miércoles, 6 de junio de 2018

AlfonsoyAmigos corona El Galibier en Los Alpes

El orgullo de una ambición


Los sueños en esta vida hay que intentar cumplirlos, y cuando se tiene determinación por ellos, es posible llevarlos a cabo 



AlfonsoyAmigos - Los Alpes


Crónica: Luis Ángel

Andrés desde que era niño, tenía un sueño y era algún día poder subir El Galibier, en Los Alpes, ascensión mítica del Tour de Francia.


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Viendo esa ambición que tenía Andrés y comentándolo hace ya algunos meses, creíamos que era un objetivo a cumplir y que sería muy especial poder acompañarle en ese viaje hacia una de las cimas más altas de los Alpes. Con todo ello nos pusimos a planificar un viaje que ya siempre perdurará en la memoria de los que pudimos acompañarle.


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El viaje sería largo, mucha distancia y muchos kilómetros pero la posibilidad de compartir muchas conversaciones y anécdotas hicieron que Toño y yo diéramos un paso al frente para acompañar a nuestro Gran amigo.


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Saliendo de Madrid el jueves, nuestro primer destino sería Perpiñán para poder realizar el viaje en dos tramos. El viernes llegaríamos a Saint Michel de Maurianne, de donde partiría nuestra ruta el sábado.


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Decidimos madrugar bastante para emprender nuestra ascensión, siendo conscientes de que había que hacer muchos, muchos kilómetros, la mitad de ellos en constante subida y no sabíamos calcular muy bien tiempos ya que todas las consultas que habíamos hecho sobre el recorrido y perfil nos hablaban de una gran dureza en todo el trayecto.


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La mañana se presenta espléndida, con un tiempo soleado e incluso bastante calor, siendo las 8,30 de la mañana cuando emprendemos el camino. Las primeras pedaladas transcurren por el pueblo y tras ver los carteles que nos anuncian  adonde nos dirigimos empezamos ya a subir. Son ni más ni menos dos puertos "hors catégorie":  Col du Télégraphe a 12 km y Col Du a Galibier a 35 km. La empresa no es pequeña.


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Nuestra primera meta volante sería el Télégraphe. En principio este col no es considerado como "fuera de categoría", pero es el que hay inmediatamente anterior al Galibier, y es un puerto en toda regla. Son 12 kilómetros de subida sin parar para acumular 850 metros de desnivel hasta la cota de 1.545 mts. Es cierto que existen muchos árboles y sombras en la subida, pero la pendiente media sostenida del 8-9% es un castigo que merece ser racionado para todo lo que queda por delante. 


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Estas 2 primeras horas transcurren entre la emoción por estar allí y la prudencia de saber lo que nos vamos a encontrar por delante. Curvas en herradura que van metiéndose en el bosque y un firme agradable para rodar, hacen llevadera la subida. Cuando llegamos al Télégraphe, la satisfacción de haber coronado es muy alta, estamos en el camino hacia lo máximo de hoy.


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Es el Télégraphe un lugar emblemático, con auténtico espíritu ciclista y donde se dan cita muchísima gente que sube el puerto diariamente. No tardaríamos mucho en emprender la marcha. Amigos, nos decíamos, todavía queda mucho. Y es una bajada de 4 kilómetros la que nos llevaría a Valoire un pequeño pueblo a 1.400 metros de altitud y que es una estación de esquí dentro de los Alpes franceses. Andrés decide en estos momentos "refrescar" su famoso pie pero no cesará en el empeño de llegar a cumplir su sueño. Brevísima parada y afrontamos el reto mayor del día, y puede que del año para nosotros tres.


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La salida de Valoire hacia el Galibier ya es de por sí exigente ya que las primeras cuestas, incluso dentro de la pequeña estación empiezan a marcar el 10%. Quedan 17 kilómetros de subida... Poco a poco la carretera se va adentrando más y más en los Alpes siendo la subida constante y sin un solo momento para el descanso. Esa carretera que va dibujando la subida viene acompañada de unos paisajes impresionantes, de un lado las propias pistas de esquí, del otro la montaña con cascadas, ríos y rápidos que se suceden allá a donde mirásemos.


