domingo, 7 de abril de 2024

Puertos y Collados, Segovia y Madrid, con AlfonsoyAmigos

 

Un día brillante depende más de tu actitud que del día que haga


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Vaya rachita que llevamos con las previsiones del tiempo. Empiezo a dudar si es que “no dan una” o es que “somos muy torpes” y no sabemos interpretar las previsiones.

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Por suerte, después de escuchar tantas veces el grito de “que viene el lobo”, los que hemos acudido a la convocatoria de hoy parecemos haber perdido el miedo: Andrés, Ángel, Enrique, Juan, Luis Ángel, Nacho, Patrick, Pawel, Rafa y Alfonso.

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Enrique justifica la salida: “Si no podemos montar… desayunamos juntos”. Lo que me hace recordar antiguo chiste que me contó mi padre siendo yo un crío. Seguro que lo repitió más de una vez:

El de aquel que se hacía pasar por inspector de policía para entrar gratis a los toros y contaba:

Me pongo una galleta por debajo de la solapa y hago gesto rápido de enseñar chapa de identificación. Casi siempre me como la galleta dentro”

“¿Y si se dan cuenta del engaño y no te dejan pasar?”

Pues me como la galleta fuera”

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Sólo anímate a salir, ya encontraremos las motivaciones 


Al alba, en el Paseo Rivera de San Rafael, nos encontramos grupo de ciclistas, la mayoría ya talluditos, pero con espíritus juveniles, intercambiando abrazos antes de comenzar una nueva aventura. ¿Llevamos los chubasqueros? ¡Vamos allá!

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Conocemos distintas rutas para encaramarnos hasta el Alto del León y una de nuestras preferidas, conocida ya por muchos como “alfonsina”, es la que hemos iniciado durante muchos años cerca de la estación de tren de Gudillos y las instalaciones de Iberpistas. Sin embargo, hoy es diferente.

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Los compañeros se extrañan de que nuestras bicicletas recorran los primeros kilómetros de camino hacia a la fuente de los Aserraderos y el nacimiento del río Gudillos, otro recorrido clásico entre los clásicos, que muchas veces disfrutamos ya de regreso.

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Por un tiempo, tendremos que olvidarnos de “la alfonsina”, “los helechos”, las ruinas del chozo y la fuente de la Majada Pericón y quizás incluso de una de las sendas hacia la Peña del Arcipreste.

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Recientemente se ha realizado una tala de pinos en la zona, donde los vehículos oruga o con grandes ruedas encadenadas dejaron profundas cicatrices en el terreno. La propia naturaleza tendrá que lamer y curar sus heridas. Al pasar, sentimos una enorme tristeza por lo que contemplamos, no lo podemos evitar.

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Nos agrupamos en el Alto del León, en el puerto de Guadarrama, donde hay un notable tráfico de vehículos y de ciclistas, estos últimos equipados de forma diferente a la nuestra, más pertrechados. Parece que no los veremos descender hacia el lado segoviano.

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Rodamos por la pista de la Mina, haciendo una breve pausa junto a la fuente de la Hondilla. No para rellenar nuestras botellas, sino para tomar desvío por la izquierda, que encontramos en mejor estado que en otras ocasiones, pero que nos hace recordar las veces que lo hemos sufrido en ascenso.

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Es un placer pedalear por pista en buen estado, inmersos en la naturaleza, con el susurro de los arroyos y vistas espléndidas. Incluso cuando cogemos variante empinada que nos cambia algo el recorrido habitual, pero nadie emite queja alguna.

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Ignoramos los senderos que en otras ocasiones nos han llevado a explorar zona de antiguos búnkeres, trincheras y nidos de ametralladoras, pero no descarto la posibilidad de tomar uno de esos caminos en próxima ocasión, descender hasta al cruce de Conejeras y seguir la vereda del Agua hasta el lugar donde ahora nos encontramos, junto a la fuente del Arroyo de las Chorreras (1190 m)

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Lo que vale la pena NO LLEGA, se alcanza

Creo que ninguno de mis compañeros se ha detenido a coger agua, aunque sabemos que, desde aquí, la ruta no va a parar de ascender hasta tener a la vista el Collado de la Mina (1709 m)

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Siempre espectacular el paso por el altiplano de La Gamonosa, pero hoy no nos detenemos ni desviamos hacia el Cerro de los Álamos Blancos. El viento sopla con fuerza y las nubes se acumulan anunciando lluvia inminente.

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En el collado de Lagasca (1604 m), nos reunimos con un grupo de andarines y excursionistas que, al igual que nosotros, aprovechan para abrigarse más o enfundarse en sus chubasqueros ante las primeras gotas de lluvia esparcidas por el viento.

