¿Qué tiene La Pedriza que tanto atrae?
La
verdad es que no nos paramos ni a pensarlo y simplemente nos dejamos arrastrar
por la llamada de la naturaleza y la convocatoria de AlfonsoyAmigos.
Para
los muchos madrileños que nos fuimos iniciando de manera tardía en el deporte
de la bicicleta, tal vez llegados de la práctica de otros deportes o de la
inactividad total, la evolución fue llegando un tanto rodada.
Quizá,
sacando a pasear la primera bicicleta por el parque de El Retiro, unas escapadas más largas por la Casa de
Campo y ya, con la suficiente confianza pero dispuestos a sufrir, la puesta de
largo afrontando las pistas de La Pedriza, con innumerables paradas para
contemplar el paisaje y recuperar el resuello. Hablar
de senderos o trialeras era otro cantar.
La Pedriza de Manzanares es una reserva
natural que nos ha acogido a muchos durante años y que aún lo sigue haciendo
cada vez que queremos acercarnos a recordar viejas aventuras o a descubrir
otras nuevas.
Hoy, nos
hemos acercado a visitar a nuestra vieja amiga: Andrés, Ángel, Enrique, Fer, Juan, Luis Ángel, Miguel Ángel, Nacho,
Paco, Santi y Alfonso. No es
un error que aparezca el nombre de Andrés en “negrita”, porque resaltamos la
enorme alegría que nos ha dado a todos tenerle de nuevo con nosotros.
Ya a
primera hora se intuye que no vamos a ser, ni mucho menos, los únicos que hemos
decidido acercarnos a estos lares. Los
coches van ocupando cuanto espacio libre se lo permite y pronto habrá
restricciones de aforo para adentrarse en el Parque.
Estamos
a los pies del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, un lugar único por
la singularidad geológica y los curiosos relieves, formas y siluetas de los
característicos riscos de La Pedriza.
Iniciamos
la marcha tras los saludos animosos de siempre, hoy si acaso más efusivos por
el reencuentro con Andrés y no sin antes haber tomado tal vez la decisión más
importante de la jornada: Hacer
nuestro recorrido en sentido antihorario, por la derecha vamos. Algunas tímidas voces discrepantes, pero se
trata de ruta de preparación ¿no? Pues
no se hable más.
La
Pedriza tiene dos sectores bien diferenciados, el oriental que es un
extraordinario macizo de relieves graníticos con riscos icónicos de piedra como
el Yelmo, las Torres, el Pájaro, el Hueso o la Pared de Santillana; territorio más
propio de senderistas, corredores de montaña y escaladores.
Y el sector occidental, que forma una
grandiosa cuenca de alta montaña donde nace el río Manzanares y encontramos la popular pista forestal circular
conocida como las Zetas de la Pedriza, que se ha ganado el nombre con
mayúscula, por el significado que tiene esta ruta para los ciclistas de montaña
de la zona, con desnivel y paisajes naturales espectaculares.
Cogemos
para el inicio variante que nos aleja del control de acceso al espacio natural
de la Pedriza, aunque la regulación sólo afecta a los vehículos de motor. En bicicleta o caminando no hay límite de
aforo, pero sí que está prohibido circular fuera de las pistas forestales y lo
tendremos en cuenta en todo momento.
Tras
llegar al collado de Quebrantaherraduras, es obligado descender por carretera
hasta los aparcamientos de Canto Cochino, lamentando no poder coger algún
camino alternativo. Encontramos
numerosos vehículos aparcados y está claro que son muchos los que han pasado
noche en este lugar, pues sus dueños se desperezan o desayunan viéndonos pasar.
En el
Collado del Campuzano se dividen los caminos, el que será de ida y el de
vuelta. Nuestra
decisión ya está clara, por la derecha.
La
pista no parece tomar demasiado desnivel y se avanza bien, más que bien para
algunos compañeros que empezarán a tirar con fuerza desde el principio y que no
se detendrán cuando llegamos al puente
del Francés, en el río Manzanares y hacemos una primera parada.
A
partir de ahora, nos adentramos en zona muy cubierta por los árboles, recorriendo
la pista de las Zetas y haciendo alguna que otra parada para inmortalizar esta
o aquella vista. Algo
más de seis kilómetros hasta que la zona se despeja de árboles y encontramos el
cruce con la pista de ascenso a La Nava, en un mirador natural en la zona de
Las Losillas, conocido popularmente como el comedero de los buitres.