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El espectáculo de naturaleza es sobrecogedor y las montañas que nos rodean imponentes. Llevamos ya 28 kilómetros de subida desde que salimos de Saint Michel de Maurianne, y las piernas empiezan a notar ya el sobresfuerzo de la mañana. Pero es a partir del este kilómetro donde el Galibier empieza a saludarte, empieza a desafiarte, empieza a maltratarte. Las pendientes aunque no mucho más pronunciadas que la de  los kilómetros precedentes, parecen ser más inclinadas aún y se suceden una serie de curvas en herradura que hacen ir cogiendo mucha altura en muy poco espacio. Somos conscientes ahora de lo que estamos subiendo.


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Pero lo peor está por llegar. Aunque la sensación de los tres es inasequible al desaliento, nos enfrentamos ahora a la parte más "ingrata" del puerto. Larguísimas rectas de subida al 9%, inacabables y que por momentos parece que esas propias rampas te van a tragar. Y por si eso fuera poco, cuando llegamos al kilómetro 35 de subida y consultamos nuestros GPS, comprobamos que la cota máxima no acaba ahí, todavía quedaría 1,7 kilómetros para culminar, y además esa última parte sería la más terrorífica por la pendiente hasta la llegada: 12%


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Y ya casi en la cima, Andrés nos dice que tenemos que llegar juntos, coronar los tres al unísono, y así lo hacemos. Que decir de ese momento, Andrés se emociona como pocos pueden imaginar, con lágrimas en los ojos y temblándole la barbilla a la vez que nos da un enorme abrazo a Toño y a mí. Había que estar allí ya que el momento es indescriptible. Habíamos coronado el Col Du Galibier a 2.642 metros de altitud.




Tras unas fotos para el recuerdo, rodeados de varios metros de nieve y saboreando el momento para recordarlo siempre, emprendemos una larguísima vuelta en bajada que nos permite ahora divisar todo el magnífico paisaje de estas incomparables montañas. 



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Llegando a Valoire de nuevo, haremos la subida de 5 kilómetros al Télégraphe de manera muy rápida y ágil, aún con el esfuerzo de todo el día ya en nuestras piernas, para acabar bajando hasta nuestro punto inicial de manera exultante y con la alegría de haber completado una jornada inigualable. Un día con auténtico sabor a Tour de Francia.


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Finalizaba así un día histórico, con la alegría no solo de haber subido hasta el Galibier, que ya de por sí es enorme, sino con la emoción máxima de haber acompañado a Andrés a cumplir su objetivo, su sueño. Y lo cumplió por esa forma que tiene el de entender la determinación, el esfuerzo y el ánimo para conseguir lo que se proponga. Solo se puede decir: ¡¡Que Grande eres Andrés!!


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Muchas gracias a todos los compañer@s y amig@s de AlfonsoyAmigos por habernos acompañado desde la distancia con tantos mensajes de ánimo y enhorabuena en este viaje al Col Du Galibier: terre de cyclisme.




No será la última vez que AlfonsoyAmigos haga un viaje de estas características. Volveremos a Los Alpes, ¿cuándo?, no lo sabemos, lo que si os puedo decir con total seguridad es que el Alp d'Huez... cada vez más cerca.

Vive la aventura con el vídeo de Toño


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domingo, 3 de junio de 2018

Los Siete Magníficos

Ruta por la Cuerda de los Altos del Hontanar

Quien lea el título, que no espere el relato de una ruta por polvorientos caminos como los del desierto mejicano ni leer las aventuras de un grupo de pistoleros dando tiros a diestro y siniestro


Crónica: Chicho
Fotos: Los 7 magníficos

AlfonsoyAmigos - Altos Hontanar

Pero, ¿cómo llamar a los aventureros de AlfonsoyAmigos que han disfrutado de una MAGNÍFICA RUTA en una magnífica mañana de primavera? Muy fácil, LOS SIETE MAGNÍFICOS.