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Un poco más adelante, hacemos otra parada cerca del nacimiento del arroyo de la Chorrera, tomándonos un respiro que nos permite hacernos una foto grupal… aunque Pawel ya se nos adelantó. La niebla/calima limita nuestra vista del paisaje, pero un claro entre las nubes nos regala unos rayos de sol.

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En el collado de la Mina, bromeamos con la posibilidad de visitar el refugio de La Salamanca, pero buen amigo que nos hemos encontrado nos avisa del mal estado del camino. Mejor, seguir adelante hasta el collado Hornillo (1637 m), testigo de innumerables de nuestras rutas y hoy, del emotivo encuentro con nuestro amigo Fer y su familia, que ejercían de andarines.

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Sintiendo que la ruta llega a su fin y sin que se hayan cumplido los pronósticos de lluvia, solamente nos queda descenso por la Cañada Leonesa, más pedregosa que nunca, breve parada en el mirador de Peña del Águila, “toboganes” por Aguas Vertientes, Prado Raso y arroyo Mayor, para, sin perder a nadie por el camino, que ya es mérito, acabar junto a la fuente de La Botella

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A juzgar por la cara de mis compañeros, el tiempo empleado en preparar la ruta ha merecido la pena sobradamente… “lo que me llena de orgullo y satisfacción” que dijo, más o menos…

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domingo, 31 de marzo de 2024

AlfonsoyAmigos, Viernes de Pasión y Sábado de Gloria

 

Los pronósticos para la semana incluían vientos fuertes, lluvia y nieve…

 

Viernes de Pasión 

A pesar de las múltiples opciones disponibles, nuestro amigo Fer optó por abrigarse y emprender en solitario una de las rutas más desafiantes de la zona:


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Su recorrido incluyó el ascenso por la Cañada Leonesa desde San Rafael, el Collado del Hornillo, el embalse de Cañada Mojada, el collado de la Gargantilla y, por supuesto, la ardua subida hasta el refugio de Cueva Valiente (1903 m)

El valor, no sólo se le supone.

 

Sábado de Gloria


Luis Ángel comparte su experiencia:

A pesar de unos 45 minutos iniciales infernales de aguanieve, la mañana nos brindó una oportunidad para montar en bicicleta. Los caminos estaban más anegados que nunca, pero logramos llegar a La Risca de Valdeprados, donde el agua del Río Moros fluía como nunca antes lo habíamos visto. Fue una experiencia brutal.

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El barro y el agua se volvieron indescriptibles durante todo el trayecto, y finalmente, exhaustos por las dificultades del terreno, logramos completar nuestro recorrido. Las bicicletas, al igual que nosotros, concluyeron la aventura de manera impresionante.

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Hoy, como colofón de nuestra travesía, Andrés, Enrique, Pawel y Luis Ángel solo podemos exclamar: 

¡Viva la bici y viva el agua! 


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Hace 10 años: Pincha para recordar


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domingo, 24 de marzo de 2024

Si crees que puedes, ya estás a medio camino – Al Puerto de Pasapán

 

Le dije a nuestro amigo Fer: “Propón una ruta por San Rafael y El Espinar. No hace falta que sea fácil, sólo que sea posible”


Y apenas tardó una décima de segundo en contestar: “Nos vamos a la Mujer Muerta, al Collado de Pasapán”


 

No sé cómo le ha ido al resto del mundo, pero hoy, en la Estación de El Espinar, nos hemos encontrado con un día espléndido aquellos que hemos decidido acudir a la cita: Andrés, Ángel, Enrique, Fer, Juan, Luis Ángel, Miguel Ángel, Nacho, Pawel, Rafa y Alfonso.


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Hubo quienes solicitaron el track para poder tomar referencias en ruta, pero ¿Quién de los asistentes no se conocía de nuestro trazado cada tramo complicado, cada piedra, cada desnivel, incluso las zonas que podíamos encontrar encharcadas? Prácticamente había que dejar que las bicicletas rodaran solas, se sabían el camino. Y, sobre todo, lo que seguro estaba grabado en la mente de todos, era el largo ascenso que nos aguardaba hasta el Collado de Pasapán.

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Andarines y ciclistas

Al aparcamiento de la Estación, a la misma hora que nosotros, acuden numerosos vehículos o gente a pie, incluso un vehículo de Protección Civil… Al parecer, esperan desquitarse del aplazamiento que en su día y por mal tiempo sufrió la Marcha de Los Gabarreros. Algunos saludos y comenzamos a dar pedales.

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El acceso al Área Recreativa de La Panera todavía es libre y nos sorprende ver a quienes parece que han madrugado más que nosotros. Seguro que querían coger un buen sitio para acampar en las riberas del río Moros, que casi escuchamos antes de que lo podamos ver. Sus aguas corren alegres y saltarinas valle abajo, como si también estuvieran emocionadas por nuestra aventura.

