Si nuestro amigo Luis Ángel
hubiera escrito hoy la crónica de la ruta, nos contaría que a él se le hizo especialmente
corta, que tuvo dureza sí, que disfrutó de bellos parajes, pero que lo más duro
fue esperar el regreso de los compañeros…
Para
este domingo se decide volver a la Sierra
del Rincón, aun a sabiendas de que el otoño no está en su mejor momento y
obligándonos a un desplazamiento más largo de lo habitual hasta el lugar de
encuentro.
En
la preciosa localidad de Montejo de la
Sierra, pero aprovechando a la salida del pueblo un aparcamiento como si lo
hubieran tenido reservado, acuden unos cuantos coches y de su interior emergen
caras conocidas.
Andrés,
Ángel, Enrique, Fer, Jesús, Juan, Luis Ángel, Pawel, Santi y Alfonso.
La
temperatura es más que fresca, es fría, pero deja adivinar que a lo largo del
día nos arrepentiremos de abrigarnos demasiado. Hoy ya se ha atrevido alguno
más a vestir de corto y estamos en febrero.
Los
compañeros recuerdan parte del trazado de la ocasión anterior, pero hoy tenemos
propuesta diferente, dejándonos caer por camino que cruza el Arroyo Nazaret, el
mismo que da nombre a la Ermita de Nazaret, que será nuestro primer destino.
¡Qué pronto empieza a sobrar ropa! cuando
iniciamos en frío el ascenso a la Ermita por un camino que parece trazado como
para atajar pero que nos hace llegar arriba con el primer sofocón del día. Ya hemos dejado atrás un Montejo de la Sierra
que ahora destaca iluminado por el sol.
Descendemos
de la ermita y cogemos camino por zona de La Umbría que se sigue fácilmente,
pisando hoja caída y seca que ahora ya ha perdido su color. Siempre en ascenso, acumulando desnivel poco
a poco, por pistas o por pequeños senderos.
Un
canchal que destaca en una inmensa pradera nos permite realizar una parada para
hacernos unas fotitos, antes de tomar desvío por la derecha por el camino de
Monte Negro y extraviar a medio equipo que se ha demorado en la partida. Los walkie talkies arreglan el entuerto.
Unos
cientos de metros en descenso oxigenan antes de afrontar los 650 metros con el
desnivel más duro de la ruta, con porcentajes del 13, 19 y 20% mantenidos, que no
dan un respiro. Fer
y yo nos esforzamos en superarlos con la potencia mínima de las e-bikes (él intenta tramo incluso con la máquina
apagada) y los compañeros contraen
las lumbares, aguantan el ardor de los cuádriceps, jadean, resoplan y avanzan
cada centímetro con garra y pundonor.
¡Bravo!,
¡bravo! y otra vez ¡Bravo!
Una
vez arriba, en cruce de carreteras, intento comunicar a todos que había una
variante para evitar este duro repechón y calentón, pero a nadie parecer
interesarle. Están
contentos con el esfuerzo realizado.
Recuperado
el aliento, un pequeño tramo por carretera y nos desviamos a la izquierda para
coger la espectacular pista forestal de La Morra, hacia el punto más alto de nuestra
ruta a 1558 m en el Collado Salinero.
Se
diría que es sólo apto para senderistas el sendero que se deja caer frente a
nosotros, marcado como GR-88, pero ya vemos a Fer descender con habilidad por
un primer tramo complicado y marcar el camino a los que vamos detrás.
De a
uno, dejando espacio suficiente por si alguno se detiene, rodeados de vegetación
alta que alguna vez hay que esquivar y algún paso complicado que se va
solventando sin problemas…
¿He dicho problemas? Santi, que ha quedado más atrás, avisa por su
walkie de que Luis Ángel tiene alguna avería. A
los pocos minutos confirma que se trata de una rotura del núcleo que, al revés
de lo que suele ser habitual, esta vez no ha quedado “loco” sino trabado y es
imposible aplicar solución con bridas que ya nos recomendaron en otra ocasión
nuestros amigos de Mybikesport
No
queda más remedio que tomar una determinación. Es imposible que Luis Ángel siga
adelante con la ruta dura que aún nos resta. Optamos
por agruparnos en el Cerro el Morro,
al que merece la pena acceder cargando un tramo con la bicicleta por las vistas
impresionantes que se pueden disfrutar. Se
distinguen perfectamente las localidades de El Cardoso, al fondo, y de La
Hiruela, a donde tenemos que descender.
Descenso
vertiginoso, muy complicado a tramos, que se solventa sin problemas pero que te
hace pensar en más de un momento que te has quedado sin frenos. Ya abajo, un
primer planteamiento para regresar juntos hacia los coches, pero Pawel “el increíble”
se ofrece a regresar él solo en busca de su coche. ¡Tóma ya! Casi
10 kilómetros por carretera con puerto incluido.
Así
que, a los pies de La Hiruela estaremos
unos minutos (menos de los pensados)
reponiendo fuerzas y charlando relajados mientras Pawel se emplea más a fondo
que el Pony Express. ¡Qué
morro le habéis echado! – nos diréis. Pues
tenéis razón, pero va a ser el único día que nuestro amigo regrese a casa
cansado.
Luis
Ángel carga su bici maltrecha en el coche de Pawel, cesión de llaves y ¡Nos vemos a vuestro regreso! La
ruta sigue adelante, pero por cuestiones obvias de horario tendremos que recortar
unos 6 kms de ascenso y vuelta a la Morra de la Dehesa.
La senda
que conduce al Área Recreativa del Molino, que nos dejó tan mal recuerdo,
queda a nuestra derecha y todos pasan de largo sin mirar, no vaya a ser que se
le ocurra a alguno… Hoy
optamos por seguir trazado del GR-88, complicado en algunos tramos y que bien podría tratarse de calzada romana (¿), pero que se supera sin problemas.
Muy
divertida toda la zona, estamos cruzando hoy por puente el Río Jarama, ¡donde
va a parar! y aunque nos dirigimos por lugares espectaculares hacia El Cardoso de la Sierra, los senderos parecen
jugar al escondite.
Senda
ganadera a la salida del pueblo con toboganes engañosos y después tramo
pedrolero, donde en anterior ocasión rompió Miguel Ángel el desviador, que nos
acercan al acceso al Hayedo de Montejo. Fotito
y seguimos adelante.
Hasta
el puerto de El Cardoso a buen ritmo y es Pawel el que tira del grupo, creemos
que es porque ya tiene hambre. Son
las 13:52 y ya “solamente queda bajar”. Y lo
haremos cogiendo en descenso el tramo largo que en anterior ocasión se tomó en ascenso de
inicio.
Al
llegar a las cercanías del Camping de la Dehesilla habrá que tener mucha
precaución. Apenas
se logran seguir los senderos, ocultos tras las hojas caídas. Pero hay restos de vallado metálico, alambres
sueltos por el suelo y otros a la altura del cuello. Muy, muy peligrosos.
Más
adelante, después de cruzar la M-139, ya son kilómetros muy rápidos, por
laderas increíbles, por senderos en los que hay que esquivar tocones y ramas
sueltas, acaso con sorpresas escondidas bajo manto de hojas secas. Vadeando pequeños arroyos que arrastran
defecaciones del ganado y barro.
Al
llegar a los coches, allí nos espera Luis Ángel con los brazos abiertos y una gran sonrisa. Aún
compartiremos unas horas comiendo juntos... Y a casa, más alegres que unas pascuas.