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Tras una noche en la que ninguno se atrevió a consultar el móvil por si empeoraban las previsiones meteorológicas que auguraban tormentas a partir de media mañana, han acudido a lomos de sus caballos de acero bien engrasados,  siete pistoleros del MTB que lo único que dispararán hoy serán sus cámaras y teléfonos móviles para hacer fotos y más fotos:

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El “sheriff” Alfonso, Fernando “Blue Eyes”, Jesús “Wilkinson afeitado suave” (nada de encenderse cerillas en las mejillas), JuanPa “Broken Chains”, Rafa “Electric Horse”, Santi “Medicine Doctor” y el cronista, Chicho “Searcher”.


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Partimos del área recreativa del Puerto de Canencia, que a primera hora de la mañana está prácticamente desierta (algo poco habitual). Con las cantimploras llenas de agua no hace falta abrevar agua en ninguna de las fuentes de las inmediaciones. 

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A un trote ligero y alegre nos desviamos hacia la senda que baja hasta el mirador de la Chorrera de Mojonavalle. Las calas de las zapatillas, cual espuelas de botas de montar, hacen difícil cruzar el arroyo por las piedras sin dar con los huesos en suelo.

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La chorrera ha estado totalmente congelada este invierno pasado y los que la han visto aseguran que ha sido un espectáculo digno de presenciar. Desde luego que en primavera y aunque el caudal va amainando ya, también merece la pena el desvío para contemplarla.

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Tras disparar fotos y más fotos como si no hubiese mañana, volvemos a la pista que discurre en dirección al Puerto de La Morcuera y que nos va dejando ver todo el valle de Canencia en una mañana clara y con apenas alguna nube alta sobre las cumbres lejanas. 

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Se intuye que los malos augurios no van a cumplirse y que disfrutaremos de una mañana estupenda para cabalgar sobre las bicis.

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La pista va ganando altura de forma suave pero continua, cruzando arroyos que aún corren alegres, pero no desbocados y entre los claros de los árboles vamos vislumbrando la Cuerda de los Altos del Hontanar que pretendemos recorrer casi en su totalidad.

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Antes de afrontar la escalada a la cuerda, desmontamos en el Collado del Hontanar para mascar algún higo seco, dar un sorbo a las cantimploras y despojarnos de algo de ropa antes de iniciar el ascenso por el cortafuegos de las Peñas Viborizas. Aunque el nombre de miedo, los pistoleros del MTB contamos con botas altas que impiden cualquier mordisco de mala víbora.

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Aunque las lluvias estos días han sido copiosas, apenas han dejado rastro sobre el terreno. El barro es inexistente y la subida por el corta fuegos se hace a buen ritmo.

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Las cabezas no dejan de girar a un lado y al contrario para no dejar de contemplar la estupenda panorámica conformada por La Najarra, el Montón de Trigo, Peñalara, el embalse de Pinilla, el de Riosequillo al frente y todo el valle de Canencia a nuestra derecha.

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En continua sucesión  a lo largo del P.R. 28 y en continuo sube y baja, vamos pasando aunque sin reparar exactamente en cuál es cada una, por el Cancho de los Altares, la Peña Mingomolinera, la Fuente Perrera y finalmente el Espartal, donde no dejamos pasar la oportunidad de trepar al vértice geodésico para seguir contemplando las magníficas vistas que nos ofrece tan privilegiado mirador.

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Los piornos en flor acaban de completar unas vistas que difícilmente se nos olvidarán a todos en una buena temporada. Para poder seguir disfrutando de los toboganes de la cuerda, hay que pasar al otro lado de una alambrera metálica, que unos atravesamos cuerpo a tierra cual marines americanos y otros a través de empalizada que los primeros no hemos visto a tiempo.

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El descenso desde el Espartal hasta el Collado de las Fuentes es muy empinado y roto al principio, pero tanto Jesús como Rafa logran bajarlo sin echar un pie a tierra. El resto, descabalgamos para superar el pequeño tramo accidentado y pronto volvemos a lomos de nuestras queridas bicicletas para hundir hasta el fondo las suspensiones delanteras, traseras y tijas telescópicas. Y digo queridas bicicletas, porque sin ellas sería imposible que se nos dibujasen esas sonrisas bobaliconas que se nos dibujan a todos al reagruparnos en el collado.

