Todo lo que sucede una vez puede que nunca vuelva a suceder, pero todo lo que sucede dos veces… es muy probable que acabe sucediendo una tercera vez…, no sé, no sé
Para aquellos que os habéis quedado en casa por las razones que sean deciros que sí, que nos ha tocado madrugar y más aún para los que se han desplazado desde Segovia. Madrugón de los buenos para disfrutar de la ruta propuesta.
Los
que hoy hemos logrado despegar los párpados y quitarnos las legañas a tiempo: Enrique, Jesús, Juan, Luis Ángel, Nacho, Nati, Pawel, Santi, Toño y Alfonso.
Estamos
en tierras de origen árabe, con recintos amurallados, con empinadas calles
empedradas y restos de castillos medievales entre los ríos Júcar y el que será
protagonista de nuestra ruta, el río Huécar.
Contestando a Enrique: Minarete con reloj: Es la torre Mangana, en la plaza del mismo nombre en el centro histórico de la Ciudad, donde se encontraba el Alcázar en época árabe. Data del siglo XVI, aunque fue restaurada en 1968. Actualmente reloj municipal.
Hemos
aparcado sin problemas en el lugar previsto, en el mismo en que se ven algunos
restos del “botellón” de la noche anterior. Parece
que estamos todos, que podemos partir… ¿o no?
Pues
va a ser que no. Santi
da aviso de que tiene un freno bloqueado. Frena,
pero los pistones no recuperan y la rueda se queda retenida. No faltan voluntarios para ayudar a enmendar
el entuerto, pero la solución no se logra por más que se intenta y Santi ya se
ve esperándonos a que regresemos de la ruta.
El
tiempo va pasando y las bromas no faltan: “Tanto
madrugar, tanto madrugar…”, “Si
llegas a avisar me echo un sueñecito más…” pero allí está todo el Grupo sin
querer dejar atrás a Santi que, valientemente y a pesar de que la ruta no va a
ser fácil, se decide a partir con nosotros “Hasta donde pueda llegar” y ¿por qué no? más allá.
Nuestra primera intención era realizar la ruta tal y como la hicimos en 2019, pero el pasado mes de mayo se produjo un derrumbe en el muro de contención de la subida a las Casas Colgadas. La misma zona donde en el siglo XIX acabó hundiéndose el, antiguo de piedra, puente de San Pablo, inaugurándose en abril de 1903 el actual de hierro que ya conocemos.
Por
seguridad y estudio de la zona, este puente, el que queríamos volver a
traspasar, un auténtico mirador hacia las Casas Colgadas, ha quedado cerrado al
tránsito temporalmente y nos obliga a variar nuestro recorrido, descender hacia
la Catedral de Cuenca y buscar nuevo
puente junto al Auditorio para cruzar el río
Huécar y calentar por la Subida a San Pablo hacia el Parador Nacional de
Cuenca.
Varias
fuentes en este tramo, justo cuando llevamos las “camel” y las botijas llenas. Lástima que no ocurra lo mismo a nuestro
regreso.
Unos kilómetros
por carretera hasta llegar a Molinos de
Papel, un pequeño pueblo/caserío que conserva restos de molinos del siglo
XVII para fabricar papel.
Nos
acercamos a la localidad de Palomera,
en busca del nacimiento del río Huécar
en el paraje del Ojo. Hoy hace calor, pero no para llegar a darnos
un baño en aguas que invitan a ello. Pero
por allí encontramos a quienes aprovechan playa de arena fina junto a unas
impresionantes pozas para ir cogiendo los primeros rayos de sol en el cuerpo. Alucinados quedarán al vernos pasar, pues
tendremos que vadear el río justo junto a ellos.
El
paraje es una auténtica maravilla e invita a plantar mesa y sillas de campo e
incluso abrir cesta de mimbre para almorzar algo apetitoso con tranquilidad. Nosotros ya se sabe, una barrita y ¡Eh!, espabilad, que hay que seguir adelante.