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En pocos minutos nos plantamos en el Cordel de la Campanilla, que se va a extender más de 18 kms ante nosotros. Para aquel que lo descubra por primera vez, un sendero de fácil rodar… Pero que esconde algunas zonas con cortos pero duros desniveles, otras con mucha piedra suelta que exigen prestar atención, el vadeo de algún pequeño riachuelo con ínfulas y praderas muy húmedas que podrían engullir a algún despistado.

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A nosotros no nos coge desprevenidos, no es la primera vez, ni será la última, que avanzamos por la Cañada Real Soriana Occidental, antiguo camino de pastores con ecos de historia, dejando atrás la estación de Los Ángeles de San Rafael y la de Otero de Herreros.

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El grupo se dispersa mientras rodamos por el tramo del Cordel de Matazarzal, estirándose como goma elástica, cada uno encontrando su propio ritmo en un entorno que invita a la reflexión o al desafío. Los más fuertes aprovechan la oportunidad para acelerar, mientras otros optan por reservar energías para lo que está por llegar.

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El arroyo de la Peña del Cuervo y el de Riajales, confluyen por túnel bajo las vías del tren, justo por donde tendremos que pasar sin lograr evitar que nos mojemos los pies. 

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Más adelante, junto al río Milanillos y fuente (supongo que del mismo nombre) la parada es tradicional y casi obligada. Reagrupar, tomar alguna barrita y coger un agua fresca que seguramente proviene del mismo manantial que el Agua de Bezoya.

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Dos kilómetros más y estamos ya listos para el desafío del día: El ascenso hasta el Collado de Pasapán.

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Con la edad, te vas dando cuenta de que lo importante no es alcanzar cimas, sino poder seguir subiendo. Pero los que hemos sido deportistas toda la vida, no podemos evitar que, de vez en cuando y de manera espontánea, nos surja el espíritu competitivo. No con los demás, que probablemente sea lucha perdida en la mayoría de los casos, sino con uno mismo.

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Así que, ahí me veo yo, arrancando de los primeros en el inicio de la subida. Tras unas pedaladas, dejo atrás a quien partió antes que yo y en ese instante, muchos pensamientos que me hacen daño me vienen a la cabeza. Para disiparlos, intento centrarme en un solo: Alcanzar el Collado “casi” de un tirón.

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Lo sé, lo sé, llevo una bicicleta eléctrica, no quiero risas, pero mi reto personal es no pasar de una ayuda “eco” que, además, llevo muy limitada de asistencia y apretarme cuanto pueda. Nunca lo intenté, pues cada vez que hicimos esta ruta (muchas veces en 15 o 16 años) siempre me quedé con otros compañeros, dando o recibiendo ánimos, con muscular o e-bike.

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Me veo decidido y las piernas parecen responder a un ritmo sostenido. Dejo atrás a andarines con los que cruzo saludo y el corazón empieza a latir con fuerza cuando estoy rodeando el Cerro de la Cachiporra. Apenas una foto en la fuente del arroyo Milanillo y sigo adelante.

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La cabeza me pide aflojar la marcha, pero cada pedalada me acerca un poco más a la cima y refuerzo el ánimo. Sigo adelante, con la montaña como testigo silencioso, aunque intento empaparme de su belleza.

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Una puerta, dos puertas, que me vendrían bien para tomarme un breve respiro, pero unos amables ciclistas aquí y un andarín allí, me las abren con una sonrisa. Graciassss. Hace un buen rato que las pulsaciones están rozando mi límite recomendable.

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He llegado en solitario y aún tardarán bastante en unirse mis compañeros, que se detuvieron en la fuente. Pero en días como estos, cada pedalada se ha convertido en un pequeño triunfo ante la vida… también en una dedicatoria. Y el paisaje, borroso por alguna lágrima escurridiza, me regala un pedacito de felicidad.

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¡Hasta la vista, baby!  - (Terminator 2  1991)

¡Hasta la vista, al Puerto de Pasapán (1846 m) y a la impresionante Mujer Muerta! -- nos despedimos cuando emprendemos el descenso.

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Cansados, pero satisfechos, con un orgullo personal que nadie nos puede quitar. Unos con ganas de continuar con la diversión y otros pensando en celebrar lo conseguido. ¿Para cuando la próxima?

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Rápido descenso, muy rápido tal vez, pero es que la adrenalina corre imparable por todas nuestras venas. Primero hasta el Alto del Casetón (1728 m) y después por un GR-88 que casi nos hace olvidar cómo dar pedales.

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De nuevo en La Panera, con olor a humo de parilla y el río Moros felicitándonos por nuestra aventura.