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Algún tobogán más camino del Cerro del Águila donde avistamos una pareja de águilas, aunque alguno se empeñe en decir que son buitres para restar encanto y épica al momento.

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Otra bajada igual o más rápida que las anteriores y antes de iniciar el ascenso al Portachuelo nos desviamos a la izquierda para atravesar de nuevo una alambrera metálica y buscar la traza casi perdida del P.R. 28 que venimos recorriendo. A Juan Patricio, su bici, harta de tanto bache le pega una pequeña voltereta sin consecuencias.

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Tras unas pequeñas zetas trialeras que ponen de nuevo a prueba nuestra habilidad, desembocamos en una pista ancha y rápida que nos permitirá disfrutar de una bajada larga, muy larga y rápida en la que más de uno sacará rodilla y codo para negociar las curvas. Algún charco infestado de mosquitos hace que caiga en la cuenta de que me he olvidado las gafas de sol en el coche.

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Más de uno empieza a ser consciente de que hemos perdido mucha altura y de que tarde o temprano habrá que recuperarla si queremos volver a casa. Pero de momento el disfrute continúa y a la entrada de Pinilla del Valle hacemos un avituallamiento tranquilo y largo donde no faltan las bromas y los comentarios sobre el buen rato que estamos pasando.

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Sin ninguna prisa por reemprender la ruta, los siete magníficos vuelven a cabalgar juntos, esta vez a lo largo del Camino Natural del Lozoya, que bordea el embalse de Pinilla en un cómodo paseo que nos hace recordar la ruta anterior que hicimos camino de Garganta de los Montes hace un par de años.

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Rodeado el embalse, ponemos rumbo al Puente del Congosto, que actualmente está en proceso de restauración y con el paso prohibido. Hemos tenido que buscar camino alternativo para poder continuar camino hacia el pueblo de Canencia.

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A la entrada del pueblo, otro puente medieval, el Puente del Canto donde de nuevo desenfundamos las cámaras para inmortalizar el momento. Antes de salir del pueblo, la última parada del día frente al grupo escolar para acabar con las reservas de las mochilas antes de empezar el duro ascenso al puerto donde tenemos estacionados los coches.

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En las primeras rampas, la bicicleta de Juan, harta de los esfuerzos de las últimas jornadas (se tragó la Madrid-Segovia sin rechistar la semana pasada), dice basta por rotura de cadena. Mientras Juan se maneja con el troncha cadenas y los eslabones rápidos, unos cuantos le ofrecemos apoyo moral y poco más.

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Cuando la avería parece reparada, caemos en la cuenta de que la cadena no está en su sitio y que es necesario volver a abrirla para llevarla por el “buen camino”. Juan tira de su mejor repertorio de mecánica “bicicletera” para hacer filigranas y reaprovechar un bulón de cadena de los que en teoría son de un solo uso. 

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Además, se compromete con su maltrecha compañera en no exprimirla de más en la exigente subida que nos acecha y le promete que la tratará como si fuese una bicicleta de paseo, con tal de que no le deje en la estacada.

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El incidente de Juan impide que los siete magníficos cabalguen juntos durante la subida al Puerto de Canencia, pero cada uno se defiende como puede en la larga y exigente subida por el pinar. Cerca del final, el grupo casi logra reagruparse, pero un chaparrón que al llegar a los coches se convertirá en el diluvio universal, impide que alcancemos la cima todos juntos.

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Puente del Canto
Las últimas cuatro gotas no enturbian la sensación de que hemos disfrutado de una magnífica ruta una vez más.

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De los “Tres Mosqueteros de Riaza” (Patrick, Eva y Ferluy) recibimos noticias de que han salido airosos del duelo.

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Del “Trío Calavera de Francia” (Andrés, Luis Ángel y Toño) sabemos que consiguieron coronar con éxito los puertos míticos del Tour de Francia que se habían propuesto.

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Muy pronto:





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