Con un fin de semana largo por delante, al
menos para los madrileños, la borrasca Lola
nos condiciona con intervalos de lluvia casi impredecibles
¡¡Oyeeee!! Cada vez que consulto la previsión del tiempo me aparece una cosa
distinta, creo que se me ha estropeado la aplicación.
Son los peores
tiempos para hacer previsiones, pero estamos como locos por salir a dar
pedales. Tachamos directamente el sábado de nuestro
calendario para evitar regresar a casa caladitos y lanzamos propuesta para el
domingo. Sí, es el Día de la Madre y aunque las restricciones a todos condicionan, nuestro
amigo Enrique se esfuerza por adaptar nuestra ruta y hacerla compatible con los
compromisos familiares.
¡¡MUCHAS
FELICIDADES PARA TODAS LAS MAMÁS!!
Nota de final de
ruta: Cumplidos objetivos, no mojarse por lluvia y llegar
de vuelta a los coches a las 13,00 en punto.
Demostrando que hemos
estado dispuestos a madrugar (hoy más que nunca) y con la confianza de que los
horarios encajen como engranaje de precisión, acudimos a la cita: Ángel, Edu, Enrique, Jesús Blanco, Juan, Luis Ángel, Miguel Ángel,
Nacho, Patrick y Alfonso.
Cuatro hicimos la
ruta el pasado enero y aquí vamos de nuevo con un grupo más grande pero aún
incompleto… ¡pues habrá que repetir
la ruta más adelante! ¿No?
Estábamos seguros
de que agua no nos iba a faltar bajo nuestras ruedas y mucho menos embalsada en
los pantanos que hemos vuelto a recorrer, pero ha estado muy lejos de anterior ocasión
en la que llegamos a luchar por no desaparecer ninguno absorbido por el barro y
el escape furioso de las aguas embalsadas tronaban con fuerte eco en los valles.
A primera hora de
la mañana El Berrueco nos recibe con
temperatura agradable y los cielos despejados, a pesar de que durante el
recorrido en coche nos ha caído algún chaparrón a la salida de la capital. Los saludos son más breves que de costumbre pues todos nos afanamos en
poner nuestras máquinas a punto. ¡Qué lejos queda la
ruta del sábado pasado! Hay muchas ganas de dar pedales.
Nos saluda un
nuevo compañero ¿o no lo es? Su cara me resulta conocida. Es Jesús Blanco, que recuerda haber compartido con nosotros ruta en un
par de ocasiones hace ya mucho, mucho tiempo… antes de la pandemia. ¡Bienvenido siempre que quieras acompañarnos!
Arrancamos con
celeridad, tres, cuatro, cinco pedaladas… y ya llevamos media crónica, pues
poco hay que narrar de los primeros kilómetros, sencillos, con poco desnivel, propicios
para entablar charla con el compañero más cercano e incluso en mini grupos. A nuestra derecha las primeras vistas del Embalse del Atazar, pero ya volveremos a verlo más de cerca.
Alguna zona más
encharcada que se elude sin problemas, mientras rodamos casi paralelos a la
M-131 hacia la localidad de Sieteiglesias
y cogemos desvío para tomar la Colada del Portachuelo, cruzar el arroyo Recombo
y avanzar hacia Navas de Buitrago,
con nuevo desvío frente a su iglesia parroquial.
Nos adentramos en
zona de Prados Grandes, con la hierba muy alta, en época de “vacas gordas” bien
alimentadas. Los repechos que se van encontrando casi saben a
gloria cuando en la memoria aún flota la ruta de la semana pasada. ¡Vamos, que queda mucha ruta! Parece haber
cierto relajo y se teme por las prisas del regreso.
A la entrada del
pueblo el cartel nos indica que estamos en Mangirón,
a pesar de que en los mapas aparece siempre como Manjirón. Hay quienes defienden que el nombre procede de palabra árabe que significa
“buen agua” y quienes apoyan que su origen es la también palabra árabe
“Majairón” que significa cabezota. Tal vez de ahí la
disputa.
En esta ocasión no
se escuchan tiros de escopeta, los cazadores se han tomado un respiro, lo que
nos permite realizar esta vez nuestro trazado original y atravesar prados de
acceso libre por pequeños senderillos, pero con frecuentes aperturas y cierres
de puertas. Una maravilla los verdes prados.