El río no fluye con tanta agua como recordábamos de hace dos años, pero aún nos
entretendremos por la zona unos minutos juntos a las pequeñas cascadas, tal vez
demorando lo que está por llegar.
Un giro a la izquierda da pie a que tomemos un descanso y reagrupemos, antes de iniciar divertido descenso de 4 kms, por el cañón Vallejo de la Lobera, con curvas y peraltes disfrutones que nos van haciendo perder y perder altura. Lástima que esté tan sucio de ramas caídas y que también encontremos barro cariñoso y resbaladizo.
Estaba
claro que después tendríamos que volver a remontar, por el tramo más duro de la
ruta hacia el punto de mayor desnivel. El
calor se hace notar y más con la humedad del ambiente por las lluvias del día
anterior.
Llegamos al Mirador del Ceño (1322m) con vistas a la Dehesa de Cotillas y Tierra Muerta. El cansancio va haciendo mella y de agua vamos muy justos. El descanso se alarga, pero nos anima pensar que en poco volvemos a descender.
Algo
más en subida y con giro a la izquierda cogemos en bajada la Senda El Barranco de la Hoya Negra, por
cuesta con mucho desnivel y de piedra suelta al principio y el resto
indescriptible, pues te adentras en lo más parecido al cauce de un arroyo sin
más agua que la retenida en algunos tramos y que hace pensar que en tiempos
pasados por allí descendieron aguas bravas, quizá del Arroyo de la Rambla, pero
no encuentro referencias. La
tensión, la atención y la habilidad de todos se pondrán en modo “alerta”, para
avanzar, disfrutar y evitar caídas. ¡¡PASOTE
TOTAL!!... Y Santi aguantando sin freno trasero.
Hay que
parar, recuperar pulsaciones, dejar que la adrenalina se reabsorba, reagrupar y
soltar casi a coro un ¡¡Uff!! muy fuerte
repleto de satisfacción.
Un
tramo por pista y regresamos al paraje del nacimiento del río Huécar, pero
seguimos adelante hasta coger desvío y coger senderillo que será casi hasta el final
de ruta un senderillo, un mini-senderillo, un ¿dónde se ha ido el senderillo?
Vamos
de regreso, estamos ahora por encima de Palomeras y quedan unos 14 kms, pero
cuesta que los metros vayan cayendo… el que sí caerá será Jesús, que nos pegará
el susto, pues parece que quería llegar al fondo del barranco por la vía más
rápida. Afortunadamente sin mayores consecuencias.
Cansancio
que se refleja en más de una cara, calor, escasez de agua y la que hay se
reparte como entre buenos hermanos. Ochenta
centímetros de sendero peligroso incluso para andarines, sin dar opción al
descuido. Una piedra
que sobresale, una rama fuera de lugar, unas zarzas que arañan como gatos,
tuberías con agujeros, rocas que te hacen agachar la cabeza, alambreras donde
engancharte y el estómago que ya empieza a rugir a unas horas que ya se nos han
ido de madre.
Poco
después de superar el Hotel Cueva del
Fraile, encontramos la fuente salvadora de agua muy fresca, que ya
recordábamos y que nos da fuerzas para los seis kilómetros finales y la traca
de escalera imposible con empuja-bike hasta el Mirador de la Hoz.
Ahora
sí hemos finalizado, aunque los compañeros van llegando como con cuenta gotas. Son ya las 4,30 horas (recordad que tuvimos mucho retraso en la salida) y aunque se
propone foto de grupo, lo que todos estamos deseando es llegar a los coches y
sacar los bocatas que tenemos preparados.
¡Bravo
por Santi! que no
sabemos cómo ha conseguido llegar, averiado y con terreno tan complicado y ¡Bravo por todos! Rutón que merece que nos felicitemos.
Aseados,
con las bicis en los coches, a disfrutar de picnic a la sombra de los pinos y mirando a Cuenca.
Fuerte
abrazo.