Cuantas cosas nos
perdemos por miedo a buscar lo desconocido
Puede que con Braojos de la Sierra nos haya ocurrido lo mismo que en fechas atrás con Pelayos de la Presa…
Los compañeros que
ya visitaron estos lares nos transmitieron muy buenas sensaciones y hoy somos
un grupito los que estamos dispuestos a dejarnos sorprender:
Ángel, Enrique, Fer, Jesús, Juan, Luis
Ángel, Nacho, Nati, Rafa, Santi, Toño y Alfonso. (Me encanta finalizar con este binomio “Toño y Alfonso”)
El pueblo es pequeño y no ofrece muchos lugares de aparcamiento para grupo grande de coches, pero con llamada a la Oficina de Turismo de la localidad obtuve muy amable información acerca de dónde nos podríamos encontrar.
El encuentro de
hoy es especial, se nota la euforia de unos y acaso la resignación de otros,
pero el talante a primera hora es bueno y así seguirá durante toda la ruta. Las
fotos darán buena muestra de lo que hablamos.
Iniciamos la
marcha y nada más salir del pueblo nos adentramos en una calleja entre fincas
por la que seguramente sólo circulará el ganado. Nuestro rodar
tiene que ser muy lento… para no salpicar, pues avanzamos por zona con mucha
agua, barro y excrementos, sin escapatoria posible. ¡Vaya comienzo!
Seguimos avanzando
por laderas que van tomando desnivel, por tierras que hay quienes cuentan que sus
primeros pobladores fueron celtas, pero que hasta después de la Reconquista no
hubo auténtico asentamiento de población, seguramente pastores. Nosotros no vamos hoy de reconquista sino tal vez a conocer por qué
aquellas gentes decidieron perpetuarse por estos lugares.
Encontramos olmos,
robles, fresnos y ciruelos que llegan a formar setos que limitan los prados y cuando
llevamos unos 5 kms de recorrido nos adentramos en zona boscosa y cogemos pista
forestal. Habrá posibilidad de coger alternativa que
parece no tomar desnivel, pero hoy… hoy toca tirar para arriba.
Luis Ángel nos avisa
de que el ascenso será largo y lo cierto es que el terreno se va inclinando además
poco a poco. El entorno nos trae recuerdos de la
Garganta del Río Moros, del ascenso al Puerto de la Morcuera o el más reciente
a La Nava de La Pedriza.
La pista va
siguiendo durante un buen tramo el trazado del arroyo de Buitraguillo, que
discurre ladera abajo, pero la pista se desvía para realizar largo recorrido
por la ladera del Cerro Santuil (1737 m).
Cuando alcanzamos
una altura de 1741 m, (ahora que tengo el
mapa delante), podríamos haber cogido variante que nos hubiera llevado
directamente a la Cañada de la Cuerda, justo en un tramo que acabaremos alcanzando
tras largo recorrido, pero dónde hubiera estado “la gracia”.
Seguimos el
trazado principal y en cada curva quedamos
encandilados con las vistas de la meseta madrileña y del valle y embalse del
Lozoya al fondo pero, no os equivoquéis, seguimos tomando altura a cada
pedalada y prueba de ello es que logramos tomar el Puerto de Linera (1831 m) y situarnos ya en la cuerda de la cresta,
pero aún nos queda bastante recorrido.
Estamos en plenos Montes Carpetanos (pertenecientes al Sistema Central), en la zona norte de la Sierra
de Guadarrama, antes de llegar a Somosierra, que me traen gratos recuerdos de
tiempos escolares y de lejanas clases de geografía. Conforman los límites entre las provincias de Segovia y Madrid.
Los madrileños con
querencia a mirar hacia el sur, a tierras propias y los segovianos intentando
reconocer hacia el norte terrenos y localidades familiares, pero todos, con un simple
giro fácil del cuello o con el cuerpo de medio lado, disfrutando de formidables
vistas de las que las mejores cámaras fotográficas no harían justicia.
Nota: Reconozco que no sido capaz de encontrar historia acerca de esta cruz. Si alguien nos puede ayudar que no dude
en mandarnos un mensajito.
Ahora sí, los
atléticos damos rienda suelta a nuestra alegría por haber logrado el campeonato
de Liga, una bandera aparece no se sabe de dónde y las fotografías se amontonan
con la cruz de fondo en un fotocall improvisado que nadie se quiere perder. Sí, también habrá algún madridista que quiera foto junto a la “cruz de
sus pesares”.
Más adelante, ya
en descenso, junto al Alto del Pinar y el Cerro
del Jabinar (1858 m) habrá algo que nos sorprenda y haga que detengamos la
marcha. Decenas de aficionados al parapente (en francés: parachute=paracaídas, pente=ladera) desenvuelven sus velas,
otros corren contra el valle y el viento y ya los hay que han lanzado sus
vuelos y se dejan llevar por las favorables corrientes de aire mostrando un
formidable espectáculo de bello colorido.
Pasa el tiempo sin darnos cuenta, hasta que recibimos avisos por los walkies: “¿Os pasa algo?” Y reemprendemos descenso mientras nos cruzamos con vehículos todo terreno que acuden al lugar en un continuo remonte de deportistas. Descendemos rápidos, muy rápidos, por pistas pedregosas y rotas por la lluvia y el frío de inviernos pasados, pero disfrutando al dejar ahora correr las bicicletas que antes nos subieron hasta lo alto.
El indicador de
altura del GPS sigue retrocediendo a gran velocidad como si retrocediéramos en
el tiempo y mucho más cuando nos plantamos delante de una senda a la que te
tienes que asomar como en un balcón para ver su inclinación.
Si no ha habido
dolor para subir, menos lo hay para bajar y sin pensarlo nos lanzamos. Fer se ha perdido de vista senda abajo, se ha recuperado ya del todo, Je
Je. Yo no pierdo de vista la senda seca y resbaladiza,
intentando anticiparme a los surcos, piedras y raíces a evitar y tirando de
frenos que, no me atrevo a mirar, deben ir al rojo vivo a juzgar por el olor
que desprenden.
Delante de mi Juan, siempre valiente, al que procuro no acercarme demasiado, pero el freno delantero se queja porque no esperaba tal presión y casi se me hunde la maneta a fondo. En un pequeñísimo tramo que el desnivel parece suavizar se detiene Juan, también tiene problema con los frenos, me detengo yo y damos lugar a que Nacho nos alcance. ¡Caray! Cómo huele a freno quemado. Unos segundos para que los discos se mini enfríen y de nuevo cuesta abajo, hasta donde ya nos esperan los compañeros. ¡Uauuuuuu! ¡Qué subidón por el bajadóooon!
Hemos descendido de
un tirón hasta los 1706 m y seguiremos bajando porque ya vamos de regreso, pero
ahora de nuevo por la pista forestal. También rápidos,
pero pudiendo levantar la vista del camino para ver correr con fuerza las aguas
del Arroyo de la Trocha o de la Cigüeñuela, al que se le unen otros arroyos.
Eufóricos al
entrar junto a la iglesia parroquial de Braojos, dando pie para el cruce de
merecidas felicitaciones a una hora bastante más temprana de lo que habíamos
supuesto y con la sensación de haber querido MÁS.
Acercándonos a
verde explanada junto a la Ermita de la Virgen del Buen Suceso, extenderemos
manta en el suelo y compartiremos viandas y bebidas como auténticos “domingueros”
de los de antaño y disfrutando como críos de anécdotas, risas y encuentro.
¡¡HASTA PRONTO!!
… ¿que me he extendido mucho?, lo siento, será por la
euforia atlética.
Luis - Ángel |