Haciendo una
primera parada, nos encontramos con varios depósitos del Canal de Isabel II,
seguramente canalizaciones EDAR (Estaciones depuradoras de aguas residuales). Ya se va notando más calor en el cuerpo y va sobrando ropa.
Nos acercamos a la
pantalla del embalse de Puentes Viejas
(finalizado en 1960) y la cruzamos de
lado a lado. El día es claro y el agua se acumula en
esta preciosa presa, ideal para hacer fotos y no dejar escapar la ocasión. Cada uno quiere hacer las propias y mejor si un compañero te saca
alguna más.
Reemprendemos
marcha hacia Paredes de Buitrago por
una vaguada de sauces y fresnos que deleita la vista y se disfruta al rodar a
buen ritmo. Por pistas, por cañadas, por senderos, con
desniveles que van castigando las piernas y te impiden dejar de pedalear.
El arroyo de los
Tormos, el arroyo de Vallarejo y el arroyo de los Quebrados se presentan ante
nosotros para ser vadeados de camino hacia Serrada
de la Fuente y en continuo ascenso hacia Berzosa del Lozoya. Habrá tramos en
los que nos costará avanzar por culpa del barro, haciendo equilibrios para no
caer por algún resbalón.
A la salida del
pueblo y tras dura subida alcanzamos el punto más alto de nuestra ruta y se
supone que ahora todo será en bajada pero, aun perdiendo altura poco a poco, el
recorrido se convierte en un permanente tobogán que atraviesa los arroyos de la
Viña, de Verdugales y algún otro que a pesar de tener buen caudal de agua ni
siquiera aparece bautizado en los mapas.
Las ruedas parecen
pegarse al terreno como lapas pegajosas pero alcanzamos Robledillo de la Jara, una nueva localidad del valle del Lozoya, con
el mismo encanto de todas las de la zona.
Nuestro anterior
trazado, el de enero pasado, nos llevó hasta el pueblo despoblado y
desaparecido de El Villar pero, en
esta ocasión, Enrique se hace eco de la prisa generalizada del Grupo y pega
recorte a la ruta, tomando opción de desvío por el Camino de Mangirón, con
pista forestal en muy buen estado por la que descendemos rápidos casi 5 kms,
hasta cruce con la M-127.
Nos acercamos a
unas peñas y tenemos a nuestro alcance las vistas más impresionantes de los
meandros del río Lozoya, que sorprenden más todavía a los que hoy las ven por
primera vez.
Hoy el agua
tampoco ruge en este embalse, pero son unas vistas que deleitan y que
entusiasman cuando te acercas a la pantalla y los alrededores, que te traen a
la imaginación historias de tiempos remotos o de películas fascinantes. Desde la presa se puede ver el inicio del canal de El Villar y
acueducto sobre el Lozoya, donde llega la recula del embalse de El Atazar.
Las fotos caen
aquí y allá, todo se merece ser recogido para el recuerdo, pero hay que partir
y a regañadientes nos alejamos un kilómetro y medio por un tramo de la
carretera M-127, (Calle Real), tomando altura a cada metro que recorremos. ¿Estamos todos? Pues podemos coger desvío por la
izquierda para entrar en la pista de grava del Carril del Villar.
A buena velocidad,
disfrutando de las vistas constantes del agua embalsada y con precaución porque
nos cruzamos con excursionistas. Aún habrá algún
compañero que no se resista a coger el sendero sinuoso y estrecho que discurre
paralelo (ya lo hicimos la otra vez),
por encima de la canalización del Canal de Isabel II, pero a tramos está muy
peligroso y más teniendo que apearse con frecuencia al cruzarse con andarines.
Casi nueve kilómetros,
todos ellos espectaculares, fascinantes incluso para algún compañero que ya
llega más tocado por cansancio y se afana en mantener el ritmo, pero merece la
pena y mucho.
Un último recorte
con respecto al track de la vez anterior y llegada a nuestro punto de partida a
las 13,00 horas. Eufóricos, contentos pero, como a nuestra
llegada, las felicitaciones largas quedarán para otro día. La mayoría recoge de forma apresurada y parte rápido para poder acudir
a celebración: Es el Día
de la Madre.
Un fuerte abrazo para tod@s.