Allí
están los compañeros que se adelantaron, disfrutando de los rayos de sol en una
mañana que todavía está fresca. Hay
otros grupos ciclistas que pasan de largo, no quieren aceptar el reto, pero
nosotros hemos llegado hasta aquí precisamente para aceptarlo, así que, no se
hable más.
Andrés
no ha cogido todavía la forma física adecuada, pero allí está con nosotros y
sin una queja arranca con todos pista arriba. Para
los que no lo tenían claro, el ascenso, el duro ascenso, supone añadir 5,6 kms
a la ruta y, por supuesto, los mismos de descenso.
Enrique
y Miguel Ángel se pierden de nuevo intentando batir sus propios récords
personales de otras ocasiones y los demás cogen el ritmo que pueden mantener
sin tener que detenerse, salvo aquellos que pararemos para inmortalizar el
ascenso. Veo a
Fer que procura no coger rueda de nadie, las pistas no son su terreno preferido
lo sabemos, pero aguanta en solitario a su propio tran-tran y buen ritmo.
La
pista se presenta a tramos más rota y con surcos, pero es totalmente ciclable. Algunas curvas engañosas que te hacen creer
que ya estás arriba, pero no lo conseguimos hasta volver a encontrarnos a los
dos que salieron escopeteados tumbados de nuevo al sol, tras haberse pegado una
buena paliza.
La
alegría de todos es enorme cuando vemos llegar a Andrés, que ha alcanzado el
Alto como un auténtico Jabato de la bicicleta. ¡Enorme
amigo!
Descenso
de nuevo hasta el cruce y ahora seguimos la pista en busca del collado de los
Pastores.
Enfrascados
en su pedaleo, tengo que avisar a los compañeros de que pasamos junto a un
monumental pino albar silvestre* de enorme envergadura, declarado árbol singular y
numerado por la Comunidad de Madrid. Las
fotos son obligadas, pero tal vez no hagan justicia a lo que podemos ver.
* Pino albar de la sierra del Francés. Altura: 20 metros.
Diámetro de copa: 19 metros. Perímetro del tronco: 4,60 metros. Edad
aproximada: 200 años.
Es un gran árbol corpulento,
conformado por dos grandes troncos verticales resultado de una bifurcación a
los 5 m. Presenta zonas nudosas y abultamientos en las partes que ha ido
perdiendo ramas. Hace ya casi 40 años le cayó un rayo; evento del que ha
salido airoso y se ha recuperado perfectamente
Ascensos
que castigan aún más las piernas, curvas cerradas y vamos tomando altura con
los compañeros muy desperdigados. Al
despejarse de nuevo la zona de árboles ya podemos ver a nuestra izquierda el
collado que queremos alcanzar y hay un buen tramo que nos dejamos caer hasta
curva con el puente de los Manchegos
sobre el río Manzanares.
Una
última rampa nos da paso al collado de
los Pastores (1748 m) de parada obligatoria. Con
unas vistas extraordinarias del valle a un lado y de la pista que hemos
recorrido al otro, con el alto de las Guarramillas y la Bola del Mundo casi al
alcance de nuestra mano y el impresionante Cerro de la Maliciosa.
Reagrupamiento,
descanso tranquilo, unas fotos y nos preparamos para el largo descenso de
vuelta, algo más de 17 kms. Al
irnos, dejamos el mirador solitario y puede que triste. ¡Hasta pronto!
Durante unos kilómetros
procuramos ir agrupados, en algunos momentos comentando lo que hemos visto, con
precaución por los excursionistas que nos cruzamos, pero hay ocasiones en las
que las bicicletas se lanzan y los frenos se ponen al rojo vivo.
No
faltarán ocasiones en las que volvamos a detenernos para disfrutar de una nueva
estampa que no queremos perdernos, pero en unos minutos estaremos junto a los
coches en el punto de partida, con 52 kilómetros recorridos y un desnivel
acumulado (en mi GPS) de 1380 m. Y
como apuntó Nacho: Ni
una cara de cansancio o de disgusto. Al
contrario, caras satisfechas y con ansias de compartir nuevas rutas, ultimando ya
los planes para el RUTÓN del próximo fin de semana.
¡Enhorabuena Andrés! Orgullo, ejemplo y alegría para todos.