver las primeras hayas. Por aquí hubiéramos podido ver, generaciones
atrás, a los carros transportando el carbón producido en las carboneras del
hayedo.
Tenemos
delante el gran rótulo de madera que nos indica que estamos en pleno Parque Natural del Hayedo, el mismo que
durante tantos años ha servido de decorado para una foto de nuestro Grupo. En esta ocasión, también. No tenemos pase a la Senda de las Carretas, seguimos adelante.
Desde
la Loma de Calamorro iniciamos rápido descenso, sin perder de vista por nuestra
izquierda el arroyo del Hornillo y
disfrutando del hermoso colorido que nos rodea, provocando que desviemos la
vista continuamente con el riesgo de realizar mal trazado de alguna curva.
Cuando
ya llevamos recorridos casi 32 kms, optaremos por abandonar el recorrido
circular para adentrarnos un 4 kms más en la zona permitida del hayedo, aun
sabiendo que después tendremos que recuperar esta distancia y los desniveles
que ahora estamos perdiendo. Ladera
abajo, por nuestra izquierda, discurre en mantillas el río Sorbe, tras nacer en la cercana Sierra de Ayllón.
Hayas,
robles melojos, pinos silvestres, tejos, acebos y abedules ofreciendo su mejor
estampa, aunque nuestro pobre conocimiento no nos permite diferenciarlos. Una auténtica maravilla y disfrute para la
vista y el olfato fino.
Tras
regresar al punto el desvío, nos encontramos con fuerte descenso que tomamos
con precaución hasta vadear el arroyo del Hornillo, justo antes de tener que meter piñón grande y que apretar los riñones para remontar las cuestas que se nos ofrecen
cariñosas. Quinientos
metros durísimos pero, algunas veces, es de agradecer que las pistas estén más
niveladas y arregladas que tiempos atrás.
La
pedalada se suaviza a partir de ahora, avanzando por lo más profundo de un
hermoso valle que zigzaguea entre verdes praderas. Más adelante, los dos valles se unen y el río Lillas cede protagonismo volcando
sus aguas sobre el río Sorbe.
No faltarán algunas pequeñas
lomas que remontar cuando ya las piernas están algo resentidas, pero el ritmo
aumenta en los kilómetros finales, con la euforia de todos por la genial ruta
que nos hemos marcado y que en el sentir general casi se nos ha hecho corta.
Ya en
el Camping Bonales recibiremos formidable
trato y unos suculentos bocatas de gran tamaño que con tartas, café y muchas
risas darán por finalizada nuestra jornada.
Dicen,
que aquel que regresa de una aventura no es el mismo que se fue. Puede que tras la ruta de hoy algo hayamos
cambiado pero, no tanto como para que no nos hayan reconocido a nuestro regreso
a casa.
¡¡Hasta
la próxima!!



